maldita estupidez habia perdido a Hayley, para siempre.

Levantandose de la silla, Stephen se sirvio otro brandy y miro por la ventana. El sol brillaba intensamente, banando a las gentes mas distinguidas de Londres de un dorado resplandor mientras paseaban por Hyde Park, pero Stephen no tenia ojos para nadie.

– No se quedo a mi lado, Justin. Tanto tu como Victoria le pedisteis que se quedara, pero ella se marcho.

– No hasta que supo que te recuperarias. Y ademas tiene una casa entera a su cargo. Tenia que irse.

– Queria irse. Alejarse de mi.

– Tal vez. -Justin le dio la razon-. Pero ?puedes culparla realmente por eso?

Stephen apuro su copa.

– No. La trate fatal. Te lo he dicho mas de una vez. Ella esta mejor sin mi.

– Hummm… tal vez tengas razon. Parece ser que un tal Popplemore esta pasando bastante tiempo en casa de los Albright. Puesto que Pamela parece estar comprometida y a tia Olivia ya se le ha pasado bastante el arroz, solo puedo asumir que Hayley es su principal atraccion.

Al oir el nombre de Popplemore, Stephen se dio media vuelta desde la ventana. Justin tenia en la mano la carta de Callie y estaba devorando avidamente su contenido.

– No recuerdo haberte dado permiso para leer mi carta -dijo Stephen con voz gelida.

Justin le dirigio una sonrisa.

– Tienes toda la razon, pero tampoco te lo he pedido. Entonces, ?quien es ese tal Popplemore? ?Un pretendiente?

A Stephen le invadieron los celos.

– Un ex pretendiente -espeto.

Justin arqueo las cejas.

– ?Ah, si? ?Has dicho «ex»? Parece ser bastante actual segun la carta de la pequena Callie. Dice que les visita casi a diario. Imaginatelo.

– Justin. -La palabra de Stephen contenia un inconfundible tono de aviso.

Justin abrio los ojos de par en par, con expresion de fingida inocencia.

– Me estoy limitando a leer las palabras de la nina. Si ya te va bien que ese tal Popplemore corteje a la mujer que amas, nada mas lejos de mi intencion que objetar nada ante tu decision. Es obvio que sabes que es lo que mas te conviene.

Stephen dejo la copa en la mesa de Justin dando un fuerte golpe.

– Por supuesto que lo se.

Justin agito la carta en el aire.

– ?Significa eso que no piensas hacer nada al respecto?

Stephen dio un paso adelante y le quito a Justin de un tiron la carta de la mano.

– No hay nada que pueda hacer.

– De hecho, creo que puedes hacer bastante.

– Dejalo ya, Justin. Es mejor asi.

– ?Mejor? ?Eso crees? ?Para quien? Segun esta carta, Hayley parece bastante triste, y es evidente que tu estas francamente mal…

– No estoy mal…

Se miraron fijamente durante un largo rato.

– Como quieras, Stephen. Pero creo que estas cometiendo una tremenda equivocacion.

– Tomo nota.

– En realidad, no es de mi incumbencia. Ya tengo bastante intentando controlar a Victoria para preocuparme de tus asuntos.

– Exactamente.

– Esta esposa mia agotaria la paciencia de un santo, metiendo siempre las narices en todo. Ya sabes como se las arreglo para conseguir que Hayley viniera a la fiesta…

En aquel momento se oyo un gran estruendo en el otro extremo de la habitacion. Stephen y Justin se giraron hacia el lugar de donde procedia el ruido y observaron como se abria de par en par una puertecita ubicada en el rincon mas alejado del despacho.

Victoria se precipito de cabeza desde el armario. Dio un grito sofocado y aterrizo sobre la alfombra hecha un ovillo, resoplando sonoramente

– ?Maldita y endeble puerta!

– ?Victoria! -exclamo Justin, corriendo junto a ella-. ?Te has hecho dano? -Se arrodillo para ayudarla a levantarse, pero Victoria se solto de sus brazos y se aparto de el.

– ?Sueltame, tu… tu… oooh! -Se puso de rodillas y se aparto el pelo de la cara con impaciencia-. No se te ocurra ponerme las manos encima, canalla. -Con un gran esfuerzo, se puso de pie, respirando entrecortadamente.

Alisandose la falda con gran impetu, avanzo pisando fuerte hacia su anonadado esposo y se detuvo justo enfrente de el.

– Conque agotaria la paciencia de un santo, ?eh? ?Como te atreves a decir algo semejante? ?Y con todo el descaro! A ver si te enteras de una vez de que no necesitas «controlar» a Victoria. Soy perfectamente capaz de controlarme a mi misma, muchas gracias.

Luego anduvo con paso airado y la cabeza bien alta hacia su hermano.

– ?Y tu! Eres el imbecil mas testarudo, obstinado y estupido que he tenido la desgracia de conocer. - Acompano cada uno de los insultos con un golpe seco del dedo indice en el centro del pecho de Stephen.

– ?Uy! -Stephen se froto la piel dolorida y la miro con mala cara. ?Acaso todas las mujeres que conocia se sentian impelidas a aporrearle el pecho?- Ese habito tuyo de escuchar detras de las puertas no es muy propio de una dama que digamos, querida hermanita.

Victoria resoplo por la nariz y levanto un poco mas la barbilla.

– Es la unica forma que tengo de enterarme de algo en esta casa, y debo decir que no doy credito a mis oidos. No puedo entender que no vayas a explicarte ante Hayley.

– No te debo ninguna explicacion, Victoria -dijo Stephen con voz tirante-. Si me disculpais los dos, deberia irme ya. -Dio media vuelta para salir de la habitacion.

Victoria lo agarro del brazo y tiro de el con fuerza.

– No hasta que escuches lo que tengo que decirte.

Stephen se detuvo y miro la mano de Victoria sujetandole la manga, luego emitio un largo suspiro.

– Muy bien. Di lo que tengas que decir, pero dilo rapido. Salgo de aqui dentro de exactamente dos minutos.

– Como ya sabes, conozco a Hayley -dijo Victoria sin dudar ni un momento-Creo que es maravillosa. Es encantadora, inteligente, carinosa, buena y generosa, pero eso no es lo mas importante.

– ?Ah, no? -pregunto Stephen en tono de aburrimiento-. ?Puedes decirme entonces, por favor, que consideras mas importante?

– Que te quiere.

– Sinceramente, lo dudo.

Victoria se sentia tan frustrada que dio un taconazo de rabia en el suelo.

– ?Por el amor de Dios, Stephen! ?Como puedes ser tan imbecil? Estuvo sentada en esta misma habitacion y me dijo que te queria, algo que ya te habia dicho a ti. Y, lo que es mas, tu la quieres a ella. -Le agito la manga, pero Stephen guardo un silencio sepulcral-. Puedes negarlo cuanto quieras -prosiguio-. Pero por que te empenas en negarlo es algo que a mi se me escapa por completo. Te ha salvado la vida, no una vez sino dos. Se merece mucho mas de lo que le has dado. Fuiste feliz con ella durante tu estancia en Halstead. Y cualquiera que tenga dos ojos en la cara puede darse cuenta de que ahora te sientes profundamente desdichado porque la echas de menos. Ve a verla. Habla con ella. Ella vino una vez a ti, pero tu la echaste a patadas. Ahora eres tu quien debe ir a buscarla.

– No quiere verme -musito Stephen apretando los dientes.

– ?Como lo sabes? -dijo Victoria chillando-. ?Has pensado alguna vez en sus sentimientos? La carta de la nina

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