desagradable que puedo llegar a ser.»

Se pregunto si Jack habria sido consciente de que le habia llamado «florecita». Asi era como la llamaba en los viejos tiempos. Asi fue como la llamo la primera vez que la vio en la escuela primaria de Lovett.

Todavia recordaba lo nerviosa que estaba y el miedo que tenia aquel dia, ahora tan lejano. Temia que nadie la quisiese, y tenia la sensacion de que con ese lazo rojo en lo alto de su cabeza parecia una nina tonta. Su madre lo habia sacado de una cesta de regalo que contenia un monton de cupones, un libro de recetas y todos los ingredientes para preparar un buen chile tejano. Daisy no queria llevar aquel lazo, pero su madre insistio: le quedaba muy bien y ademas hacia juego con el vestido.

Nadie hablo con ella en toda la manana. A la hora del almuerzo estaba ya tan preocupada que le resulto imposible comerse su bocadillo de queso. Finalmente, durante el recreo, Steven y Jack se acercaron a la valla metalica en la que Daisy estaba apoyada.

– ?Como te llamas? -le pregunto Jack.

Daisy le miro a los ojos, esos ojos verdes enmarcados en largas pestanas negras, y sonrio. Por fin alguien le hablaba, y su corazon dio un respingo de alegria.

– Daisy Lee Brooks.

Jack se apoyo en los talones de sus botas mientras la miraba de arriba abajo.

– Bueno, florecita, creo que llevas el lazo mas ridiculo que he visto en mi vida -espeto, y Steven y el se echaron a reir.

Cuando Daisy le oyo decir que su lazo era ridiculo, todos sus temores quedaron confirmados y los ojos se le llenaron de lagrimas.

– Si, pero vosotros dos sois todavia mas ridiculos -respondio, orgullosa de poderse defender sola. Aunque acto seguido arruino su actuacion echandose a llorar.

Al recordar ese dia sus labios dibujaron una triste sonrisa. Se habia prometido a si misma que odiaria a esos dos muchachos durante el resto de sus dias. Pero el enfado le duro hasta el momento en que Jack le pregunto si querria jugar en su equipo de beisbol infantil al cabo de tres semanas. Fue Steven quien le enseno a jugar en la segunda base sin que la pelota le golpease en la cara.

En un principio, Jack la habia llamado «florecita» para tomarle el pelo, pero anos despues susurraba aquel nombre mientras la besaba dulcemente en el cuello. Su voz habia ido adquiriendo mas gravedad a medida que descubria nuevas maneras de tomarle el pelo. Hubo un tiempo en el que el mero hecho de recordar sus besos encendia una llamarada de pasion en su pecho, pero hacia ya muchos anos que no sentia nada por el.

Recordo entonces el aspecto de Jack la noche anterior, medio desnudo y fuera de si. El modo en que entornaba los ojos, sus atractivos ojos verdes y su sonrisa sardonica. Era incluso mas guapo que antano, pero Daisy tambien era mas mayor y mas inteligente, y ya no se dejaba tentar por los tipos guapos con malos modos.

Nathan no se parecia mucho a Jack. Excepto tal vez en ciertos rasgos de su caracter. Aunque decidieron que Nathan se instalaria en casa de la hermana de Steven, en Seattle, mientras Daisy estuviera en Lovett, el chico sabia cual era el verdadero motivo del viaje de su madre. Daisy habia acabado aprendiendo la leccion sobre las mentiras, por bien intencionadas que estas fuesen, y jamas le mentia a su hijo. De todos modos, habia decidido hacer el viaje la ultima semana del curso para que Nathan no pudiera acompanarla. Daisy no tenia ni idea de cual seria la reaccion de Jack cuando le contase lo de Nathan. No creia que pudiese mostrarse cruel con el muchacho, pero no estaba absolutamente segura de ello. No deseaba que Nathan estuviese presente si Jack se ponia furioso. Nathan ya habia conocido de sobras lo que era el dolor.

Oyo los movimientos de su madre dentro de la casa. Se puso en pie y volvio dentro.

– Buenos dias -dijo mientras se quitaba el chubasquero. Percibio al instante el calido aroma de la cocina de su madre. El olor a pan recien horneado y a comida casera la envolvio como una manta-. He contemplado la salida del sol. Ha sido precioso. -Se saco los zuecos y miro a su madre, que en ese instante le estaba echando un poco de leche a su cafe. Louella Brooks llevaba puesto un camison de nylon, tenia el pelo rubio y lo llevaba recogida en lo alto de la cabeza con una redecilla.

– ?Que tal la fiesta de anoche? -pregunto Daisy. El segundo viernes de cada mes, el club de solteros de Lovett organizaba un baile y Louella Brooks no se habia perdido ni uno desde que se inscribio en el club, en 1992. Pagaba cincuenta dolares al ano y estaba decidida a sacarle rendimiento a ese dinero.

– Vino Verna Pearse, y te aseguro que parecia diez anos mayor de lo que es en realidad. -Louella dejo la cucharilla en el fregadero y se llevo la taza a los labios. Miro a Daisy por encima de la taza-. Estaba floja, encorvada…, para el arrastre.

Daisy sonrio y se lleno de nuevo la taza de cafe. Verna habia trabajado con Louella en el restaurante Wild Coyote. Durante un tiempo fueron amigas. En los dos ultimos anos de instituto, Daisy tambien trabajo alli, pero no conseguia recordar por que se habia roto su amistad.

– ?Que paso entre Verna y tu? -le pregunto a su madre.

Louella dejo la taza sobre la encimera y cogio una barra de pan de la despensa.

– Verna Pearse tienes menos sesera que un mosquito -respondio-. Durante un ano no dejo de repetirme que ganaba diez centavos mas la hora que yo porque era mejor camarera. No dejo de pavonearse ante mis narices, pero acabe descubriendo que ese dinero lo ganaba de otra forma.

– ?Como?

– Con Big Bob Jenkins.

Daisy recordaba al dueno del restaurante, pero no sabia que nadie le llamase Big Bob.

– ?Se acostaba con Big Bob?

Louella nego con la cabeza y entreabrio la boca.

– Gratificacion oral en el almacen.

– ?En serio? Eso es poco menos que un delito.

– Si. Es una forma de prostitucion.

– Yo me referia mas bien a algo parecido a la esclavitud. Verna se la chupaba a Big Bob por algo asi como… ?unos ochenta centavos al dia? Eso no es justo.

– Daisy -exclamo su madre mientras sacaba la tostadora del armario-. No digas palabras soeces.

– ?Tu eres la que ha sacado el tema! -Nunca entenderia a su madre. «Gratificacion oral» le parecia bien, pero «chuparla» era para ella una palabra soez.

– Has pasado demasiado tiempo en el norte.

Tal vez tenia razon, porque no lograba ver cual era la diferencia. Aunque lo cierto es que hubo una epoca en la que nunca se le habria ocurrido utilizar esa palabra en semejante contexto.

Louella corto una rebanada de pan.

– ?Quieres una tostada?

– No como nada por las mananas. -Daisy bebio un trago de cafe y se coloco junto a la mesa rinconera. La brillante luz de la manana se colaba por entre los visillos de la ventana e iluminaba la mesa amarilla.

– ?Saliste anoche? -le pregunto su madre mientras tostaba una rebanada de pan.

Lo que queria decir si habia tenido arrestos para ir a ver a Jack.

– Si. Pase por su casa.

– ?Se lo contaste?

Daisy se sento en uno de los bancos y fijo la mirada en sus manos: se le habia desprendido un poco de esmalte rojo de una de las unas.

– No. Tenia compania. Su novia estaba con el, asi que no era el momento adecuado.

– Tal vez sea una senal de que debes dejarle en paz.

A su madre siempre le habia gustado mas Steven que Jack, aunque este tambien le gustaba. Cuando los tres se metian en problemas, Jack solia ser el que se llevaba la bronca. Y mientras el solia aceptar la reprimenda, Daisy y Steven intentaban librarse por todos los medios.

– No puedo hacerlo -dijo Daisy-. Tengo que contarselo.

– Sigo sin entender por que. -La tostada salto y Louella la coloco en un pequeno plato.

– Ya sabes por que. -Daisy no tenia intencion de volver a discutir con su madre los motivos que la habian llevado hasta alli. Abrio el frasco de esmalte de unas que habia dejado sobre la mesa el dia anterior y reparo la rasgadura.

– Bien, si lo tienes tan claro no tenias por que ir anoche. -Louella saco la mantequilla de la nevera y extendio

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