palanganas.

Sin mediar palabra, ambos hombres se entregaron a la labor. Robert se arrodillo sobre la pulida madera del suelo y alzo la falda de la joven hasta que quedaron al descubierto los pies y los tobillos. Lo que vio hizo que se le revolviera el estomago. Los pies de la joven parecian estar en un estado terrible, y rogo para que, una vez limpios, descubriera que se trataba sobre todo de suciedad y que no habia ninguna herida grave.

Aparto de su mente todo lo que no fuera la tarea que tenia entre manos. Fue mojando las tiras de lino y limpiando la suciedad. Una sensacion de admiracion se fue apoderando de el al percatarse de lo que ella habia hecho. Habia corrido todo el camino, sobre asperas piedras y madera, sin una sola queja. Tenia que haber sufrido mucho, aparte de estar terriblemente asustada. Incluso en ese momento, el se percataba por la expresion de su rostro, con los labios apretados y el dolor velandole los ojos, de que la senora Brown sufria, aunque ni una queja atravesaba sus labios.

Oyo el ruido de la tela cuando Michael se arremango la camisa.

– ?Que te parece, Michael?

– Las munecas estan en carne viva. Tiene un corte bastante profundo en la base de la palma de la mano derecha. No necesita puntos, pero le jo… esto, le fastidiara bastante durante unos dias. Lo demas no tiene importancia. Aranazos. Tambien le picaran, pero sanaran enseguida. -Miro a Robert-. ?Y como tiene los pies?

Robert bajo la mirada hacia el delicado pie, ya limpio, que sostenia en la mano. Lo examino cuidadosamente, palpandolo en circulos mientras se fijaba en el rostro de la mujer para poder detectar cualquier senal de dolor.

– Bastante roce en los tobillos debido a las cuerdas. Unos cuantos cortes poco profundos. -Examino el otro pie y fruncio el ceno-. En este hay una astilla bastante grande clavada en el talon.

Allie se reclino en el sofa, silenciosa e inmovil, observandoles mientras la limpiaban y la examinaban, fingiendo no sentir verguenza de ser atendida por un completo extrano y por un hombre a quien apenas conocia. Una vez que hubieron determinado que sus heridas no revestian gravedad, lord Robert relato sucintamente al senor Evers como la senora Brown se habia convertido en un huesped en la mansion de los Bradford y como el habia regresado en busca de su baston y habia descubierto a un ladron saliendo del jardin y como luego se habia dado cuenta de que se hallaba ante un secuestro.

Allie se sintio agradecida y sorprendida al escucharlo. Aunque lord Robert se lo habia explicado antes, una vez superado el peligro podia pensar con claridad, y se daba completa cuenta de lo que significaban sus palabras. Dios, ?que le habria pasado si el no hubiera seguido al ladron? Un escalofrio le recorrio la espalda y se obligo a apartar esa pregunta de su mente. Ni siquiera deseaba considerar esa posibilidad. Pero una cosa era indudable: lord Robert le habia salvado la vida, y para ello habia arriesgado la suya propia. Y en unos minutos empezaria a hacerle preguntas, a exigir respuestas y explicaciones que sin duda merecia, pero que ella no estaba preparada para dar.

Abrio los ojos y miro hacia el extremo del sofa. Alli se encontro con la perturbadora vision de lord Robert inclinado sobre ella, extrayendole delicadamente la astilla que tenia clavada en el talon. Se le veia grande, fuerte y capaz; una ola de calor la recorrio y se aposento en el plexo solar. Lord Robert tenia un mechon de su cabello color ebano caido hacia delante, lo que impedia a Allie verle la parte superior del rostro, pero le podia ver la boca con toda claridad. Tenia los labios apretados en un gesto de concentracion. Su tacto era tierno y suave y Allie sintio agradables cosquilleos que le subian por las piernas. Lord Robert habia remangado las mangas de la que habia sido su inmaculada camisa, dejando al descubierto unos antebrazos musculosos. La mirada de Allie se deslizo hacia abajo, y aspiro con fuerza. Tenia las munecas rodeadas de una banda de piel enrojecida y lacerada.

Lord Robert alzo la cabeza repentinamente y sus miradas se encontraron, la de el cargada de preocupacion.

– Lo siento… pero al menos la astilla ya esta fuera. ?Le he hecho dano?

– No. Acabo… acabo de fijarme en sus munecas. Esta herido. -Robert nego con un gesto.

– Son aranazos. Michael se ocupara de mi en cuanto hayamos acabado con usted.

Michael lanzo un bufido poco elegante.

– ?Y que te hace pensar eso?

– El ser uno de tus mejores clientes. No querras perderme.

– ?Cliente? -pregunto Allie.

– Michael es dueno de lo que es, discutiblemente, el mejor salon de boxeo de Londres. Y el es, indiscutiblemente, el mejor pugil del pais.

Allie fijo su atencion en Michael Evers, quien le estaba vendando la muneca con una delicada destreza que indicaba experiencia en esos menesteres. Sus rasgos eran pronunciados y tenian una cierta aspereza, como si los hubieran tallado en granito. Por la forma de la nariz, era evidente que se la habia roto al menos una vez, lo cual no resultaba sorprendente dada su profesion. Y tampoco sorprendia la pequena cicatriz que le dividia en dos la ceja izquierda. Tenia un cabello espeso y oscuro que necesitaba urgentemente un corte. Era un hombre corpulent sin embargo, sus movimientos poseian una gracia casi felina. Y a pesar de su tamano, sus manos la tocaban con suavidad. Con sus rasgos asperos, su voz ronca, el acento irlandes y una predileccion por el y vocabulario soez, no parecia ni hablaba como un caballero, pero era evidente que el y lord Robert eran amigos.

En ese momento, Michael Evers se volvio hacia ella, y se sonrojo ser pillada mirandolo. Unos ojos del color del onice la examinaron concienzudamente.

– Ha tenido mucha suerte de que Robert regresara a por su baston senora Brown -dijo.

– Sin duda, senor Evers.

– Lo que me lleva a la primera de mis muchas preguntas -intervino lord Robert-. ?Como os atrapo ese hombre? ?Se hallaba en interior de la casa?

Era evidente que se habia acabado la tregua y comenzaban las inevitables preguntas. Allie respiro hondo antes de contestar.

– No. Sali al jardin…

– ?Al jardin? -le interrumpio lord Robert frunciendo el ceno.

– Si. No podia dormir. Necesitaba un poco de aire fresco.

Sus miradas se encontraron y Allie casi pudo sentir algo entre ello Algo calido, mutuo e intimo. Noto que el calor le subia por el cuello y aparto la mirada; no queria arriesgarse a que lord Robert leyera en sus ojos que habia sido el la razon de esa inquietud.

– No se como son las cosas en America, senora Brown -dijo el senor Evers-, pero deberia saber que aqui no es seguro para una mujer salir sola. Sobre todo por la noche.

– Es un error que no volvere a cometer, se lo aseguro.

– Asi pues usted estaba paseando por el jardin -recapitulo Robert-, ?y el la agarro?

– Si. Por detras. No pude verle el rostro. Intente gritar, pero antes de que pudiera hacerlo me metio un trapo en la boca. Recuerdo dolor en la cabeza y luego nada mas hasta que me desperte, atada a usted, lord Robert.

– ?El raptor le dio alguna pista de lo que pretendia?

– No.

Lord Robert se volvio hacia su amigo.

– Tu siempre tienes la oreja pegada al suelo, Michael. ?Que opinas? Ya se que en Londres hay mucho crimen, pero aun asi, ?tener la audacia de raptar a una dama? ?En Mayfair? ?En la residencia del duque? ?Has oido hablar de algun delito parecido?

– No. Lo que me lleva a preguntarme si ha sido un hecho casual o si bien alguien de la residencia del duque era el blanco concreto.

El rostro de lord Robert se ensombrecio.

– Hay que informar a Austin. Le escribire… -Se interrumpio, y luego nego con la cabeza-. No. Sera mejor que espere y se lo explique personalmente. Elizabeth esta a salvo, y estoy seguro de que el nunca se aleja mas de tres pasos de ella. Y con la inminente llegada del bebe, ya tiene bastantes preocupaciones. No quiero alarmarlo innecesariamente.

– Una estrategia inteligente -alabo el senor Evers-, sobre todo si consideramos que tambien es posible que el objetivo fuese la senora Brown.

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