Lola lo miro de reojo.
– ?Y exactamente por que me cuentas esto?
Max dejo el pescado al lado del otro, pero no contesto. No sabia por que le habia contado esa estupida historia. A no ser que hubiera querido impresionarla, lo cual era dificil de admitir incluso ante si mismo.
– ?Te sientes amenazado?
Max se volvio hacia ella.
– ?Por que?
– Por mi. ?Es que mi habilidad para la pesca amenaza tu masculinidad?
Max rio. No se sentia amenazado, solamente se sentia ridiculo.
– Tesoro, mi masculinidad esta estupendamente. Hace falta algo mas que tu pequeno ejercicio de pesca para que me sienta poco hombre.
– Pareces celoso.
Quiza lo estaba un poco, pero nunca lo reconoceria. Nunca.
– ?De estos dos pescaditos? Bueno, quizas en otra vida.
– Vigila a
Max echo un vistazo a la puerta de la cocina.
– No seas tan mariquita -dijo en voz baja-. Vamos. -Se negaba a llamar al perro por ese ridiculo nombre, asi que continuo-: Acercate,
Animado por esas expresiones de aliento masculinas,
– Muy bien, buen chico.
Max no recordaba haberse comprometido a nada.
– Tu perro no oye del todo bien.
Dentro de la nevera, ella habia puesto dos bolsas de hielo artificial.
– El hielo del congelador esta bastante derretido, pero el de estas bolsas esta bien -le dijo y, levantando la vista hacia el, ordeno-: Vamos, ponlas dentro.
Max tampoco recordaba haber aceptado ser su criado.
– Ese honor te corresponde a ti.
– Por mi, bien. A ti las manos todavia te huelen a pescado. -Y, tras fijarse en la ropa que llevaba, agrego-: y yo voy de blanco.
– Aja.
Max se arrodillo al lado de la nevera y coloco los pescados dentro. Entonces se percato de que su silla se estaba desplazando un poco por la cubierta y que la cana colocada en el soporte estaba practicamente doblada, en dos.
– ?Joder! -exclamo, levantandose. Noto que el dolor en el costado remitia bajo la subita descarga de adrenalina. Asio la cana de pescar y empezo a enrollar el sedal mientras avanzaba hacia la plataforma.
– Traeme la red -le grito a Lola. Las olas rompian contra la plataforma y el agua le lamia los pies. Max levanto la cana, dando vueltas al carrete como un loco. Comparado con las dos truchas que habia pescado, ese pez pesaba como un tractor.
En cuanto entrevieron el tono rojizo del pez bajo la superficie del agua, Lola lo recogio con la red y Max la ayudo inmediatamente a izarlo a bordo. Sosteniendo la cana con una mano, estudio el brillante besugo. Pesaba, por lo
Una vez mas, siguio a Lola hasta la cubierta de popa y extrajo el anzuelo.
– Fijate en esto -dijo mientras se arrodillaba y lo extendia sobre la cubierta. Era lo
– Es solo un pez.
Max se levanto y dio un paso atras para admirar su presa.
– Es enorme.
Lola cruzo los brazos.
– Bueno, pero yo he pescado mas que tu.
– Tus dos pescados juntos no pesan ni lo mitad que el mio.
– ?Nunca has oido eso de que el tamano no cuenta?
Max se volvio hacia ella.
– Tonterias. -Max rio al ver que Lola tenia los labios apretados-. Solo un tipo con el paquete pequeno se creeria eso.
Lola fruncio el entrecejo con fuerza.
– Yo se que es verdad.
Max rio con ganas.
– Puedo demostrarte que estas equivocada.
– Gracias, pero otra vez sera.
– Cuando quieras, Lolita.
CAPITULO 6
Lola puso arroz a hervir y mezclo oregano, romero, pimienta de cayena y un pellizco de sal en un cuenco.
«Cuando quieras, Lolita.» Max casi se lo habia susurrado al oido. Bueno, quiza no lo habia susurrado y quiza tampoco se lo habia dicho al oido: se encontraba demasiado lejos de ella. Aun asi, la sensacion que la habia asaltado era de que se lo habia susurrado al oido, de que habia bajado la voz hasta convertirla en una caricia intima que le habia erizado el vello de la nuca. Una experiencia no del todo desagradable. Lo cual era malo. Muy malo y peligroso.
Ya la primera noche que le vio supo que era un hombre peligroso, pero no se habia dado cuenta de que el peligro estaba en pensar en el como un hombre y no como un ladron o un pirata. No habia querido mirarlo a la cara magullada y ver mas alla de los morados y las heridas. El azul de sus ojos, su piel morena y su pelo oscuro. La determinacion de la mandibula y del menton y la sensualidad de sus labios, que habrian dado un aspecto blando a cualquier otro hombre, pero no a Max. Max tenia una sangre compuesta en un noventa y nueve por ciento de pura testosterona; no cabia lo menor duda de que era un macho cien por cien heterosexual.
Lola no queria ver al hombre que habia en Max, el hombre que podia matar dragones, que rescataba doncellas y perritos en peligro de ahogarse, que pescaba los peces mas grandes.
Solo despues de haber admirado su presa desde todos los puntos de vista y de haberla sopesado con los brazos, como si fuera el mayor pescado que se hubiera capturado nunca, Max se puso a limpiar los pescados. Lo hizo como un profesional. Habian pescado mas de lo que se podian comer, asi que empaquetaron los filetes y los metieron al fondo del congelador.
Mientras Max encendia los motores y limpiaba un poco, Lola se dedico a buscar especias en la cocina. Encontro aceite de oliva, cinco limones y arroz en la alacena. Mientras el arroz se cocia, aderezo cuatro filetes pescado y les anadio un pellizco de pimienta negra. Cuando el aceite estuvo caliente, coloco los filetes en lo sarten y los frio durante siete minutos por cada lado.
Lola no se consideraba una gran cocinera, pero parte del tratamiento contra la bulimia consistia en establecer una relacion sana con los alimentos, en aprender a comer de nuevo. Y eso significaba aprender a preparar algo
