Pero desde que Alex se habia quedado sola, lo unico que habia podido hacer era mirar boquiabierta a su alrededor. Lady Victoria se habia referido al dormitorio como «la habitacion del jardin», y con razon. La combinacion del color verde, acentuada por una gruesa alfombra de color hierba ribeteada por hojas entrelazadas con flores de colores, hacia que Alex se sintiese como si estuviese en medio de un florido prado.

Camino despacio por el perimetro de la habitacion y paso las yemas de los dedos por las paredes de sedosa textura y de un color verde mas palido que la alfombra, admirando el conjunto de cuadros de flores de marcos dorados. En la mesilla de noche habia un jarron de cristal con un extravagante ramo de rosas de color rosa palido que llenaban el aire de un delicado aroma floral.

Poso la mirada en el hermoso lecho y sus pies la llevaron hacia el, como si estuviera en trance. La cama parecia tan grande y tan increiblemente suave y tentadora como una nube de saten verde. No pudo evitar deslizar la mano por la bonita colcha y por las almohadas con trabajadas borlas. Se dio cuenta de que estaba mirando por encima de su hombro, sin poder apartar la sensacion de que en cualquier momento alguien iba a entrar bruscamente en la habitacion y ordenarle que se marchase de ese dormitorio de ensueno.

Se sento cuidadosamente en el borde del colchon y dio un saltito a modo de prueba. Ante la deliciosa sensacion, no pudo evitar que de sus labios escapase una rapida carcajada de jubilo y asombro. Echo un vistazo de nuevo para asegurarse de que no iba a ser expulsada, y se tendio, con cuidado, para no arrugar la colcha.

Al hundirse en la suavidad, cerro los ojos y dejo escapar un largo suspiro de placer. Con toda segundad, asi debian de ser las esponjosas nubes. Nunca en su vida habia descansado sobre algo tan comodo.

?Cuantas veces habia sonado con dormir en una cama asi, en una habitacion asi? Mas de las que podia contar: cada una de las desdichadas noches que habia pasado acurrucada en portales o escondiendose detras de montones de basura, sufriendo la lluvia o el frio o el opresivo calor, aunque, a decir verdad, realmente siempre habia deseado la llegada del verano para librarse de ese frio que continuamente parecia tener metido en los huesos. Algunas veces habia dormido a cubierto, pero aquellos cuartos siempre eran lugares oscuros, sucios y malolientes donde se apinaban otros como ella. Nunca olvidaria el dia en que habia robado suficiente dinero para permitirse un techo solido, aunque con goteras, sobre su cabeza.

Alex se dio cuenta de que era mejor que se levantase antes de que acabase decidiendo que no queria volver a hacerlo, asi que dejo la confortable cama y se dirigio hacia los ventanales que ocupaban la pared posterior, a traves de los cuales entraban inclinados los dorados rayos del sol. Para su delicia, vio que los ventanales se abrian a una terraza. Salio y, una vez fuera, sonrio cuando el aire le alboroto el cabello. Se inclino a mirar el pequeno jardin rodeado de un muro de piedra y de elevados setos perfectamente cortados, incapaz de creer que era una autentica invitada, un huesped, y no alguien que cobraba para entretener a los asistentes a las fiestas.

Que Dios la ayudase, no estaba segura de si estaba emocionada o intimidada. Durante las horas que duraban las veladas de sociedad en las que trabajaba, era capaz, haciendo un esfuerzo, de no quedarse embobada ante el lujo que la rodeaba. Pero aquello… ser una invitada en aquel elegante hogar donde todo el mundo actuaba con los mas impecables modales… ?Seria ella capaz de comportarse sin ponerse en ridiculo? ?No revelaria su vergonzoso pasado? Despues de tantos anos observando y escuchando cuidadosamente a los mas ricos, absorbiendo su estilo de conversar y sus maneras como una esponja, se habia sentido suficientemente segura para adoptar la personalidad de madame Larchmont y explotar su talento como lectora de cartas. Tenia la determinacion de dejar de robar, de intentar encauzar su vida dejando de coger las cosas que pertenecian a otros. Puede que los ricos a los que robaba no se mereciesen todas las cosas bonitas y todo su dinero, pero ella les robaba y eso la convertia en tan poco merecedora de los objetos como cualquiera.

Pero a pesar de sus logradas dotes para la interpretacion y del hecho de que ya no robaba, no era uno de ellos. No era una dama y nunca lo seria. Y entonces, ahi en medio de toda aquella elegancia, se sintio tan fuera de lugar como lo habia estado Colin poco antes en la casa de ella. La estancia en aquella distinguida mansion con sus sirvientes y su gran cantidad de comida y sus elegantes posesiones era meramente temporal, y debia recordarlo.

Del mismo modo que debia recordar que dejar que la relacion personal con Colin siguiese adelante solo tendria como resultado su sufrimiento. Aunque volver a besarlo era increiblemente apetecible, era una tentacion a la que tenia que resistirse. No habia sitio para eso en su vida y debia olvidar aquella atraccion imposible que sentia hacia el. Para estar tranquila. Una relacion amorosa con el ponia en peligro su reputacion y por consiguiente todo por lo que habia luchado con tanto ahinco. No merecia la pena correr ese riesgo por unas horas de placer.

Una vez hubo tomado esta resolucion, Alexandra volvio dentro y acabo de explorar la habitacion. Descubrio con verguenza que sus modestos trajes estaban ya colgados en el armario, algo de lo que sin duda se habria encargado alguna criada. Paso de sentirse avergonzada a sentirse intimidada: ?una criada cuidando de ella! Cuando se lo dijese a Emma…

Negando con la cabeza, se dirigio a un pequeno secreter de estilo femenino que habia en una esquina y se sento cuidadosamente en la delicada silla. Despues de una breve vacilacion, saco las cartas del bolsillo de su traje y miro la baraja envuelta en seda, dividida entre su deseo de leerse a si misma las cartas y la turbacion que le producia hacerlo.

Nunca antes habia tenido miedo a leerse las cartas, pero en aquel momento tenia pavor a ver algo que no queria ver. Pero debia saberlo…

Tomo aire con energia, abrio el envoltorio de seda y despues de barajar y cortar, dio la vuelta a las cartas lentamente. Cuando acabo, miro fijamente. Despues, empezo a temblar.

Todo estaba alli… Sus cartas eran casi identicas a las que le habian salido a Colin. Mostraban traicion, engano, muerte y todo ello giraba alrededor del hombre de cabello oscuro, el mismo hombre de cabello oscuro que habia destacado de manera prominente en sus cartas durante anos. Y en el centro de todo, una mujer de cabello oscuro.

El hecho de que sus cartas se parecieran tanto a las de Colin no podia ser una mera coincidencia. Pero las dos preguntas que aquel fenomeno le sugerian hacian que su corazon palpitase al lento y duro compas del terror. ?Era posible que el horror que rodeaba a Colin significase que el era la pretendida victima de la fiesta de lord Wexhall?

?Y era posible que fuese ella la mujer de oscuro cabello?

Despues de dejar a Alexandra en la mansion Wexhall en manos de la habil Victoria, Colin llego a su casa y se dirigio al salon, donde hizo una visita a su alijo secreto de mazapanes. Eligio uno que parecia una perfecta miniatura de naranja y despues se instalo con el premio en su butaca preferida. Estaba a punto de dar el primer mordisco cuando llamaron a la puerta.

– Adelante, Ellis -dijo casi sin poder disimular su irritacion.

La puerta se abrio y entro Ellis.

– El doctor Nathan esta aqui, milord. ?Esta usted en casa?

– Si, ?estas en casa? -se oyo la voz de Nathan justo detras de Ellis.

El mayordomo dio un respingo.

– Estoy en casa, Ellis, gracias.

Nathan entro y, dando grandes zancadas, atraveso la habitacion y se sento en frente de el. Estaba a punto de decir algo cuando se detuvo y husmeo el aire.

– Huelo a mazapan.

– Si, estoy seguro de ello.

Colin le mostro la naranja, la levanto en el aire y, deleitandose, le dio un lento mordisco comiendose la mitad.

– Me habia parecido entender que me habia acabado el ultimo.

– Menti.

– ?Donde estan?

– Ni la mas atroz de las torturas podria sacarme esa informacion. Dime, ?por que estas aqui de nuevo? Te vere dentro de una hora en la cena.

– Por varias razones. Primero, ?has encontrado el regalo que te he traido?

– No, algo de lo que me siento aliviado pero receloso. ?Y que quieres decir con lo de «encontrado»? ?Por que no me lo das simplemente y damos el tema por zanjado?

– Asi es mas divertido -dijo Nathan con una media sonrisa en la comisura de los labios.

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