Maldicion, no era un criminal. Pero habia cometido un crimen…

Si, habia hecho lo que tenia que hacer, pero nunca habia pensado que, cuatro anos despues, esos actos le costaran la mujer a quien amaba.

Si lo hubiera sabido, ?habria tomado las mismas decisiones aquella noche? Bebio un largo trago de conac y cerro los ojos.

«No lo se. Que Dios me ayude, no lo se.»

Claro que si consideraba todo lo ocurrido, su pasado importaba un bledo. Era tan solo el ultimo clavo del ataud. Podria haber sido un santo, y Allie seguiria rechazandolo. No lo amaba. No lo queria. No descaba volver a casarse nunca. Al derramar sus sentimientos como una fuente, lo unico que habia conseguido era quedar como un burro. Ya habia esperado que a ella le costara aceptar su proposicion de matrimonio. Su error fatal habia sido subestimar la intensidad de esa reticencia.

Se acabo el conac y deposito la copa vacia en la chimenea. Dejo espar un prolongado gemido y se cubrio el rostro con las manos. Maldicion, se habia acabado. Tenia que aceptarlo. Le habia ofrecido todo que tenia: su amor, su corazon, su apellido, y ella lo habia rechazado.

?Por que no habia podido enamorarse de una docil muchachita inglesa sin un maldito marido difunto, sin problemas, sin ningun loco tras ella y sin aversion al matrimonio? Alguien dispuesto a aceptar que los errores pasados se quedaban en el pasado. Alguien que, al proponerle matrimonio, hubiera sabido la respuesta correcta era: «Oh, si, Robert. Me encantaria ser tu esposa. Te amo, Robert» y no «No tengo ningun deseo de volverme a casar. Quiero un amante, nada mas. Para siempre no es en lo que estoy pensado».

Una palabrota que pocas veces pronunciaba salio de sus labios. Por un momento penso en dejar Bradford Hall y escaparse a Londres, o adonde fuera, mientras ella permaneciera alli, pero descarto esa idea. Con la advertencia de peligro que le habia hecho Elizabeth rondandole por la cabeza, se negaba a dejar a Allie sola, lo quisiera ella o no. Y tambien tenia que permanecer alli para esperar que Michael regresara de Irlanda. No, tenia que dejar a un lado sus sentimientos y seguir como si nada hubiera sucedido. Como si sus suenos de una esposa y una familia no se hubieran hecho pedazos. Como si su corazon no se hubiera roto.

Lester Redfern avanzaba trabajosamente en la oscuridad, maldiciendo el barro que se le pegaba a las botas y hacia que cada pie le pesara cien kilos. Maldicion, un hombre de su calibre no deberia tener que aguantar ese frio, esa lluvia y esa porqueria.

Rafagas de viento agitaban los arboles a su alrededor, y Redfern miraba a derecha y a izquierda, nervioso y con el corazon golpeandole el pecho. Diablos, odiaba los bosques, sobre todo por la noche, con todos esos ruidos raros y esas sombras, que uno ni sabia donde estaba. Se quedaba con Londres.

Pero por grande que fuera su odio hacia los bosques, era poca cosa comparado con lo que llegaba a odiar los caballos, y un caballo en concreto. Ese jamelgo encabritado lo habia tirado al barro, despues de morderle la mano. Flexiono los magullados dedos y murmuro una letania de maldiciones. Y todo eso mientras estaba desenganchado a la bestia despues de que las ruedas de su calesa se hubieran quedado atrapadas en el barro.

Por todos los demonios, aquello era una locura. Iba a morir ahi fuera bajo la lluvia y el frio. La humedad le calaba las suelas de las horas. Apreto los dientes. Con esa lluvia, que hasta borraba los camino.Y tendria suerte si llegaba a Bradford Hall, suponiendo que pudiera en contrar el maldito lugar, al cabo de un mes. Habia tardado todo el dia en cubrir una distancia que hubiera recorrido en una hora si esa maldita lluvia no hubiera empezado.

Bueno, no estaba dispuesto a andar hasta Bradford Hall, de eso estaba seguro. El conde tendria que esperar para recuperar su querida carta hasta que mejoraran las condiciones atmosfericas.

– Y me va a tener que pagar un extra por el esfuerzo que hago-mascullo Redfern -. Y tambien tendra que reponerme las botas y conseguirme un elegante abrigo.

Un fuerte chirrido le llamo la atcncidn. En medio de la oscuridad consiguio ver mas adelante lo que parecia el brillo de un farol. Una chispa de esperanza prendio en su frio, mojado y embarrado ser, y se lanzo hacia alla. Doblo una esquina y casi cayo de rodillas de alivio. Balanceandose bajo las rafagas de viento, con los goznes chirriando, habia un cartel: El Cubil del Oso. Una posada, o como minimo un pub, donde podia conseguir comida, calentarse delante del fuego y rezar para que parase esa maldita lluvia. Y cuando cesara, lo que seguramente ocurriria pronto, seguiria su camino hacia Bradford Hall. Y hacia la senora Brown.

20

Robert estaba sentado a oscuras en la sala de billar, contemplando las ardientes ascuas de la chimenea y contando las campanadas del reloj de la repisa, que daba la medianoche. Las rafagas de viento golpeaban las ventanas, pero al menos la implacable lluvia por fin habia cesado. Habia pensado con ironia que tal vez Austin, Miles y el tuvieran que empezar a construir un arca. Durante los ultimos cuatro dias, habian estado cayendo espesas cortinas de agua desde un cielo gris, un cielo que estaba totalmente acorde con su humor.

Cuatro dias. Cuatro dias desde el ultimo encuentro con Allie en su dormitorio. Cuatro dias intentando con todas sus fuerzas evitarla en la enorme casa, que de repente no parecia mayor que la choza de un camino. Cuatro noches interminables e insomnes, tumbado en la cama, intentando sin exito pensar en algo, en cualquier cosa que no fuera ella.

El resto de la familia se habia retirado hacia mas de una hora, y el tambien, pero despues habia salido de su cuarto, incapaz de enfrentarse a otra noche en vela en su cama vacia. Solo. Miro la copa de conac que tenia en las manos. Previamente ya habia vaciado la botella de su habitacion.

Allie y el habian conseguido evitarse durante esos dias, aunque no estaba seguro de si era el quien la evitaba a ella o ella quien lo evitaba a el. Habia pasado la mayor parte del tiempo en el despacho de Austin, ayudando a su hermano con las cuentas de las tierras, lanzandose a la tarea con un entusiasmo que habia sorprendido a Austin. Pero Robert necesitaba tener la mente y las manos ocupadas para no pensar en Allie. Para no buscarla y encontrar alguna excusa que le permitiera tocarla.

Cuando no estaba ayudando a Austin con las cuentas, se quedaba leyendo solo en la biblioteca, jugaba al billar con Austin o Miles y pasaba largos ratos con James y Emily en el cuarto de los ninos, aunque le resultaba una tortura ver aquel sofa. Sabia por Caroline que Allie habia pasado la mayor parte de los ultimos cuatro dias con ella y su madre, hablando, bordando y jugando a las cartas. Y segun Austin, tambien visitaba a Elizabeth todas las tardes.

Robert ansiaba escaparse de la casa, donde no podia dejar de captar esquivos efluvios de la fragancia de Allie en los pasillos, y cabalgar durante largo rato. Sin embargo, la lluvia impedia las actividades al aire libre.

De todas maneras no podia decirse que hubiera estado chocando con ella en cada esquina. En realidad, las unicas veces en que la habia visto durante esos cuatro dias habian sido durante la cena, cuando toda la familia se reunia en el comedor principal. Y esas cuatro ocasiones le habian resultado un infierno.

Allie se habia sentado frente a el, con los malditos vestidos negros, y cada noche mas palida y reservada, participando en las conversaciones, pero haciendo claros esfuerzos para ello. Y aunque los ojos de Robert se obstinaban en ir hacia ella, Allie nunca lo habia mirado, excepto cuando sus miradas se habian cruzado, de forma totalmente casual por parte de ella, aquella misma noche.

El efecto de conectar con la mirada marron dorada de Allie habia sido para Robert como un golpe en el corazon. Todo se le habia borrado excepto ella. Durante un angustioso instante, Robert habia esperado, rogando ver una chispa en sus ojos, alguna indicacion de que ella lo echaba de menos. Que lo deseaba. Que lo amaba.

Pero Allie habia bajado los parpados, ocultando los ojos, y habia centrado toda su atencion en la comida. Su absoluto rechazo habia dado otro golpe mas en su herido corazon.

Cada dia le resultaba mas dificil seguir fingiendo que todo iba bien.

Especialmente porque todo iba tan mal. Robert habia pasado gran parte de los cuatro dias anteriores consiguiendo mantener una fachada feliz y sonriente, aunque por dentro estuviera carcomido por la culpabilidad, pero habia llegado a un punto en el que reirse le resultaba imposible. Lo intentaba por su familia, pero sabia que todos se habian dado cuenta de que algo no iba bien y tambien sabia que estaban preocupados. Lo podia ver en sus ojos, oirlo en las voces de su madre y de Caroline cuando le preguntaban cautelosamente si se encontraba

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