la vida a un hombre, por mas que lo mereciese. Deje viuda a su esposa.

– Se quedo viuda por las decisiones que tomo su marido.

– Racionalmente, lo se. Pero a veces, incluso cuando sabes que hiciste lo que tenias que hacer, lo que era necesario para sobrevivir, aun asi hay una pequena parte de ti que rechaza esas acciones, una pequena parte de tu alma que pierdes y que no puedes recuperar. -Le busco la mirada-. Es dificil de explicar.

– Lo… entiendo -susurro Alexandra tragando saliva y apretando su mano.

– Algo me decia que lo entenderias -dijo Colin dulcemente-. Por eso te lo he explicado.

– Dices que nadie lo sabe. ?No se hizo publica su traicion?

– No, para ahorrarle a su esposa la verguenza de su traicion, todo el mundo cree que murio como un heroe.

– ?Tu hermano no lo sabe?

Nego con la cabeza.

– La unica persona que conoce las circunstancias reales que rodearon la muerte de Richard, ademas de yo mismo, es lord Wexhall. Y ahora tu.

– Tienes mi palabra de que no traicionare tu confianza.

– Lo se -dijo el, levantando la mano de Alexandra y depositando los labios sobre sus dedos.

Durante unos segundos, parecio como si Alex fuese a decir algo, pero permanecio en silencio y juntos continuaron su paseo.

Algun dia, dijo a Colin una voz interior, me lo dira algun dia.

Quiza Pero ?para que? Incluso si ambos salian de la fiesta de Wexhall ilesos, el no podia quedarse en Londres indefinidamente. Debia volver a Cornualles.

Con una esposa.

Una mujer que debia escoger muy pronto, una mujer que probablemente podria encontrar esa misma noche en la velada de Ralstrom si se esforzaba un poco.

Una mujer que no era Alexandra.

Capitulo 18

Alex estaba sentada junto a la mesa donde echaba las cartas en el abarrotado y elegantisimo salon de lord y lady Ralstrom, justo debajo de la balconada a la que se asomaba la galeria del primer piso de la mansion. Mientras echaba las cartas, iba escuchando las voces a su alrededor, con la esperanza de reconocer ese ronco suspiro que habia oido en el estudio de lord Malloran. Pero hasta ese momento no habia oido ningun sonido parecido. Su situacion le permitia una excelente vista del salon, asi que pasaba mucho rato mirando a los invitados.

Desafortunadamente, no le gustaba lo que habia visto.

Cada vez que levantaba la vista, Colin, quien se habia situado cerca de ella junto a un grupo de macetas de palmeras por si acaso ella le hacia el acordado signo al oir la voz, habia estado conversando con una mujer diferente, cada una mas hermosa que la anterior y todas ellas ataviadas con carisimos trajes de noche a la ultima moda, con el cabello, el cuello y las munecas adornados con brillantes piedras preciosas. Aunque no estaba suficientemente cerca para oir la conversacion que mantenian, habia oido de vez en cuando la risa de Colin. Cada vez que habia dirigido la mirada hacia el, lo habia visto sistematicamente sonriendo a alguna hija casadera de algun aristocrata acaudalado, que miraba a Colin con brillo, en algunas ocasiones de seduccion, en los ojos.

?Y quien podia culpar a ninguna mujer de hacerlo? Su belleza morena, su figura fuerte y atletica vestida con un traje elegante de noche y una camisa de un blanco niveo lo hacian, sin duda alguna, el hombre mas atractivo del salon. Incluso sin el beneficio de su elevada posicion social, habria atraido mas atencion femenina que la media. Con su riqueza, su titulo y el hecho publicamente conocido de estar buscando activamente esposa, parecia como si, igual que colibries aguardando su turno para saborear el nectar, todas las mujeres en la habitacion merodeasen a su alrededor.

Y maldita sea, a Alexandra le habria gustado tirarlas a todas ellas al suelo. Justo en ese momento estaba hablando con la encantadora lady Margaret. Como si no bastase con su belleza, se les acerco lady Miranda, la prima de lady Malloran. Observando a las dos hermosas mujeres, una de ellas una rubia delicada y palida y la otra una exuberante morena, se pregunto si alguna de ellas seria la que habia escrito la nota con fragancia de rosas firmada con una simple M, que habia visto en la sala de Colin. Esa M que estaba deseando volver a verlo. Bueno, las dos mujeres lo estaban volviendo a ver en ese momento, y lo miraban con esa calculada premeditacion con la que un gato observaria a un raton untado con nata.

Lady Miranda le sonrio y despues extendio la mano. Alex, sumida en unos inevitables celos agonicos, contemplo como Colin levantaba la mano de la mujer -una mano que ella sabia que seria blanca como los lirios y perfecta y sin las durezas o las marcas del duro trabajo-. Y se la llevaba a la boca para acariciar sus dedos con los labios. Aunque el gesto era absolutamente respetable y Colin le solto la mano de forma inmediata, Alex tuvo que hacer un esfuerzo para no levantarse de la silla y no lanzarse blandiendo un panuelo en la mano para borrar la huella de la boca de Colin de esa maldita mano perfecta y la sensacion de esa mano de los labios de el.

Dios mio, las cosas no iban bien. Ninguna de esas mujeres habia hecho nada malo. Todas tenian todo el derecho del mundo a hablar y a flirtear con el. Igual que el con ellas. Era ella la que tenia que recordar que Colin no le pertenecia, que nunca podria pertenecerle, excepto del modo mas superficial y pasajero. Despacio, tomo una larga bocanada de aire y apreto los labios, cerrando los ojos para borrar la dolorosa vision: dos mujeres hermosas que lo tenian todo para poder conseguir lo que Alex queria y nunca podria tener.

A Colin.

No tenia ningun derecho sobre el. Su mente y su sentido comun asi se lo decian. Pero, Dios, notaba el corazon pesado, como si se lo hubiesen atravesado. Y el ni siquiera habia escogido todavia una esposa. Si Alex sufria ya tanto, entonces ?como iba a poder soportarlo cuando Colin le dijese que habia escogido a la mujer con la que iba a pasar el resto de sus dias, a la que iba a hacer el amor, la que iba a engendrar a sus hijos? ?Como iba a poder soportarlo cuando el le dijese adios?

– ?Tengo la suerte de encontrarla libre para una sesion, madame?

Alex abrio los ojos de golpe al oir la voz profunda que hacia la pregunta y se encontro frente a Logan Jennsen. En sus labios habia una sonrisa indolente y un brillo malicioso iluminaba su mirada.

Alexandra se sintio aliviada al encontrarse con una cara conocida y poder asi concentrarse en alguien diferente. Le sonrio.

– Si, estoy libre para una sesion, Logan, asi que por favor, sientate.

– Gracias.

Logan se acomodo en la silla que habia frente a ella y, para su consuelo, se dio cuenta de que su talla y su anchura le tapaban totalmente la vision del salon. Excelente. Ojos que no ven, corazon que no siente. O por lo menos eso queria pensar.

– Ninguna de ellas puede compararse contigo -dijo Logan.

– ?Disculpa?

– Lady Miranda y lady Margaret. Por lo que a mi respecta, a tu lado pasarian totalmente desapercibidas.

Alexandra no pudo evitar reirse.

– Hablas como un verdadero amigo, pero eres un mentiroso espantoso.

– A decir verdad, soy un mentiroso compulsivo, pero en esta ocasion, digo la verdad. -La recorrio con la mirada-. Estas encantadora esta noche.

– Gracias. Tu tambien.

– Esta es la mejor conversacion que he tenido en toda la noche -dijo sonriendo.

Alexandra le sonrio tambien y cogio sus cartas.

– Yo tambien. Y ahora dime, ?cual es la pregunta que querrias que respondiera?

– Estaria encantado de oir cualquier cosa que quisieras contarme -dijo abriendo las manos-. Especialmente si son buenas noticias.

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