expresar tambien compasion, calidez y preocupacion. Aun asi, Allie habia visto senales de secretos ocultos bajo su encanto y sus sonrisas. Y no todas esas sonrisas parecian sinceras.

Igual que David. Y todo lo referente a David habia sido mentira.

Pero ella ya no era una ingenua senorita. No volveria a cometer los mismos estupidos errores.

Se detuvo y se apreto las sienes con la yema de los dedos. Sentia la proximidad de una jaqueca. Su mirada fue hasta la gran cama, pero inmediatamente rechazo la idea de acostarse. A pesar de que todo el cuerpo le dolia de cansancio, dormir no era un plan inmediato. Sabia que lo unico que calmaria su inquietud seria el aire fresco.

Cruzo el dormitorio, aparto las cortinas color verde bosque y miro por la ventana hacia el pequeno jardin cuadrado, rodeado de un alto muro de piedra. Tomo el chal, pero se olvido el sombrero, salio silenciosamente de su dormitorio y en un instante, atravesando la puerta trasera, se encontro en el exterior de la sombria y callada mansion.

En cuanto los pulmones de Allie se llenaron del fresco aire nocturno, los hombros se le relajaron. Comenzo a recorrer lentamente el jardin siguiendo el muro de piedra y disfrutando de la chirriante cancion nocturna de los grillos, de la luz de la luna, que salpicaba la hierha, y del olor del humo de las chimeneas mezclado con el penetrante aroma de la tierra del jardin. Despues de tres vueltas al perimetro, habia conseguido reconstruir firmemente sus tambaleantes defensas. Gracias a David habia conocido, aunque demasiado tarde, la fealdad interna que podia ocultar un apuesto exterior. Claro que tambien era posible que un hombre sin ningun atractivo fuese malvado, pero, por desgracia, Allie sentia una molesta debilidad hacia los hombres hermosos, un defecto de su caracter del que no queria volver a ser presa. Habia descubierto por las malas que cuanto mas guapos eran, peores resultaban.

Por lo tanto tenia que evitar a lord Robert como si fuera un apestado.

Despues de tomar esta decision, se volvio para cruzar el jardin y regresar a la casa. Pero antes de que pudiera dar un paso, unos fuerres brazos la sujetaron desde atras. Allie trato de gritar, pero una gruesa mano le tapo la boca.

– ?Quieta! -le gruno al oido una voz gutural.

La invadio un panico mezclado con furia. Lucho contra su captor, pateandole, e intentando apartar la mano que tenia sobre la boca. Consiguio lanzar un medio grito antes de que su agresor le colocara una apestosa mordaza entre los dientes. Allie se revolvio, consiguio soltarse una mano y le arano el rostro con las unas. Pero antes de poder disfrutar de su triunfo algo duro le golpeo en la cabeza y el mundo se fundio en negro.

Robert estaba a mitad de camino hacia sus habitaciones cuando se dio cuenta de que se habia olvidado el baston en la mansion. No sabia si regresar a por el o dejarlo para el dia siguiente, pero decidio que, como hacia una noche agradablemente fresca y la niebla aun no se habia tragado las calles, el paseo le sentaria bien. En realidad no tenia ni el mas minimo deseo de regresar a sus vacias habitaciones y tumbarse en su vacia cama, porque estaba totalmente seguro de que no conseguiria dormir. No, lo unico que haria seria pensar en ella.

Y en ella era en la ultima cosa que queria pensar.

En ella y en sus grandes ojos de color marron dorado. Y en su sedoso cabello. Y en aquella sombra de sonrisa, Y en lo que parecia ser una finura absolutamente magnifica bajo…

Su vestido de luto.

Enojado consigo mismo, se obligo a centrar su pensamiento en las tareas que pensaba realizar al dia siguiente antes de reunirse con ella.

Y tal vez luego una rapida parada en el club.

Para atajar, se metio por las caballerizas situadas detras de la hilera de casas de Park Lane. Se sobresalto al oir resonar en el aire lo que parecia un grito. Antes de poder decidir si el ruido habia sido un sonido de pasion o de angustia, o incluso si era humano, vio a un hombre con un saco al hombro adentrarse en la calleja de las caballerizas -Robert se inclino hacia delante e intento penetrar la oscuridad-, desde lo que bien podia ser el jardin de Austin. ?Maldicion! ?Que demonios estaba pasando?

Robert se agacho y corrio por entre las sombras de las caballerizas. El hombre se apresuro hacia un coche de alquiler que lo esperaba, metio el saco dentro y subio. El coche partio al instante, avanzando ligero en la oscuridad.

Robert se incorporo y empezo a correr a toda velocidad. Unos segundos despues llego hasta la verja de la casa de Austin. Sus labios se contrajeron en una dura linea. La verja estaba entornada. Despues de comprobar que llevaba el cuchillo bien seguro en la bota, corrio tras el coche. Cuando este redujo la velocidad para tomar una curva, Robert se colgo detras.

El coche abandono el elegante West End y se dirigio hacia el este, hacia los muelles. Robert se agarro con fuerza. Decidio que intentaria evitar un enfrentamiento directo con el bribon que habia robado a Austin, pero que si llegaba a ser necesario machacar a golpes al tipo para recuperar lo que pertenecia a su amigo, lo haria. Y ademas tenia el cuchillo, por si acaso.

El coche lo llevo por un laberinto de callejas. El olor a pescado podrido impregno el aire, y Robert supo que se estaban acercando a los muelles. Cuando el vehiculo empezo a aminorar la marcha, Robert salto rapidamente, se escondio entre las sombras que proyectaban los edificios de ladrillo y lo siguio a pie. Pasados unos minutos, el coche se detuvo. Robert se apreto contra la pared y contemplo como el fornido hombre salia del vehiculo con el saco a la espalda y desaparecia entre dos edificios. El cochero sacudio las riendas y el coche se alejo. En cuanto lo perdio de vista, Robert salio de las sombras y entro en el callejon en el que habia penetrado el hombre.

Lo vio no muy lejos. Le parecio que algo caia del saco antes de que el hombre desapareciera al meterse en lo que parecia una puerta. Robert avanzo con sigilo, forzando sus sentidos para ver u oir cualquier cosa por encima de los lejanos gritos de los homhres y los llantos de los ninos. Se agacho y recogio lo que habia caido del saco.

Era un zapato. Un zapato negro de mujer. Robert fruncio el ceno. ?Parecia el zapato de la senora Brown! ?Podria haber sido suyo aquel grito ahogado?

Oyo un ruido cercano y se quedo inmovil. En el mismo instante en que se daba cuenta de que el sonido se habia producido detras de el, algo le golpeo en la cabeza y perdio la conciencia.

4

Robert fue volviendo lentamente en si, e inmediatamente se arrepintio de ello. Estaba tendido de lado sobre la cama mas dura e incomoda de entre todas las que habia tenido la desgracia de probar. Y le dolia todo. Los brazos, las piernas, los hombros… Sentia todo su cuerpo atacado por dolorosos calambres. Excepto las manos y los pies, que no podia sentir en absoluto. Ni el trasero… parecia como si se hubiese quedado sin nalgas.

Pero la cabeza… ?por todos los Infiernos!, ojala hubiera sido eso lo que hubiese perdido… Una pandilla de demonios le martilleaba el craneo con grandes mazas, y juro matarlos a todos en cuanto reuniera las fuerzas suficientes para hacerlo. Dios, fuera cual fuera el licor del que habia abusado la noche anterior, jamas volveria a probarlo.

Permanecio absolutamente inmovil, respirando despacio, y se concentro en dominar la sensacion de vaiven en el interior de su craneo. Cuando lo hubo conseguido un poco, apreto los dientes, abrio un ojo y luego el otro. Una oscuridad completa lo envolvia. ?Donde diablos se hallaba? Sus habitaciones nunca eran tan oscuras. Intento volver la cabeza pero desistio inmediatamente al sentir que una punzada de ardiente dolor le atravesaba el cerebro. Un gemido inaudible surgio de su garganta, rasposa y reseca. Cerro los ojos de golpe y se concentro en vencer las oleadas de nauseas que le sacudian el cuerpo.

Despues de lo que le parecio una eternidad, pero que probablemente no fuera mas de un minuto, se le calmo el estomago y exhalo un profundo suspiro de alivio. Sus confundidos sentidos registraron los salobres olores de agua de mar, pescado, y el estomago amenazo con rebelarse de nuevo.

Otro gemido resono en su garganta, pero se forzo a abrir los ojos lentamente. Pasaron unos instantes antes de que se acostumbrara a la oscuridad. No podia distinguir mucho, aparte de las siluetas de lo que parecian cajones apilados. Y no estaba tumbado sobre una cama, sino sobre las bastas tablas de madera que formaban el suelo.

Fruncio el ceno, y no pudo evitar una mueca cuando el dolor se le clavo detras de los ojos. ?Donde diablos se

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