la mano. -Como me han ofrecido un ambiente tan agradable y un te tan delicioso para entretener la espera, no me quejare, senor respondio la joven con una sonrisa-. Al menos, no demasiado.

Colin echo un vistazo al juego de te de plata colocado sobre la mesa de cerezo situada delante del sofa, y observo la vacia y las migas diminutas que quedaban en el plato.

– ?Le apetece otra taza de te? ?Mas pastas?

– No puedo rehusar la oferta. Las pastas estaban deliciosas -contesto, volviendo a sonreir. Sus labios gruesos y encarnados fascinaban a Colin-. La verdad es que me encantan los dulces.

Por el amor de Dios, estaba embobado como si nunca hubiese visto unos labios. Muy molesto consigo mismo, se obligo a mirarla a los ojos, solo para sentirse distraido al ver que sus iris estaban salpicados de matices de un marron mas claro, como chocolate rociado con canela. Vaya. El sentia especial aficion por el chocolate rociado con canela.

Se aclaro la garganta.

– Le encantan los dulces… Eso es algo que tenemos en comun. Sientese, por favor -rogo, senalando el sofa.

La joven se volvio y paso junto a el, dejando un aroma de naranjas a su paso. A Colin casi se le hizo la boca agua.

– ?Cuales son sus favoritos? -pregunto ella mientras se acomodaba sobre el cojin de brocado.

– ?Mis favoritos?

– Dulces. A mi me encantan los pasteles escarchados, y siento debilidad por el chocolate.

– Yo no diria que no ni a una cosa ni a otra.

Ni a nada que a ti te pudiera encantar…, anadio en su mente.

Reprimiendo un gemido avergonzado por sus caprichosos pensamientos, Colin se acomodo en la butaca de cuero situada frente a ella. Ahora los separaba mas de metro y medio y una mesa. Excelente.

– Tambien siento debilidad por el mazapan.

La muchacha cerro los ojos y emitio un sonido que solo podia describirse como un ronroneo.

– Mazapan -dijo en tono suave y reverente.

Colin observo como sus labios formaban la palabra y se quedo paralizado, en la necesidad de removerse en su asiento. ?Tenia idea de lo excitada que parecia? Sus ojos se abrieron despacio y lo miraron fijamente.

– Si, es una maravilla -murmuro con una voz ronca que no sirvio para disipar la incomodidad que tenia lugar en los pantalones de Colin-. Sobre todo con una taza de chocolate.

– Estoy de acuerdo. Resulta que ese es mi tentempie favorito antes de acostarme.

La muchacha enarco las cejas.

– ?De verdad? ?No es conac u oporto y un puro?

– No, me temo que para mi es chocolate y mazapan.

Ella sonrio.

– Que poco elegante, senor -opino mientras inclinaba la cabeza hacia el juego de te-. ?Le sirvo?

– Si, gracias.

Colin se apoyo en el respaldo y la miro servir con una habilidad que no dejaba adivinar que hubiese pasado el tiempo robando carteras en lugar de tomar lecciones de urbanidad. Parecia muy tranquila y relajada, comoda en su presencia, algo que lo irritaba mas de lo que le habria gustado reconocer, pues el tenia que esforzarse por mantener una apariencia de calma. Lo cierto era que, a pesar de sus sospechas acerca de las motivaciones de ella, no podia dejar de admirar su aparente serenidad. Aunque esa era una caracteristica excelente, y muy necesaria, para una ladrona.

– ?Azucar? -pregunto ella.

– Dos, por favor.

Despues de pasarle la taza y el platillo, cogio las delicadas tenacillas de plata.

– ?Pastas?

El sonrio.

– ?Es una pregunta retorica?

La joven le devolvio la sonrisa, revelando un par de hoyuelos poco profundos a ambos lados de los labios. Formaban un triangulo perfecto con la hendidura de la barbilla, una forma que Colin deseo ardientemente explorar.

– No le estaba preguntando si queria una, senor, sino cuantas queria.

– Mmm. Al parecer, he cometido un error estrategico al revelar mi debilidad por los dulces.

– Un hombre en su situacion sabra sin duda que revelar cualquier debilidad es siempre un error estrategico.

La muchacha coloco dos de los pastelillos escarchados en el plato y luego enarco las cejas en un gesto de interrogacion.

– Tomare tres.

Alex anadio otro dulce al plato y se lo paso. Observandola con atencion, Colin rozo sus dedos de forma deliberada al aceptar el plato. Si la joven experimento el mismo escalofrio apasionado durante el breve contacto, no dio muestras de ello.

– ?A que se refiere al decir «un hombre en su situacion»? -pregunto el, rechazando la absurda irritacion que le asaltaba.

Alex tardo varios segundos en responder porque, pese a la barrera de sus guantes de encaje, el roce de los dedos de el habia minado su concentracion. ?Como podia afectarla asi un simple contacto?

– A un caballero con titulo en busca de esposa. Imagino que, si las senoritas jovenes de la alta sociedad se enterasen de su inclinacion por los dulces, se veria usted inundado de regalos de confites.

– ?Vaya! ?Por que no se me ha ocurrido? Creo que publicare un anuncio en el Times proclamando mi amor por todas las cosas dulces.

Ella se echo a reir y se sirvio con destreza una pasta.

– ?Solo una, madame Larchmont?

– Ya he tomado dos.

– Espero que eso no le impida seguir comiendo.

– Cometeria un grave error de protocolo si comiese mas que mi anfitrion.

La mirada de Colin se deslizo hasta la fuente de plata sobre la bandeja del te, en la que quedaba un trio de pastas.

– Pues yo no pienso salir de esta habitacion hasta que esa bandeja este vacia. Espero que no sea timida y me ayude a terminar lo que queda.

– Tengo muchos defectos, senor, pero le aseguro que la timidez no es uno de ellos.

Una sonrisa curvo despacio la atractiva boca de el, inyectando calor en lugares secretos que la joven no deseaba sentir calientes y llevandola a preguntarse que se sentiria al tener esa bonita boca contra la suya.

– Una informacion fascinante, madame Larchmont, aunque tal vez confesarlo sea un error estrategico por su parte.

– No ha sido una confesion sino una advertencia, senor. Asi le preparo para el momento en que prescinda de la conversacion educada y pase al tema del dinero que va a pagarme por echarle las cartas -dijo ella.

Colin enarco las cejas.

– Me ha parecido preferible ser directa, dada nuestra conversacion de anoche -anadio la joven-. No me gustaria que pensase que digo una cosa y quiero decir otra.

– En este caso, no creo que nadie pueda acusarla de eso. ?Suelen pagarle antes de que preste sus servicios?

– Si. Segun mi experiencia, es lo mejor. He observado que si le digo a alguien algo que no le gusta demasiado…

– No desea pagar.

– Exactamente.

– ?Tiene planeado decirme algo que no me guste?

La joven levanto la barbilla.

– Yo no planeo decir nada a nadie, lord Sutton. Solo transmito lo que las cartas indican.

El no hizo ningun comentario, limitandose a llevarse la taza a los labios y tomar un sorbo de te mientras la

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