A Matthew le llevo varios segundos recuperarse de la sorpresa. Luego exigio en tono duro:
– Detente.
Y Danforth ciertamente se detuvo. Justo delante de la puerta. Pero solo el tiempo suficiente para levantar su enorme pata y abrir la puerta utilizando el truco que Matthew le habia ensenado. En un instante el animal desaparecio por el pasillo.
– Maldita sea.
Decidido a rescatar su boceto, Matthew salio corriendo detras de ese perro que se habia vuelto totalmente loco. Salio al pasillo y miro a ambos lados. Danforth aguardaba al final del largo pasillo con el boceto colgando de su boca, agitando la cola como si eso fuera algun tipo de juego y estuviera esperando que su amo se uniera a el para jugar.
– Ven aqui -ordeno Matthew en un susurro para no despertar a todo el mundo.
Justo delante de la puerta del dormitorio de Sarah.
– Ven -le dijo al perro en un susurro siseante. Al ver que Danforth no se movia se dirigio hacia el a paso vivo-. Si me has estropeado el boceto, no volveras a comer carne -le prometio-, ni panecillos calientes. No habra mas que sobras para ti de ahora en adelante.
Matthew se detuvo en seco ante la puerta. Maldicion, ?que podia hacer ahora? Estaba ante su dormitorio… El unico lugar del planeta donde queria estar, pero que tambien era el unico sitio donde sabia sin lugar a dudas que no deberia aventurarse por ningun motivo. Ella podia estar banandose. O desvistiendose. Se sintio arder solo de pensarlo.
Pero quiza solo estaba dormida. Si, eso era lo mas probable. Y tenia que entrar en la habitacion…, tenia que rescatar el boceto antes de que quedara arruinado por la saliva de
Tomo aliento, apreto los nudillos y entro en ese lugar de tentacion, esto…, en el dormitorio de Sarah.
En el mismo momento en que traspaso el umbral, su mirada volo hacia la chimenea. No habia ninguna banera con agua humeante ante el fuego ni una Sarah desnuda y mojada. Mierda. Esto…, mejor. Luego miro a la cama. Vacia. Escudrino la estancia y detuvo la mirada en ella, que estaba de pie ante el armario. Su corazon comenzo a comportarse de la misma manera erratica que se comportaba cada vez que le ponia los ojos encima.
Llevaba un camison blanco que la cubria de la barbilla a los pies, una prenda modesta que no deberia hacerle hervir la sangre. Ella sujetaba el boceto entre las manos y lo miraba, con los ojos totalmente agrandados por la sorpresa. Danforth, que parecia sonreir abiertamente, estaba sentado a sus pies, bueno, probablemente sobre sus pies -a Matthew no le cabia duda pues parecia incapaz de moverse-, y se le ocurrio que Danforth era un perro muy listo.
Ella echo lo que parecia una mirada nerviosa por encima del hombro hacia el armario, luego se humedecio los labios, provocando que Matthew apretara con fuerza la mandibula.
– Lord Langston… ?que esta haciendo aqui?
El odio que ella insistiera en utilizar la formalidad de su titulo. Queria oirle decir su nombre, queria observar como movia los labios con delicadeza para pronunciar cada silaba. Pero aunque la habia invitado repetidas veces a hacerlo, ella, irreflexivamente, mantenia el trato de cortesia.
– Danforth -dijo el, negando con la cabeza-. Es un demonio. Me cogio el boceto que dibujaste del escritorio, y antes de poder detenerlo estaba entrando en tu cuarto. Como ya sabes, es muy habil abriendo puertas.
– Si, lo se. -Sarah volvio a dirigir la mirada al armario que tenia a sus espaldas.
Parecia y sonaba algo nerviosa. Agitada. Estaba claro que su presencia la afectaba bastante. Bueno, eso estaba bien. ?Por que iba a ser el unico que sufriera?
– Lamento el comportamiento de
– No es necesario. -Le tendio la mano-. Aqui tiene el boceto.
El no lo cogio.
– Gracias, pero creo que tenia alguna razon para traertelo. Creo que quiere que le escribas una dedicatoria al dorso como hiciste en el otro boceto. -La voz de Matthew sono como un susurro conspirador cuando le confio-: Se ha sentido algo insultado al no ponerle nada. Me lo dijo.
Sarah curvo los labios y bajo la mirada al perro.
– ?Es eso verdad,
– Perdon por tan imperdonable descuido, lo corregire de inmediato -dijo ella con el adecuado tono contrito.
Matthew la observo sacar el pie de debajo de Danforth y
Matthew detuvo la mirada. Entrecerro los ojos. Luego los agrando. Clavo los ojos en el calzado masculino durante varios segundos con pasmada incredulidad. Parpadeo varias veces para asegurarse de que realmente estaba viendo lo que veia. Y si, alli estaban las botas, eran claramente visibles hasta los tobillos. Lo que solo podia significar…
Habia un hombre escondido en el armario.
Un hombre que, basandose en la agitacion y las miradas que Sarah habia echado por encima del hombro, ella sabia que estaba alli. Y como no habia dado senales de sentirse amenazada estaba claro que consentia su presencia.
En ese momento sintio que la sangre le inundaba la cabeza. ?Por todos los infiernos! ?Estaba con un hombre! Un hombre que no era el. Un cobarde bastardo que se habia escondido en el armario en el mismo momento que se abrio la puerta, interrumpiendo asi su cita. Una cita que no era con el.
Colera, ira, orgullo, celos y -maldita fuera- tambien dolor hicieron erupcion en su interior, dejandolo aturdido y herido. Y muy furioso.
Su primera reaccion fue ir al armario, abrir bruscamente las puertas y sacar de un tiron a ese cobarde bastardo de entre la ropa. Pero eso podia esperar, asi que se encamino al escritorio con pasos lentos y comedidos. Cuando llego donde estaba Sarah, rodeo el escritorio y, plantando las manos sobre la madera pulida, se inclino hacia ella.
– ?Sarah?
Ella levanto la vista de lo que estaba escribiendo en la parte posterior del boceto.
– ?Si, milord?
– ?Que estabas haciendo cuando
Algo brillo en los ojos de Sarah, que miro de reojo el armario. El rubor tino sus mejillas. Parecia tan culpable como si tuviera la palabra escrita en la frente.
– Nada.
– ?Nada? Vaya, vaya. Debias de estar haciendo algo.
– No. Nada. Solo estaba… sentada junto al fuego.
El la miro fijamente, conteniendo su furia mientras sentia el estomago revuelto.
– No sabes mentir -dijo el, sintiendose orgulloso de lo tranquilo que parecia.
Ella alzo la barbilla. El fastidio brillaba en sus ojos.
– Nunca he aspirado a saber mentir. No miento. Estaba sentada junto al fuego.