minuto mas sin una respuesta. Otro minuto perdido. Se negaba a mirar el reloj, pero cada vez que el carillon daba los cuartos su mente le avisaba de lo rapido que se les estaba escapando el tiempo. Abrio otro de los diarios maldiciendo y rezando a la vez. ?Maldita sea! La respuesta tenia que estar en alguna parte. Tenia que estar en algun lugar. Y el tenia que encontrarla. Por favor…

– Me parece que no le hemos prestado suficiente atencion a esto -dijo Meredith. El levanto la vista. La enorme perla descansaba sobre la palma de su mano-. Dado el tamano y lo antigua que es, no cabe duda de que esta piedra tiene que valer varios miles de libras.

– Estoy de acuerdo -dijo Philip colocandose bien las gafas y prestandole toda su atencion.

– Es el tipo de piedra que debio de pertenecer a alguien muy importante. Acaso a una reina.

– Si. Una reina como Cleopatra o Nefertiti… las dos grandes bellezas… -Un recuerdo asomo desde la trastienda de su memoria mezclandose con las frases finales del mensaje de la piedra.

– ?Que sucede? -pregunto Meredith.

– No estoy seguro, pero creo que me has dado una idea. -Se levanto y se acerco a la libreria que habia en una esquina del estudio. Recorrio con el indice la fila de lomos de cuero de la ultima estanteria-. Recuerdo una historia que lei hace anos. -Encontro el volumen que buscaba y lo saco de la estanteria-. Un momento.

Llevo el libro a la mesa, lo abrio y hojeo las paginas hasta que encontro el pasaje que estaba buscando. Mientras leia aquellas lineas, su corazon empezo a latir mas deprisa y la mano se le puso a temblar.

– Creo que hemos encontrado algo -dijo el.

– ?Que libro es ese? -pregunto ella apoyandose en sus hombros.

– Es uno de mis primeros diarios. Son notas que tome hace anos a partir de la lectura de la Historia natural de Plinio el Viejo. Cuando has mencionado la perla, y a una princesa que la podria llevar puesta, he pensado en las ultimas lineas de la maldicion y ha habido algo que me ha sonado familiar.

– ?Quien es Plinio el Viejo?

– Un escritor romano del siglo uno. En su Historia natural cuenta una anecdota en la que las perlas tienen un papel clave. Se trata del relato de uno de los banquetes mas famosos de la historia. Parece ser que Cleopatra le aposto a Marco Antonio que ella podia ofrecer el banquete mas caro de la historia, un banquete que nadie podria igualar.

– Una belleza y un arriesgado banquete -dijo ella con un destello de comprension en los ojos.

– Si. Segun esa historia, ella pretendia convencer a Roma de que Egipto poseia una herencia y una riqueza tan vasta que estaba mas alla de la conquista. Y eso tambien encaja con el maleficio. Marco Antonio era su amante, y Cleopatra estaba intentando demostrarle que ella (Egipto) era la mas fuerte, y que «no era menos». - Philip no podia ocultar la excitacion de su voz conforme seguia leyendo sus notas-. De hecho, aquel banquete fue lujoso, pero no mucho mas que los que Cleopatra habia ofrecido en muchas otras ocasiones, de modo que Marco Antonio creyo que habia ganado. Pero entonces Cleopatra, que en aquel momento llevaba puestos unos pendientes con dos perlas enormes, se quito una de ellas, la aplasto, la echo en su copa de vino, y se la trago. Despues de aquello, el juez de la apuesta tuvo que declarar que Marco Antonio habia perdido.

– «Con absoluta audacia» -dijo ella con los ojos muy abiertos.

– Si. Todo concuerda con las palabras del maleficio -dijo Philip, con el corazon a punto de salirsele del pecho, con la certeza de que esa era la clave que habian estado buscando. Se puso de pie y agarro a Meredith por los hombros- La ultima linea de la piedra: «Haz lo mismo tu para que el amor, y no la muerte, prevalezca». Si nosotros hacemos lo mismo, sera el amor, y no la muerte, lo que prevalecera.

Ella abrio los ojos con comprension y esperanza. Luego su mirada se poso en la perla que descansaba sobre la palma de su mano.

– ?Crees que esta puede ser la perla del otro pendiente de Cleopatra?

– Tengo sospechas muy fundadas de que asi es.

Ella dejo escapar un largo y profundo suspiro.

– Dios mio. Si en aquella epoca ya debio de ser una perla valiosisima, ?cuanto se supone que puede valer hoy en dia?

– No tanto como tu vida, Meredith.

– Pero tu mismo estabas de acuerdo en que podria valer varios miles de libras. Y si pertenecio a Cleopatra, estoy convencida de que era una estimacion a la baja. Pensar en destruir algo tan especial y valioso…

El la hizo callar colocando la punta de dos dedos sobre sus labios.

– Tu eres mas especial y valiosa que cualquier otra cosa. Vamos, ha llegado el momento de acabar con esta maldicion. -Tomandola de la mano, Philip la acompano hasta donde estaban las bebidas y sirvio una copa de vino.

Sintiendose como si estuviera dentro de un sueno, Meredith observo como el aplastaba la perla en la copa. Cielos, aquella perla era tan valiosa, y el la habia destruido sin siquiera pestanear, solo por salvarle la vida.

– Philip… ?y si estas equivocado?

Como respuesta, el bebio un sorbo de la copa y a continuacion se la acerco a ella.

– Bebe.

Ella hizo lo que se le pedia, tragando el liquido que quedaba en la copa. Luego se quedaron de pie, en silencio, mirandose a los ojos. Paso un minuto. A Meredith el corazon le latia con trepidacion mientras esperaba una senal, un signo de que el maleficio se habia roto.

Paso otro largo minuto cargado de tension. Nada. La trepidacion de su corazon aumento llenandola de panico. Los ojos de Philip reflejaban la misma preocupacion y el mismo miedo que podia verse en los de ella. Por Dios, ?y si al beberse aquella perla no hubieran hecho nada mas que destruir una piedra preciosa? La esperanza que poco antes se habia hecho un hueco en su corazon empezo a disiparse, dejando en su lugar un rastro de desesperacion y sufrimiento.

Pero al cabo de un momento Meredith experimento una extrana sensacion en la cabeza. Abrio los ojos como platos.

– ?Que te pasa? -pregunto Philip escudrinando el rostro de ella con su ansiosa mirada.

– El dolor de cabeza -murmuro ella-. Ha desaparecido.

Un ruido en el escritorio llamo su atencion, y los dos se volvieron a la vez. Meredith agarro con fuerza la mano de Philip, con un gesto de sorpresa que se iba transformando en una conmocion pasmada, mientras la «Piedra de lagrimas» parecia empezar a temblar encima de la mesa. Luego, como si hubiera sido movida por una mano invisible, cayo al suelo golpeando sobre la alfombra con un ruido sordo, y se rompio en cientos de pedazos que se fueron deshaciendo lentamente hasta quedar convertidos en un monton de arena. Su mirada se dirigio hacia Philip.

– Por Dios, ?has visto eso? -pregunto ella incapaz de creer lo que sus ojos acababan de presenciar, y nerviosa imaginando si ese monton de arena podria significar lo que ella estaba deseando entender.

– Lo he visto. Y excepto tu misma, eso entra en la categoria de «la cosa mas hermosa que he visto en el mundo». -Sus labios se curvaron lentamente en una sonrisa, y el la atrajo contra si-. Mi querida Meredith, esto significa que hemos roto el maleficio; de manera literal y figurada. Somos libres.

– ?De veras ha acabado todo? -pregunto ella sintiendo que le temblaban las rodillas de emocion.

– Si. Y en cuanto a todo lo demas, esto no es mas que el principio. -Philip le sujeto la cara con ambas manos y su sonrisa desaparecio de los labios-. Maldita sea, no tienes ni idea de lo aterrorizado que estaba. Me he sentido tan mal por dentro. Completamente asustado.

– No mas que yo, te lo puedo asegurar.

– Por mucho que odie lo que ha hecho Edward, una parte de mi ha entendido la desesperacion que el sentia. Si te hubiera sucedido algo malo, creo que me hubiera vuelto loco.

Ansiosa por borrar aquella tension de los ojos de el, Meredith le sonrio.

– Bueno, gracias a ti, ya soy libre. Por suerte has tenido uno de tus momentos de lucidez, y ha sido un momento muy oportuno.

– Ha sido un momento de lucidez inspirado por ti.

– Pues si que hacemos buena pareja, ?no te parece?

– A mi no me tenian que convencer de eso -dijo el agachando la cabeza y besandola con pasion, lentitud y profunda perfeccion, mientras las rodillas de ella se convertian en mantequilla y se apretujaba contra el. Philip aparto los labios de su boca, y la siguio besando por las mejillas y el cuello.

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