– ?No esta deslumbrante? -exclamo Caroline-. Sabia que con el vestido y el peinado adecuados estaria arrebatadora. ?La he convertido en un cisne! -Se volvio hacia el y susurro-: No arrugues el ceno, Austin. Le he dicho a Elizabeth que se reuniese conmigo junto a la chimenea, y la vas a asustar.

– No estoy arrugando el ceno.

Caroline le dirigio una mirada maliciosa.

– Tienes una expresion sombria. ?Quieres que vaya a buscar un espejo?

Austin se esforzo por relajar sus musculos faciales.

– No.

– Eso esta mejor. No has terminado de decirme que impresion te causo Elizabeth.

Austin observo a la joven mientras esta se abria paso por el salon y se detenia a charlar con su tia. Apreto los punos cuando se percato de que todos los hombres de la habitacion la contemplaban tambien. Ella volvio la vista en direccion a el y sus miradas se encontraron durante unos momentos hasta que ella alzo levemente la barbilla y aparto los ojos.

Austin sintio que le hervia la sangre a causa de ese evidente desaire. Sin apartar la mirada de ella, dijo:

– La senorita Matthews me parecio una persona poco corriente, sin duda debido a que se crio en las colonias.

– ?Poco corriente? -repitio Caroline en voz baja-. Si, supongo que eso lo explica todo.

– ?Que es lo que explica?

– Por que no has sido capaz de quitarle ojo desde que ha entrado por esa puerta.

Austin volvio la cabeza bruscamente y vio la expresion ironica de Caroline. Le clavo la mirada mas gelida que pudo.

– ?Como dices?

– Austin, carino -le dijo ella, acariciandole afectuosamente la mejilla-, sabes que esa cara no me asusta. Y ahora, si me disculpas, creo que me reunire con Elizabeth y lady Penbroke.

Y se alejo con aire despreocupado.

Austin apuro su copa de champan de un trago. Volvio a fijar la vista en la senorita Matthews, que saludo a Caroline con una sonrisa acogedora, y el se pregunto que sentiria si ella lo recibiese a el con semejante calidez. Solo con pensado lo recorrio un estremecimiento que aumento su irritacion.

Las palabras de Caroline resonaron en su mente: «No has sido capaz de quitarle ojo desde que ha entrado por esa puerta». ?Incapaz de quitarle ojo? ?Tonterias! Por supuesto que era capaz. Y lo haria. En cuanto ella se volviese hacia otro lado y el ya no pudiese ver esa sonrisa. O esa boca. O ese fascinante rizo que le caia por el vestido.

Mientras eso no ocurriese, necesitaba mirarla, observarla, averiguar todo cuanto pudiese sobre ella.

Solo para el proposito de su investigacion, naturalmente.

A la hora de la cena, Elizabeth se sento entre su tia y lord Digby. Para su sorpresa, este converso con ella largo y tendido acerca de las tecnicas agricolas americanas. Ella no sabia practicamente nada sobre el tema, pero lo escucho educadamente, asintiendo con la cabeza para animado mientras saboreaba el banquete de diez platos y esquivaba las plumas de pavo real que adornaban el tocado de su tia.

Mientras lord Digby le comentaba en tono lirico los procedimientos del esquile o de ovejas, la joven dirigio su atencion hacia la cabecera de la mesa, donde estaba sentado el duque. Resplandeciente en su traje negro, por poco la deja sin aliento, lo cual la irrito considerablemente. Se negaba a encontrar atractivo a ese hombre tan testarudo.

Austin conversaba con soltura con los invitados situados a su vera, pero ella advirtio que rara vez sonreia. Este detalle hizo que olvidara su irritacion y se le encogiera el corazon.

Bajo su aspecto distinguido, Austin albergaba un alma atribulada, pero lo disimulaba bien. De no ser porque Elizabeth le habia tocado la mano, ella solo habria visto la faceta que el presentaba. No sabria nada de su tristeza, su soledad y su sentimiento de culpa. Tampoco intuiria el peligro que lo amenazaba.

No se dio cuenta de que el la observaba hasta que sus miradas se encontraron. Aquellos ojos plateados se clavaron en los suyos y se le puso la carne de gallina ante la intensidad de su mirada, que la encendio por dentro. Sabia que debia apartar la vista, pero no podia. ?Tenia tantas ganas de ayudarlo! Ojala el quisiera escuchada…

Santo Dios, como deseaba que aquella vision que habia tenido hubiese sido mas clara, para saber que amenaza se cernia sobre el y cuando sobrevendria la desgracia. ?Ocurriria esa misma noche? En ese caso, ?que podia hacer ella para evitarlo?

La mirada de Austin la penetro, enardeciendola como si la hubiese tocado. Ella se obligo a desviar su atencion de esa mirada perturbadora y a centrada de nuevo en lord Digby, pero ya habia tomado una decision. Haria cuanto estuviese en su mano para garantizar la seguridad del duque.

Austin se acerco a las cuadras poco despues de medianoche, inquieto, agitado, sin otro deseo que el de cabalgar sobre Myst y desahogar la irritante y vaga frustracion que lo atormentaba.

Esa sensacion se habia originado en el momento en que la habia visto en la puerta del salon, dolorosamente bella, sonriendo a todos… a todos menos a el. Por mucho que le fastidiase reconocerlo, no habia sido capaz de despegar la vista de ella durante toda la cena. Incluso cuando consiguio centrar su atencion en otra cosa, habia sido consciente de ella en todo momento, sabia con quien estaba hablando y que comia. Y cuando sus miradas se encontraron de un extremo a otro de la mesa del comedor, se sintio como si alguien le hubiese asestado un punetazo en el corazon.

La presencia de Elizabeth lo habia distraido durante buena parte de la noche, y el habia suspirado aliviado cuando ella se retiro, poco despues de las once. Pero su alivio duro poco, pues no conseguia borrar a esa dichosa mujer -sus ojos, su sonrisa, su boca seductora- de su mente. Le daba rabia tener que recordarse continuamente que ella sabia cosas que no debia -ni podia- saber, que solo podia justificar mediante las «visiones» que aseguraba tener.

Pero cada vez que intentaba convencerse de que ella maquinaba algo al aducir que poseia dotes de vidente, que quizas estuviese implicada en la trama del chantaje y que no era de fiar, su instinto se rebelaba contra el. Ella irradiaba una gentileza, una inocencia y, maldita sea, una honradez que debilitaba sus sospechas cada vez que le venian a la cabeza.

?Y no era posible que Elizabeth simplemente confiara tanto en su innegable intuicion que hubiese llegado a considerarla clarividencia? ?Y si sus palabras y sus actos solo estaban encaminados a ayudarlo, como ella aseguraba?

Entro en el establo y se acerco a la casilla de Myst, pero se detuvo en seco cuando percibio un sutil aroma, una fragancia que no casaba en absoluto con el olor a cuero y a caballo. Un aroma a lilas.

Antes de que pudiese reaccionar, ella emergio de las sombras y quedo iluminada por la luna.

– Buenas noches, excelencia.

Muy a su pesar, Austin sintio que un estremecimiento de expectacion le recorria la espalda. La joven llevaba todavia el vestido de seda color crema que se habia puesto para la cena, y ese rizo largo, tentador y castano rojizo atrajo de nuevo su mirada.

– Volvemos a vernos, senorita Matthews.

Ella dio un paso hacia Austin y este se fijo en su expresion. Parecia ostensiblemente irritada.

– ?Por que estais aqui, excelencia?

– Yo podria preguntarle lo mismo, senorita Matthews.

– Estoy aqui por vos.

«Y yo estoy aqui por ti…, porque no logro dejar de pensar en ti.» Cruzandose de brazos, la contemplo con indiferencia estudiada. Maldicion, solo deseaba saber que podia esperar de esa mujer.

– ?Y que es lo que hay en mi que la trae al establo a estas horas?

– Imaginaba que quiza se os ocurriria montar a caballo. -AIzo la barbilla en un gesto ligeramente altanero-. He venido para impediroslo.

– ?Ah si? -solto Austin con un resoplido de incredulidad-. ?Y como piensa hacer eso?

– No lo se -respondio ella achicando los ojos-. Supongo que esperaba que fueseis lo bastante inteligente para

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