– ?Cuanto tiempo has vivido aqui?
– Ocho anos. Creci a unas horas de aqui, en Cartersville. Esta a las afueras…
– De Sacramento -concluyo ella con voz sorprendida-. Yo soy de Farmington.
El anadio agua y luego coloco un filtro.
– De modo que hemos crecido a menos de veinte kilometros el uno del otro.
– Eso parece -ella sonrio-. Seguro que nos vimos docenas de veces en el centro comercial.
– Lo dudo. Rara vez iba al centro comercial; ademas, habria recordado verte.
– Un amable y apreciado intento de halago, pero si me hubieras visto en el instituto, habrias salido corriendo en la otra direccion.
– He de repetir que lo dudo. Pero ?por que lo dices?
– Puedo describir mi aspecto con una palabra: aterradora. Pelo al estilo de
– No hace falta que lo digas -el sonrio.
Esa sonrisa hizo que Carlie contuviera el aliento. Se fijo en las manos de Daniel. Eran bonitas. Grandes, anchas, de dedos largos. Fuertes y capaces. La imagen de ellas subiendole por los muslos le desboco la imaginacion…
Decidio que lo mejor era volver a poner la conversacion en marcha.
– ?Por que te mudas? -pregunto, centrando la atencion en la cafetera.
– Un trabajo nuevo.
– Creia que eras autonomo. Algo relacionado con la informatica, ?no?
El asintio.
– Desarrollo y mantengo sitios web.
Le cautivo el modo en que sus gafas se deslizaron por su nariz cuando asintio. Como aun tenia las manos ocupadas con la cafetera, y a ella le daba la impresion de no poder detenerse, alargo una mano y con suavidad volvio a colocarselas.
El se quedo absolutamente quieto. Detras de la montura negra, le clavo la vista. Durante varios segundos ninguno hablo. Fue como si un vapor sexualmente cargado los hubiera envuelto y el corazon de Carlie latio tan fuerte que se pregunto si el lo oiria.
Al final, Daniel carraspeo.
– Gracias -dijo.
– De nada -musito.
– No dejan de resbalar todo el tiempo. Probablemente, deberia ponerme lentes de contacto…
– ?No! -exclamo con celeridad. El enarco las cejas y ella tosio para ocultar la exclamacion y luego anadio con mas suavidad-: Quiero decir, las gafas… te sientan bien.
El sonrio y devolvio su atencion a la cafetera.
Ella espero que terminara, admirando de paso esas manos, y luego pregunto:
– ?Cual es tu nuevo trabajo?
– Director del Departamento de Tecnologia de la Informacion de Allied Computers. En Boston.
– Un cambio muy grande. ?Y que pasa con tu negocio de las paginas web?
– No estoy aceptando clientes nuevos, pero seguire manteniendo los sitios que ya he disenado. Actualizarlos no lleva tanto tiempo, al menos no como disenarlos y construirlos, ademas de que me reportara unos interesantes ingresos secundarios.
Lo estudio varios segundos mientras el se dedicaba a tapar el bote de cafe.
– Debe de ser dificil dejar atras esta ciudad.
Daniel alzo la cabeza y la miro sorprendido.
– ?Lees la mente?
Le encantaria saber si en ese momento estaba en su mente.
– No. Solo… es empatia. Apenas llevo en Austell tres meses y ya me encanta.
– Es un lugar estupendo en el que vivir -convino con voz melancolica.
– Eso creo. Estoy contenta de haber decidido trasladarme aqui.
– ?No ibas a hacerlo?
Ella movio la cabeza.
– Mi companera de casa se fugo con su novio despues de que yo hubiera firmado el contrato y, si me hubiera echado para atras, habria perdido tres meses de alquiler. Economicamente, la renta representa una carga, en especial con lo caros que son los libros de texto y la matricula, pero me gustan tanto la casa y el patio, que decidi recurrir a mis ahorros y quedarme todo el ano hasta terminar la carrera.
– ?Que estudias?
– Terapia ocupacional.
– He oido hablar de eso, pero no puedo decir que sepa que es lo que realmente hace un terapeuta ocupacional.
– Ayudamos a personas cuyas habilidades de vida se hayan visto comprometidas por accidentes, enfermedades o defectos de nacimiento.
Rodeo la encimera y se sento en un taburete al lado de ella.
– ?Como es que te interesaste en eso?
Quiza porque parecia autenticamente interesado, comenzo a hablar, y antes de darse cuenta, le habia hablado del ataque al corazon sufrido por su abuelo y de Marlene, la increible terapeuta que habia influido tanto en la calidad de vida de su abuelo.
– Despues de ver la diferencia que habia marcado Marlene en la recuperacion del abuelo, supe la carrera que queria hacer -respiro hondo y disfruto con el aroma a cafe-. Por desgracia, la facultad a la que sonaba ir era cara y el dinero estaba muy justo. De modo que en vez de empezar la universidad de inmediato, decidi sacarme una licencia de fisioterapeuta. De esa manera, podria ganar dinero para la universidad y seguir trabajando en cuanto comenzara a estudiar. Ahora voy a la universidad a tiempo parcial y trabajo media jornada en el spa del Delaford, aparte de aceptar clientes privados.
– ?En el Delaford no les importa que hagas eso?
– No, ya que al spa solo tienen acceso los huespedes. Una de las razones por las que Austell es perfecta para mi. Se halla a mitad de camino del hotel y la universidad. Ya solo me queda encontrar un modo de atraer mas clientes. Ahora mismo, todo funciona por el boca a boca. No me gusta anunciarme en el periodico porque, sin importar como se redacte el anuncio, sigue dando la impresion de que ofrezco «otros servicios».
El asintio despacio, mirandola. Carlie se obligo a detenerse para respirar. Despues de varios segundos de silencio, durante los que continuo estudiandola, un rubor embarazoso subio por su cuello. Seguro que pensaba que era una cotorra. Con un risa nerviosa, anadio:
– Lo siento, no era mi intencion hablar sin parar. Seguro que te he contado mas de lo que alguna vez quisiste llegar a saber.
El movio la cabeza.
– Me gusta escucharte. Es… facil hablar contigo. Y resulta refrescante oir que a alguien le gusta lo que hace, que su objetivo es ayudar a otras personas. Es evidente que eres apasionada acerca de lo que haces con tu vida y eso me parece encomiable. Muy admirable -alargo la mano y le rozo el dorso de la mano con un dedo-. Muy atractivo.
Esa gentil caricia encendio una tormenta de fuego bajo su piel.
– De hecho -continuo el, acariciandola lentamente otra vez-, no me has contado suficiente.
– ?Yo… no?
– No -otra caricia pausada.
Otra explosion bajo su piel.
Se humedecio los labios subitamente secos.
– Me encantara contarte lo que quieras saber. En especial si, mmm, sigues haciendo eso.
Daniel le tomo la mano y no dejo de acariciarla con el dedo pulgar.
– Es un placer. Tu piel es asombrosamente suave.
– Yo… gracias -lucho contra la necesidad de abanicarse con la mano libre-. ?Habia algo mas sobre mi que