sentirse terriblemente culpable.
Sin embargo, a pesar de la consternacion, el miedo y la culpabilidad, sencillamente, ya no podia ignorar el hecho de que no habia muerto con Edward. Ni ignorar como la hacia sentirse Daniel, algo que podia resumir en una sola palabra.
Viva.
?Viva de tantas formas…! El la hacia reir. ?Santo Dios, hacia tanto tiempo que no se reia…! El la hacia querer y necesitar cosas que nunca creyo que volviera a querer y necesitar. El la hacia sentirse joven. Y deseable. La hacia querer abrir los brazos y girar sobre si misma de placer, por el simple hecho de saber que podia hacerlo. Y que el la tomaria de las manos y daria vueltas con ella. El la hacia sentirse…
Acompanada.
Sin embargo, justo cuando acababa de descubrir todo esto, estuvo a punto de perder la vida. Y la de el corria peligro. «?Por favor, Dios, que cojan rapido al loco de Tolliver!»
Inhalo hondo y le dijo al retrato:
– Durante tres anos, solo he sentido un vacio. -Una humedad caliente se encharco en sus ojos y Carolyn pestaneo-. ?Por favor, por favor, no me odies, Edward! Este… acuerdo con Daniel es solo algo fisico. Y temporal. Yo nunca quise estar aqui sin ti, pero ya que lo estoy… ?Estoy tan cansada de estar sola…!
«Carolyn, querida… Te quiero. Se feliz.»
Las ultimas palabras de Edward, exhaladas con su ultimo aliento, resonaban en su mente. Ya no estaba segura de que era la felicidad y, desde luego, dudaba que llegara a encontrarla en aquella relacion, pero sabia que esta calmaria su soledad. Llenaria una pequena parte del vacio. Y hasta que Daniel se desplazara a la siguiente conquista, algo que, sin duda, haria en cuanto se cansara de ella y, dada su reputacion, seria pronto, ella disfrutaria de su compania y del tiempo que pasaran juntos. Y cuando el siguiera adelante, ella tambien lo haria. Con energias renovadas y lista para hacer algo que valiera la pena con su tiempo.
Con este proposito en la cabeza, Carolyn se dirigio al escritorio para guardar las Memorias en el cajon superior. Pero primero deslizo el extremo de su dedo indice por las letras doradas de la cubierta de piel negra y unas imagenes inspiradas por el libro cruzaron por su mente. Y deseo convertirlas todas en realidad. Con Daniel.
Alguien llamo a la puerta y Carolyn introdujo a toda prisa el libro debajo de unas hojas de papel de escribir. Despues de cerrar el cajon, exclamo:
– ?Adelante!
Nelson entro con una caja cuadrada y plateada que estaba adornada con una cinta de color marfil.
– Acaban de traerla para usted, milady.
Nelson le tendio la bonita caja, que era solo un poco mas grande que la mano de Carolyn.
El corazon le dio un brinco. ?Un regalo de Daniel?
– Gracias, Nelson.
Cuando el mayordomo se hubo retirado, Carolyn corrio hasta el escritorio, dejo la caja encima de este y desato la cinta. Abrio la tapa, cogio la nota que habia encima del papel de seda que habia debajo y leyo, con esfuerzo, el breve mensaje que debieron de escribir a toda prisa, pues la tinta se habia corrido en muchos lugares.
«Espero que los disfrutes. Daniel.»
Sonriendo con nerviosismo, Carolyn saco el papel de seda y descubrio media docena de mazapanes perfectamente moldeados como frutas en miniatura. Los dulces despidieron un fuerte olor a almendras amargas y Carolyn, de una forma involuntaria, arrugo la nariz. Aunque el sabor a almendras no era su favorito, algo que Daniel no podia saber, su corazon se derritio por aquel detalle tan considerado. Hacia mucho tiempo que un hombre no le enviaba dulces.
A pesar de que los mazapanes no le gustaban especialmente, se dispuso a coger uno con la misma actitud con que untaba mantequilla en las rodajas de pan quemado que Sarah horneaba mientras perfeccionaba sus habilidades culinarias. Antes de que pudiera decidirse sobre si coger el de forma de frambuesa o de melocoton, volvieron a llamar a la puerta.
Tras oir su permiso para entrar, Nelson abrio la puerta y se acerco a Carolyn llevando una bandeja de plata con una tarjeta.
– Tiene otro presente, milady. Esta en el vestibulo. Venia con esto.
Nelson le tendio la bandeja.
?Otro presente? Carolyn volvio a tapar la caja de los dulces y la introdujo en el cajon de en medio del escritorio. Despues cogio la carta que Nelson llevaba en la bandeja, rompio el sello de cera y leyo las palabras escritas en perfecta caligrafia.
«Para Galatea. Del salteador de caminos. Porque le recuerdan a ti.»
?Cielos, Daniel habia tenido una manana muy ocupada! Volvio a leer la nota y una sensacion de calidez la invadio. Aquella nota era mucho mas personal que la primera, y mucho mas intrigante. Siguio a Nelson a lo largo del pasillo, entro en el vestibulo y solto un respingo. Un ramo de flores enorme, el mayor que habia visto en toda su vida, estaba sobre la mesa de madera de cerezo. Las flores estaban dispuestas en un maravilloso jarron de cristal tallado.
Y todas eran rosas de color rosado.
?Cielo santo, al menos habia diez docenas de rosas! Daniel debia de haber dejado sin flores todos los rosales del invernadero. Aquello era ridiculo, excesivo y extravagante.
Y sumamente romantico. «Le recuerdan a ti…»
Una oleada de calor recorrio todo su cuerpo. Toco una de las delicadas flores e inhalo la embriagadora fragancia que perfumaba el vestibulo. Aquel regalo constituia un gesto atento y encantador. El segundo de aquella misma manana. Y procedia de un hombre al que empezaba a considerar… atento y encantador.
Y tambien lleno de sorpresas. Entonces penso que los planes de Daniel para aquella tarde tambien constituian una sorpresa, lo que significaba que el le iba a dar tres sorpresas en un dia y ella, ninguna.
Eso daba una puntuacion nada equilibrada.
Una idea se formo en su mente y sus labios se curvaron en una secreta sonrisa.
Se volvio hacia Nelson.
– Lord Surbrooke vendra hacia mediodia. Lo recibire en mi saloncito privado.
El salon no le serviria para lo que tenia pensado.
– Si, milady.
Carolyn cogio una rosa de tallo largo del jarron y se dirigio a las escaleras.
Ya iba siendo hora de que fuera ella quien sorprendiera a Daniel y equilibrara un poco la desigual puntuacion.
– Lady Wingate vendra enseguida -declaro Nelson a Daniel despues de conducirlo a una habitacion acogedora, decorada con buen gusto y femenina.
Sin duda se trataba del saloncito privado de Carolyn. Daniel le dio las gracias al mayordomo, quien se marcho cerrando la puerta tras el silenciosamente. Daniel, sorprendido, examino el refugio privado de Carolyn mientras se preguntaba si tendria algun significado que lo recibiera alli en lugar del salon. No es que le molestara la mayor intimidad de la que dispondrian alli, sobre todo teniendo en cuenta la noticia que queria darle. Tampoco podia negar que se sentia aliviado al no tener el enorme retrato de Edward sobre ellos.
Giro sobre si mismo con lentitud mientras observaba con atencion su entorno. Las paredes estaban forradas con una tela de seda de color amarillo palido y estaban decoradas con acuarelas de flores y plantas encuadradas con marcos dorados. Daniel supuso que eran obra de su hermana Sarah, quien, segun le habian contado, tenia un gran talento para la pintura. Tras examinar uno de los cuadros mas de cerca, vio que, efectivamente, estaba firmado por Sarah.
Una libreria de suelo a techo estaba flanqueada por dos ventanales con cortinajes de terciopelo verde oscuro a traves de los cuales entraban los rayos oblicuos del sol. En un rincon cercano a uno de los ventanales habia un elegante escritorio perfectamente situado para recibir la luz solar. En el otro lado habia un sofa de contornos redondeados y tapizado con una tela de finas rayas amarillas y verde palido. Su mirada se poso en un estilizado jarron de plata que habia sobre una mesa de marqueteria situada junto al sofa. El jarron contenia una unica flor, una de las rosas de su invernadero. Sin duda eso era una buena senal.