salto del asiento y siguio a Max hasta la silla. Cuando este se sento, el perrito se le subio a las rodillas.

– ?Eh! -exclamo Max, y aparto al perro a su muslo izquierdo. Se saco del bolsillo las barritas de cereales y le lanzo una a Lola. A continuacion, abrio una de miel y salvado, partio un trocito y se lo dio al perro. No soportaba el hambre. Ni siquiera el hambre de ese ridiculo perro que se encontraba en su regazo.

– ?No me dijiste ayer que estabas en Nassau por un asunto del Gobierno?

Max la miro. Ella dio un mordisco a la barrita de cereales.

– Si -contesto el.

Mientras el azul del Atlantico se rizaba detras de ella y daba al barco un movimiento de vaiven, Lola prosiguio el interrogatorio:

– Pero hoy me has dicho que te obligaron a retirarte de la Marina.

– Exacto. -Baby mastico, trago, y pidio mas-. Hace cuatro anos.

Lola introdujo el mango de la cana en el soporte y se giro hacia el.

– ?Como es posible? Si la Marina te ofrecio dos opciones, retirarte o ir a prision, ?como puede ser que todavia trabajes para ellos?

Max deposito al perro en la cubierta y le dio otro trozo de barrita. Baby se lo trago rapidamente y acto seguido subio al asiento, listo para una agradable siesta. El chapuzon de aquella manana lo habia dejado exhausto.

– Tu perro come como una lima.

– Mi perro tiene un nombre.

– Si, y es vergonzoso para el tambien -repuso, aunque el chucho empezaba a caerle bien. A pesar de todo, el nombre le parecia absolutamente ridiculo y Max no pensaba pronunciarlo, ni siquiera si lo amenazaban con morderlo o torturarlo.

– Estas evitando contestar a mi pregunta.

– No lo estoy evitando. Simplemente no te contesto.

– ?Eres una especie de espia?

– No. No trabajo para la CIA.

La visera de la gorra de Lola proyectaba una sombra sobre la mitad superior de sus gafas de sol.

– ?Eres uno de esos agentes secretos?

– Ves demasiada television.

– Y tu cambias de tema cada vez que te pregunto algo.

– Cada vez, no; solamente cuando me preguntas algo que no puedo contestar.

– Que no quieres contestar.

– No quiero y no puedo.

Lola se termino la barrita de cereales.

– ?Estas casado? -continuo.

– No.

– ?Divorciado?

– No.

– ?Has enganado a alguna chica para que sea tu novia?

– Ya te lo dije. Yo no me involucro en relaciones sentimentales.

– Cierto. ?Por que?

– ?A que viene tanta pregunta?

Ella se acerco un poco y, con un gesto, le pidio unas cuantas uvas.

– Perdi los prismaticos y el espejo en el mar, asi que lo unico que puedo hacer ahora es pescar. Me aburro, y ya que me has secuestrado, lo minimo que puedes hacer es distraerme para que deje de pensar en como morire en este barco.

Max le alargo un racimo y le paseo la mirada por el brazo, desde la tersa muneca hasta donde se habia remangado la blusa, a la altura del codo.

– No te he secuestrado, y todavia tenemos comida y combustible para un tiempo. Asi que no es probable que mueras, de momento.

– A lo mejor me muero de aburrimiento. Estoy acostumbrada a mantenerme ocupada, y necesito algo que me distraiga.

Max la observo mientras ella se llevaba una uva a los labios.

– ?Que propones? -le pregunto, aunque el tenia algunas ideas para distraerla que no tenian nada que ver con esa charla pero si con la forma en que Lola chupaba las uvas antes de comerselas. Ojala ella nunca le hubiera confesado que imitaba a Linda Lovelace.

– Hablame de ti -le pidio Lola, llevandose otra uva a la boca, y centro la atencion en la cana de pescar.

Max se levanto de la silla con tanto impetu que el dolor en el costado le hizo apretar las mandibulas con fuerza. Cogio la cana de pescar y se giro dando la espalda a Lola, ya que le habia salido un bulto en los pantalones. Lola lo acusaria de querer entablar una relacion «sentimental» con ella. Los sentimientos nada tenian que ver con la direccion que estaban tomando sus pensamientos, pero era imprescindible que esa direccion cambiara inmediatamente.

– ?Que quieres saber?

– ?Te has casado alguna vez?

– No.

– ?Has estado apunto?

– Nunca.

– ?Por que?

– Nunca encontre a una mujer que me hiciera pensar a largo plazo.

Lola se quedo callada por un momento.

– Quiza tengas fobia al compromiso -comento al fin.

Ojala le hubiesen dado un dolar cada vez que le decian eso. Parecia una idea universal entre las mujeres, como si hubieran nacido con esa mania en el cerebro.

– A lo mejor es que me gusta mi vida tal como es. -El tema del compromiso, que no era uno de sus favoritos, apaciguo bastante sus ardores-. ?Cuantas veces has estado comprometida?

– Dos.

– Quiza seas tu quien tiene fobia al compromiso.

– No, mas bien soy un iman para los idiotas.

Max la miro, miro los labios carnosos y los pomulos altos, los pechos grandes y las largas piernas. Lola Carlyle era un iman, cierto. Decididamente, le inspiraba pensamientos impuros.

– ?De donde eres, Max?

El dirigio la vista hacia el Atlantico.

– Naci en Miami y he vivido por todo el Sur. Principalmente en Tejas.

– ?En que parte de Tejas?

– En todas.

– Pero no tienes acento. Una vez sali con un tejano y lo tenia realmente marcado.

Aparte de algunas cicatrices, Max no presentaba marcas ni tatuajes, y habia eliminado cualquier acento que pudiera identificarle. Pero el Sur le corria por las venas y, a veces, cuando se sentia cansado o estaba relajado, le salia el deje sureno.

– Me preocupe mucho de eliminarlo. Ademas, mi padre era cubano, asi que tampoco hablabamos asi en casa. La verdad es que tuve que esforzarme mas por eliminar el acento cubano que aprendi de el.

– ?Y tu madre?

– Murio cuando yo tenia tres anos.

Lola se quedo un momento en silencio.

– Lo siento -dijo-. Debio de ser terrible para ti.

– No tanto. -Max fijo la vista en la cresta de las olas-. No la conocia, asi que no la eche de menos. Pero mi padre la echo de menos cada dia de su vida.

De repente, Max se pregunto por que estaba contando todo eso. El no era un hombre que hablara de si mismo con cualquiera, y mucho menos con una mujer. Las mujeres siempre le daban unas palmaditas en la

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