intervino Meredith tras carraspear-. Lord Greybourne cree que podra encontrar el pedazo de piedra que falta, y que de ese modo sera capaz de contrarrestar el maleficio. A partir de ese supuesto, he pensado que podriamos aplazar la boda hasta el dia 22. Enviare inmediatamente una nota al
La mirada de lord Hedington fue saltando de uno a otro, y luego su cabeza se inclino en un gesto de aprobacion.
– Muy bien. Pero antes espero poder asegurarme de que mi hija no ha sufrido ningun dano. Hasta que no este seguro de que se encuentra a salvo no habra boda, a pesar del detestable escandalo. Y ahora voy a volver a casa para leer esa nota que dice haberme dejado alli -contesto, y salio de la sala girando sobre sus talones.
– Le ofrezco mi ayuda en la busqueda de la piedra, lord Greybourne -dijo Meredith mirando a lord Greybourne.
– Se lo agradezco. Pero no imaginaba que fuera usted una granjera, ?no es asi miss Chilton-Grizedale?
«Por el amor de Dios, este hombre esta tarado.»
– ?Granjera? Por supuesto que no. ?Por que me lo pregunta?
– Porque creo que este trabajo sera como estar buscando una aguja en un pajar.
Unos ojos pequenos observaban la coleccion de arte egipcio que descansaba sobre terciopelo rojo, metida en una caja de cristal en el Museo Britanico. De que manera tan perfecta armonizaba ese color con aquellas piezas, el color de la sangre. Sangre que habia sido vertida y sangre que iba a ser vertida.
«Tu sangre, Greybourne. Vas a sufrir por el dano que has causado. Pronto.»
Muy pronto.
3
Meredith caminaba lentamente por la acera que conducia, a su modesta casa en Hadlow Street. Aunque aquella zona estaba lejos de los barrios mas de moda de Londres, todavia era un barrio respetable. Y a ella le gustaba su casa con el apasionado orgullo de alguien que ha tenido que luchar duro por lo que queria conseguir. Y mas que nada en el mundo, Meredith queria tener una casa. Una verdadera casa. Una casa respetable.
Por supuesto que sabia que jamas se convertiria en miembro de la alta sociedad, pero su asociacion con las personas pudientes, a pesar de que ella estuviera al margen, le aportaba el grado de respeto que durante toda su vida habia implorado tener.
Ahora sus pies se movian a paso de tortuga. Temia abrir la puerta principal y tener que decirles a las tres personas que mas queria en el mundo que habia fracasado. Que su vida, esa fachada que tan cuidadosamente habia construido, estaba a punto de desmoronarse como un castillo de naipes. ?Seria posible que Albert, Charlotte y Hope ya lo supieran? Los cotilleos corren tan deprisa…
La puerta de madera de haya que acababa de abrirse hizo aparecer la expectante sonrisa de Albert Goddard. Charlotte Carlyle estaba de pie a su lado, con sus normalmente tranquilos ojos verdes abiertos en senal de inquieta espera. Hope, la hija de Charlotte, miraba a hurtadillas desde detras de la falda verde oscuro de su madre, y en el momento en que vio aparecer a Meredith, echo a correr hacia ella.
– ?Tia Merrie! -Hope se agarro con sus rechonchos bracitos de cuatro anos a las piernas de ella y Meredith se agacho para estampar un beso en los bucles dorados de la nina-. Te he echado de menos, tia Merrie -proclamo Hope mirando hacia arriba con aquellos verdes ojos, que eran una replica exacta de los de Charlotte, brillando de placer.
– Yo tambien te he echado de menos, encanto. -Meredith sintio que se le encogia el corazon. Hoy se jugaba mucho mas que su futuro. En la situacion actual, ?que iba a ser de Hope y de Charlotte? ?Y de Albert?
Miro hacia la puerta mientras avanzaba intentando poner cara de despreocupacion. En el momento en que se cruzo con la mirada de Albert, se dio cuenta de que habia fracasado en su intento de aparentar despreocupacion. La mirada de Albert se quedo fria, luego se apago lentamente, y al final su expresion se convirtio en una entornada mirada de cautela.
Maldicion, el la conocia tan bien… y despues de once anos se suponia que deberia haberselo esperado. Y esos ojos sabian demasiado para un muchacho de veinte anos. Aunque, por supuesto, Albert habia visto y sobrevivido a muchas mas cosas que la mayoria de los veinteaneros. Su mirada se poso en Charlotte, quien llevaba el delantal de cocinera todavia anudado alrededor de la esbelta cintura y cuyos ojos reflejaban la misma inquieta cautela que los de Albert. Charlotte la conocia tan bien como Albert, aunque solo formara parte de la «familia» de Meredith desde hacia cinco anos, desde poco antes de dar a luz a Hope. Ya que no podia esconderle la verdad a ninguno de los dos, decidio que no iba a prolongar el misterio.
Con la pequena mano de Hope agarrada a la suya, Meredith avanzo por el camino empedrado. Cuando entro en el pequeno vestibulo con suelo de madera, se quito el sombrero y se lo dio a Albert.
– Tenemos que hablar -les dijo a Albert y a Charlotte sin mas preambulos.
Llevando todavia a Hope tomada de la mano, Meredith avanzo por el pasillo hasta llegar al salon. Hope se dirigio enseguida hacia el rincon donde estaban su mesa y su silla de nino, y se puso a dibujar en su cuaderno de pintura. Meredith junto las manos delante de la cara y se enfrento a sus dos mejores amigos.
– Me temo que traigo unas noticias bastante preocupantes. -Les describio los acontecimientos ocurridos por la manana en la iglesia, y concluyo diciendo-: Por mucho que quiera ser optimista, me temo que debo ser practica. Este desastre, a pesar de que no ha sido culpa mia, va a tener repercusiones nefastas en mi reputacion como casamentera. De hecho, solo es cuestion de tiempo, quiza de horas, que empiecen a llegar peticiones de prescindir de mis servicios. Aunque tengo esperanzas en que lord Greybourne encuentre la parte desaparecida de la piedra y acabe con el maleficio, estaria loca si no hiciera planes para el caso de que no tuviera exito. Aunque se probara que no se trataba mas que de un aplazamiento, en lugar de una cancelacion de la boda, con todos los cotilleos que ya estan de boca en boca, pasaran meses antes de que se repare el dano. Y si fracasa… -Presiono sus dedos contra las sienes intentando que no se le escapara la poca cordura que aun le quedaba-. Por Dios, en ese caso, estare completamente arruinada. Mi vida quedara destruida… -Y ella sabia muy bien lo dificil que era para una mujer ganarse la vida. «No volvere atras… Nunca mas volvere atras», penso.
– Si quiere que le de mi opinion, ese maleficio me parece un asunto bastante sospechoso -dijo Albert entornando los ojos-. Acaso ese tal Greybourne se lo haya inventado todo para no tener que casarse.
– No lo creo -dijo Meredith meneando lentamente la cabeza.
– Es usted demasiado credula -replico Albert.
– No estoy diciendo que crea en el maleficio. No estoy demasiado segura de lo que pienso al respecto. Por increible que parezca, creo que de alguna manera no puedo descartarlo. Y no me cabe ninguna duda de que lord Greybourne esta completamente convencido de la existencia de dicho maleficio.
– Bueno, eso solo prueba que el tipo esta tarado -dijo Albert senalandose la sien con el dedo indice-. Creo que deberia mantenerse alejada de el, miss Merrie. Yo de usted no me fiaria ni un pelo. Y entretanto, no debe preocuparse en absoluto por el dinero. Encontrare algun trabajo nocturno, probablemente en los muelles. Y si no, podemos irnos a descansar a alguna parte, a algun sitio adonde no lleguen los rumores. Quiza a algun lugar cerca del mar, como siempre hemos querido hacer. Saldremos adelante, como siempre hemos hecho.
– Por supuesto que saldremos adelante -dijo Charlotte-. Yo puedo ponerme a coser.
– Yo no quiero solo que salgamos adelante. -Meredith saco pecho y se apreto las manos para calmar el miedo que empezaba a abrumarla-. Hemos trabajado muy duro, y demasiado tiempo, y yo no puedo, no quiero, dejar que esta situacion destruya mi buen nombre, mi respetabilidad y mi reputacion. Tenemos la oportunidad de conseguir una segundad futura para todos. Para Hope. Y la unica manera de que nada se estropee es asegurarnos de que lord Greybourne se casa con lady Sarah.
– Bueno, entonces solo tenemos que asegurarnos de que sea asi -decreto Albert, como si aquello fuera la cosa mas sencilla del mundo-. Mire, podemos ofrecerle nuestra ayuda para buscar ese trozo de piedra desaparecido, y antes de lo que imagina ya habremos solucionado el problema y conseguido que el tipo ese se case.
Una sonrisa cansada se dibujo en los labios de Meredith. Querido Albert. Se daba cuenta de que, de alguna manera, ahora que lo miraba bien, habia crecido fuerte como un roble. Estaba muy lejos ya de ser aquel enfermizo y destrozado muchacho que ella habia encontrado tirado en la cuneta, abandonado alli para que