silencio-, pero no es el dinero lo mas importante.

Habia estado viendo demasiados talk-shows como habia mencionado.

– Hablas como Oprah.

El sonrio y sus blancos dientes relucieron entre sus labios.

– Eso es porque Oprah sabe.

– ?Que?

Se encogio de hombros.

– Esta bien poder pagar las facturas y es agradable poder comprarte un abrigo nuevo cuando lo necesitas, pero no te puede hacer delgado, y no te puede hacer feliz.

Dicho por un hombre que no tenia que preocuparse por pagar las facturas.

– No estoy de acuerdo. Si yo fuera rica contrataria a un cocinero que cocinara comida baja en grasas durante el resto de mi vida y me compraria un abrigo de armino.

– Como Cenicienta -dijo tras una sonrisa.

Se acordaba.

– Si, como Cenicienta. Eso me haria perdidamente feliz.

– ?Durante cuanto tiempo?

– Para siempre.

– Estas equivocada. Serias cenicienta durante un tiempo, luego te aburririas. -Bebio otro trago y miro por la ventana-. Creeme, lo se.

– El dinero te da mas opciones. -dijo y miro por la ventana al brillante espectaculo.

– Verdad, pero no puede parar el tiempo, solo tienes cierto numero de dias, y cuando llega la hora, el dinero no puede parar la muerte o las enfermedades. Puede comprar los mejores cuidados medicos, pero eso no es garantia de nada.

Brina giro la cabeza y su corazon se acelero.

– ?No estas enfermo, verdad?

– ??Yo?? No

– De quien estas hablando.

– De nadie.

No le creyo ni por un segundo, pero no era dificil imaginarse de quien estaba hablando.

– Siempre fuiste un mal mentiroso. Mencionaste que tu abuelo tenia problemas de salud. ?Que pasa?

– Es mayor -desde la ventana un explosion de luz ilumino su perfil-. Su corazon lleva mal algunos anos. Algunas veces cuando lo visito, sus labios se vuelven azules y me da un miedo enorme. Solo se toma una pequena pastilla y su corazon empieza a funcionar. Le he llevado al mejor especialista del pais, pero es mayor y nadie puede hacer nada.

Brina le cogio de la mano y se la apreto.

– Lo siento Thomas.

– Yo tambien -se llevo la copa a los labios y la miro-. Nunca le he contado a nadie que me asusta y en parte no se porque lo he hecho.

– Bien, me alegro de que lo hicieras.

La acaricio con el pulgar en la mano. Hubo otra explosion y ella vio como su mirada bajaba desde su garganta a la ajustada parte delantera de su camiseta. Las explosiones del exterior se desvanecieron y la habitacion volvio a quedarse a oscuras.

– ?Como de contenta? -pregunto, se llevo su mano a la boca y le beso los nudillos-. ?Que me costaria quitarte la ropa? -La punta de su lengua toco la V que se formaba entre sus dedos, mandado escalofriaos desde la muneca al codo.

– No creo que desnudarme contigo sea buena idea.

– ?Por que no?, no parecia importarte esta tarde.

Le giro la mano y la beso en la palma, deteniendose para succionar el centro.

– Lo de esta tarde fue un error. Tu mismo lo dijiste. Nos dejamos llevar. -El soplo, y su caliente respiracion contra la humedad de su palma le hacian casi imposible poder controlar los escalofrios que corrian por su brazo-. Creo que deberiamos olvidar lo que paso.

– ?Vas a ser capaz de olvidarlo?

– Lo voy a intentar, ?tu?

– No -dijo simplemente y la mordisqueo hasta la muneca-. Tu pulso se acelera.

Cerro su mano y mantuvo dentro la humedad de sus labios.

– ?Thomas?

– ?Humm?

– Lo digo en serio. No creo que sea una buena idea.

– Solo dime cuando quieres que pare -dijo, y suavemente le succiono la fina piel del dorso de la mano.

Esta vez no pudo controlar los escalofrios que le hacian cosquillas interminables, mezclandose con la sangre que corria por sus venas. La humeda boca sobre su sensible piel mandaba rios de escalofrios por sus pechos y entre sus piernas. Sus pezones se endurecieron bajo el sujetador de nylon que llevaba y penso que probablemente deberia decirle que parara ahora, antes de que volviera a enterrar su cara en su cuello. Pero en ese momento la noche exploto y el trueno final lleno de colores la habitacion iluminando la cara de Thomas.

A traves de los rayos dorados y blancos le miro a los ojos. El la miraba por encima de su muneca, su mirada como ardientes llamas en la oscura noche. La queria. La queria tanto como ella a el. Y mientras ella le miraba a los fieros ojos, de pronto no pudo recordar por que exactamente hacer el amor con Thomas era una mala idea.

Se llevo la copa a los labios y la vacio.

– ?Por que me abandonaste hoy y te fuiste a esquiar con Holly?

– Yo fui a esquiar -susurro contra su piel-. Holly estaba alli, y yo no te abandone, te deje para poder pensar.

– ?Sobre que?

Finalmente desprendio su boca de ella.

– Sobre ti -dijo y se llevo el vaso a los labios para terminar de beberselo.

No sabia si creerlo completamente, pero queria hacerlo desesperadamente.

– ?Y cual fue tu conclusion?

– Que te quiero. Como no he querido a nadie en mi vida, quizas incluso mas ahora. Eres hermosa y tan graciosa como siempre. -Le quito la copa y la dejo caer al suelo junto a la suya, donde aterrizaron silenciosamente-. Se por que te quiero, pero no estoy tan seguro de por que me quieres tu a mi.

No podia decirlo en serio.

– Cuando llegue a la reunion anoche, pense que alguna afortunada habia alquilado a un modelo de ropa interior para acompanarla. -Solo podia ver el perfil de su cara, pero penso que habia fruncido el ceno-. Entonces Karen me dijo que tu eras el modelo de ropa interior y me alegre. No porque parezca que probablemente deberias andar siempre en ropa interior para el entretenimiento de las mujeres, sino, porque las cosas entre nosotros no terminaron muy bien en el instituto y siempre me arrepenti de lo que paso.

– ?Que paso? -dijo y solto su mano.

– Lo sabes

– Creo que lo se, pero por que no me lo cuentas.

Brina cruzo los brazos bajo los pechos y respiro profundamente.

– Tu recuerdas como era, como queria desesperadamente comer en la mesa grande, el ser incluida por los ninos a los que todo el mundo miraba. Pense que si Mark me queria, seria alguien especial. -Se miro a los pies-. Nunca mas duendecillo MacConnell, la delgaducha nina a la que su madre le hacia la ropa.

Thomas le puso el dedo bajo su barbilla y levanto la mirada hacia la suya.

Me gustaba duendecillo MacConnell.

– Lo se, pero a mi no.

– ?Y ahora? ?Sigues desesperada por sentarte en la mesa grande?

– No me gusto.

Le acaricio los labios con el pulgar.

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