trasero desnudo. Entonces la acerco a el hasta que la dura prominencia de su ereccion, que hacia que sus pantalones estuvieran tirantes, se apoyo en el sexo de ella.
– Daniel.
La sensacion de tenerlo presionado contra ella de una forma tan intima, dejo a Carolyn momentaneamente sin habla. Despues de tragar saliva, consiguio susurrar:
– Daniel.
Parte de la tension que reflejaba la cara de Daniel se desvanecio y, tras exhalar un grave gemido, bajo lentamente su boca hasta la de ella. Carolyn separo los labios acogiendo la lengua de el. Daniel sabia a conac y a ella, una combinacion sumamente extrana que la embriago. El fuego interior que el habia avivado y que acababa de saciar volvio a la vida exigiendo mas. Carolyn deslizo los dedos por el grueso cabello de Daniel incitandolo a acercarse. El flexiono las caderas y apreto todavia mas su ereccion contra el cuerpo de ella. En aquel instante, lo unico que queria Carolyn era que el se bajara los pantalones e introdujera con impetu aquella carne dura y deliciosa en su hambriento cuerpo.
El, en cambio, separo la cabeza de la de ella. Carolyn, confusa, abrio los ojos y vio que el la miraba con una expresion apasionada.
Carolyn parpadeo varias veces y, de golpe, la realidad volvio a sus sentidos. Bajo la mirada por su cuerpo percibiendo las faldas arrugadas a la altura de su cintura, la piel palida de su abdomen, los rizos de color castano en el punto de union de sus piernas extendidas. Y las caderas de Daniel, que estaban firmemente presionadas contra ella.
Seguramente, deberia de sentirse horrorizada por su desvergonzado comportamiento, por las libertades que le habia permitido a lord Surbrooke, libertades que su esposo nunca se habia tomado con ella. Ni siquiera lo habia intentado. Sin embargo, en lugar de horrorizada, se sentia mas viva de lo que se habia sentido en anos. Como si acabara de salir de una cueva oscura y solitaria a un campo soleado que hervia de vida y color.
La dama serena y formal que habia sido durante toda su vida de adulta insistia en que le dijera a lord Surbrooke que aquel episodio habia constituido un error. Error que no podia repetirse, pero en lugar de «error», las unicas palabras que ella queria pronunciar eran…
«Otra vez.»
Podia mentirse a si misma, pero la verdad irrefutable era que queria mas pasion como la que acababan de compartir. Su mente la consideraba culpable e intento enumerar todas las razones por las que no debia permitir que aquello continuara, pero ella las empujo a un lado y escucho a su renacido cuerpo, que se negaba a ser ignorado. Se sentia atraida hacia aquel hombre. Lo queria. En un sentido puramente fisico. Siempre que su corazon no se implicara y actuaran con discrecion, no existia ninguna razon para que se negara aquel placer. El le habia dicho que no queria su corazon y que no tenia la menor intencion de ofrecer el suyo. Compartirian sus cuerpos y nada mas. Igual que la Dama Anonima habia hecho y explicado en las Memorias.
– Los perros estan ladrando -declaro el en voz baja mientras acariciaba la mejilla de Carolyn con los dedos-, lo que significa que Samuel ha regresado.
Un escalofrio de panico recorrio el cuerpo de Carolyn. Intento sentarse, pero Daniel sacudio la cabeza y se lo impidio con suavidad.
– Todavia disponemos de unos instantes. Barkley se encargara de todo y ni el ni Samuel entraran en el invernadero.
– ?Como lo sabes?
– Nadie puede entrar en esta habitacion salvo yo y Walter, el jardinero. -Deslizo la yema del pulgar por el labio inferior de Carolyn y fruncio el ceno, como si se sintiera intrigado-. Nunca habia traido a nadie aqui antes.
Parecio sorprendido por el hecho de haber reconocido en voz alta este ultimo hecho, y lo cierto era que Carolyn estaba sorprendida de haberlo oido.
– ?Por que no? ?Es una habitacion tan bonita…!
– Es un lugar privado. Mi… santuario. Te dije que no me gusta compartir. -Su mirada vago por la cara de Carolyn y parecia… ?intrigado?-. Salvo, por lo visto, contigo.
Su expresion se relajo y se inclino para rozar la sensible piel de detras de la oreja de Carolyn con sus calidos labios.
– ?Dios mio, eres tan hermosa…! -susurro terminando sus palabras con un gemido. Mordisqueo con suavidad el lobulo de la oreja de Carolyn enviando un aluvion de cosquilleos por su nuca-. Mi extremadamente encantadora, muy querida, sumamente talentosa, enormemente divertida, extraordinariamente inteligente y poseedora de los labios mas apetecibles que he visto nunca y de una excelente memoria, y que sabe a flores… por todas partes, lady Wingate. -Levanto la cabeza y la diversion ilumino sus ojos-. ?Crees que ya podriamos tutearnos?
Una ola de calor recorrio el cuerpo de Carolyn.
– Supongo que si… Daniel.
El sonrio ampliamente.
– Gracias… Carolyn.
La forma en que pronuncio su nombre, con dulzura y lentitud, como si lo saboreara en su paladar, envio un oscuro estremecimiento de placer por la espina dorsal de Carolyn.
Con evidente desgana, el saco la mano de debajo del trasero de Carolyn y cogio sus calzones. La facilidad con que la ayudo a vestirse demostro que era tan habil vistiendo a una mujer como desvistiendola. Y, desde luego, habia demostrado que sabia que hacer una vez la habia desvestido. Carolyn no estaba completamente segura de que sus licuadas rodillas se recuperaran algun dia del todo.
Despues de calzarla de nuevo, Daniel se levanto y le tendio la mano para ayudarla a levantarse. La mirada de Carolyn se quedo clavada, y absolutamente fascinada, en la parte delantera de los pantalones de Daniel, que estaba a la altura de sus ojos. El ajustado tejido perfilaba, de una forma patente, su gruesa ereccion.
Quiza fue la privacidad proporcionada por aquella acogedora habitacion con fragancia a flores e iluminada solo por los rayos plateados de la luna lo que la hizo atrevida. Tan atrevida como cuando llevaba puesta la mascara de Galatea. O quiza fue por como el la habia hecho sentirse: sensual, femenina y sorprendentemente libre. Pero, fuera cual fuere la razon, mientras permitia que el la ayudara a levantarse, Carolyn deslizo la mano que tenia libre por el musculoso muslo de Daniel y cubrio con ella su ereccion. El solto un respingo y sus ojos se volvieron vidriosos.
– Tu me has dado placer, pero no has pedido ni has recibido nada a cambio -murmuro ella experimentando una profunda oleada de satisfaccion femenina cuando el arqueo las caderas buscando mas el contacto de su mano.
– Aunque no he recibido nada, el placer ha sido todo mio.
Ella arqueo una ceja y lanzo una mirada significativa hacia abajo.
– Esto… -Lo acaricio con suavidad a traves de los pantalones- indica lo contrario.
El le rodeo la cintura con un brazo y la acerco a su cuerpo atrapando su mano entre ellos.
– Si estas sugiriendo que estas en deuda conmigo…
– Eso es, exactamente, lo que estoy sugiriendo.
Los ojos de Daniel parecieron despedir humo.
– Eso me hace el hombre mas afortunado de Inglaterra. Considerame a tu disposicion.
– Una oferta muy interesante.
– Me encanta que pienses asi, sobre todo porque la primera vez que te hice esa oferta no te sentiste interesada por ella.
– Siempre me intereso, pero no queria aceptarla.
– Pero ahora si.
– Obviamente.
El se froto contra su mano.
– Me siento muy feliz al oirlo.
Ella fruncio los labios.
– Obviamente.
El la sujeto por la cintura, le cogio la mano y le dio un apasionado beso en la palma.
– Por desgracia, ahora no es…
– El momento adecuado.