– Le roban a uno el corazon, ?verdad?
– Eso me temo.
Nathan tendio el brazo y con sumo cuidado acomodo a la pequena en sus manos. Los dedos de Victoria rozaron los suyos, acelerandole el pulso de un modo absolutamente ridiculo. En cuanto se aseguro de que Botas habia sido transferida sana y salva, Victoria aparto las manos bruscamente. Nathan acurruco al diminuto animal contra su pecho y senalo con la cabeza a las cuadras.
– ?Vamos?
– ?Vamos adonde?
– A dar un paseo a caballo, naturalmente. Tengo que dar de comer a los animales, pero puedo hacerlo mientras Hopkins ensilla a nuestros caballos.
– No recuerdo haberle extendido una invitacion para que me acompane, doctor Oliver.
– Un descuido accidental, sin duda.
– A decir verdad, no. Preferiria montar sola.
– Una verdadera lastima, pues voy a acompanarla.
– Me temo que eso es del todo imposible dado que no esta presente mi dama de compania.
Nathan se limito a desestimar las palabras de Victoria con un simple gesto de la mano.
– No tema. No compartiremos un carruaje cerrado ni nada parecido, lady Victoria. Estaremos al aire libre, cada uno a lomos de su caballo, a la vista de todos, eso si hay alguien a quien le importe… un comportamiento totalmente respetable aqui, en Cornwall. Y ahora digame -prosiguio, empleando un tono declaradamente coloquial-, ?ha pensado en devolverme mi nota?
– Ya le dije anoche cuales eran las condiciones. Condiciones que no han variado. ?Ha tomado alguna decision respecto a mi propuesta?
– Le comunique mi decision anoche, lady Victoria.
– ?Y no piensa reconsiderarla?
Nathan nego con la cabeza y sonrio de oreja a oreja.
– Preferiria aguardar a que se desnudara.
Victoria apreto los labios y deseo con todas sus fuerzas poder disimular el sarpullido de calor que le abraso el rostro.
– Si me disculpa… -Intento rodear a Nathan y seguir su camino, pero el se movio a un lado para bloquearle el paso.
– No discutamos -dijo el-. Hace una manana deliciosa para dar un paseo a caballo. Hare las veces de encantador anfitrion y le mostrare un sendero que lleva a la playa.
– ?Encantador? -Victoria dejo escapar un bufido rebosante de descredito-. No, gracias.
– Me temo que no tiene usted eleccion, lady Victoria. Su padre me ha dado instrucciones para que la proteja. Puesto que se niega a hacerme entrega de la nota y, por ello, no puedo saber con exactitud cual es su preocupacion, no me deja otra opcion que la de seguirla dia y noche. Desde el amanecer hasta el anochecer. Todos y cada uno de los minutos del dia, desde que despierte… -Se acerco un paso mas a ella y, con una sonrisa, anadio-: hasta que duerma entre sus sabanas por la noche.
Capitulo 7
La mujer moderna actual deberia aplicar las sencillas reglas de la pesca a la captura de su caballero. Primero, dotar el anzuelo de un cebo tentador, como un vestido escotado. Luego, desplegar su poder de fascinacion en la forma de una conversacion coqueta y de miradas sugerentes. Recoger a la presa rozando «accidentalmente» su cuerpo con el de el y, acto seguido, atraerle a la orilla y dejarle sin aliento con un beso sensual, lento y profundo.
Charles Brightmore.
Nathan observo como el acaloramiento tenia de rubor el blanco y suave cutis de lady Victoria y tuvo que obligarse a no alargar la mano para tocar ese color hechizante. Los ojos azules de ella se cerraron, indignados, al tiempo que se encolerizaba por el inadecuado comentario del doctor. Victoria era la viva imagen de un fuego de artificio a punto de explotar.
– Si tal disposicion no le satisface, senora mia, no tiene mas que entregarme la nota. De lo contrario, me temo que me vere obligado a ser para usted como el verde para la lechuga, o el amarillo para el narciso; como el rojo para el tomate o el…
– Creo que he captado el mensaje. -Lady Victoria fruncio los labios y Nathan se sorprendio clavando la mirada en la boca de la joven, anticipandose al momento en que relajaria la presion y los labios recuperarian de nuevo su carnosa voluptuosidad-. Sin duda cree usted que haciendose pesado, gesta en absoluto dificil, por cierto, su constante compania me resultara tan absolutamente odiosa que terminare por entregarle encantada la nota.
– Ese es mi mayor deseo, si.
– En tal caso me subestima usted, a mi y mi determinacion.
– Al contrario, me doy cuenta de lo testaruda que es.
– Hay una gran diferencia entre la determinacion y la testarudez.
– Estoy seguro de que asi lo cree. Y estaria encantado de poder oir su teoria sobre la cuestion durante nuestro paseo. -Arqueo las cejas-. Y yo que creia que desearia disfrutar de mi compania para asegurarse con ello que no estoy registrando su habitacion durante su ausencia. -Recorrio con la mirada la figura de Victoria. A continuacion volvio a mirarla a los ojos y en sus labios se dibujo una lenta sonrisa-. A menos, claro, que tema que pueda encontrar la nota en su persona.
Victoria alzo el menton dando muestra de esa actitud obstinada, remilgada, altanera y despreciativa que, por alguna estupida razon, el encontraba intensamente excitante.
– Por supuesto que no.
– Excelente. Entonces esta decidido. Sigame. -Se dirigio a las cuadras y Victoria se apresuro tras el. Observandola de reojo, Nathan contuvo una sonrisa ante las miradas furtivas que ella iba lanzando por encima del hombro a sus animales, que iban directamente detras de ellos.
Entraron a las cuadras y Nathan grito:
– Hopkins, ?esta usted aqui?
– Aqui estoy -respondio una voz apagada. La puerta del primer establo situado a la izquierda se abrio de par en par y un hombre recio con una encendida mata de pelo rojo y barba del mismo color se abrio paso a golpe de hombro por la portezuela con un cubo grande en cada mano.
– Buenas, mi senora, doctor Nathan. -Levanto los cubos en el aire-. A punto estaba de llenar los comederos de su prole. Las gallinas han dejado un regalo de tres hermosos huevos.
Nathan sonrio.
– Gracias, Hopkins. Llevelos a la cocina y que la cocinera se los prepare.
– Gracias. -Echo una mirada de ojos entrecerrados a la cabra, el cerdo, la vaca y los patos que merodeaban junto a la puerta-. Vamos, fuera de aqui. Ya llega la manduca. -Miro entonces a Nathan-. ?Necesitara que le ensille los caballos, doctor Nathan?
– Si se encarga usted de dar de comer a los animales, yo me encargo de ensillar a los caballos para lady Victoria y para mi.
Hopkins saludo la propuesta asintiendo con la cabeza y salio, seguido muy de cerca por el rebano. En cuanto desaparecio, su voz volvio a colarse en el interior de la cuadra.
– Aparta de mi trasero ese maldito hocico, maldita bestia impaciente.
Fingiendo no haber oido nada, Nathan dijo:
– Permitame que acomode a Botas. -Dejo a la gatita dormida en el primer establo y cerro la puerta con pestillo. Al volver, pregunto a lady Victoria-: ?Es usted una buena amazona?