cabeza, lo analizaban de arriba abajo y le aconsejaban que siguiera alguna terapia. El hecho de que ahora le hablara asi a Lola Carlyle era una muestra de su propio aburrimiento.

– ?Como se llamaba?

El la miro.

– ?Por que?

– Quiero saberlo.

– Eva Johansson Zamora. Era sueca.

Era mejor hablar con ella que pensar en como chupaba las uvas.

– Mi padre decia que yo era «cubeco».

Lola sonrio e inclino el extremo de la cana arriba y abajo.

– No es una mezcla muy comun, eso es cierto. ?Como murio?

– Ella y mi padre cruzaban la calle Ocho en Little Havana cuando un coche la atropello. El contaba que sintio como su mano se soltaba bruscamente de la de el.

La sonrisa de Lola se desvanecio y la cana de pescar que tenia en las manos se quedo quieta.

– Eso es horrible, Max. ?Y tu donde estabas?

Ella no mostro demasiado sentimentalismo, no lo miro con compasion ni corrio a abrazarlo, de modo que Max continuo:

– Cogido de la otra mano de mi padre. Ninguno de los dos resulto herido. Ella murio antes de llegar al hospital.

– ?Tu lo recuerdas?

– En realidad no. Tengo un vago recuerdo de unas luces, pero eso es todo.

– Y yo que pensaba que habia tenido una infancia dificil.

– ?Por que fue tan dificil? -pregunto Max, contento por el cambio de tema.

– Bueno, en realidad no lo fue tanto. Pero pensaba que lo habia sido-. Lola miro al oceano mientras la brisa agitaba la manga de su blusa. -El hermano de mi madre era predicador baptista, y no era precisamente permisivo. Era de los que no te dejaban beber alcohol, pintarte los labios ni bailar, porque eso podia excitar a alguien. Esos comportamientos eran «mundanos» y «pecaminosos». Solo se podia bailar en la iglesia, porque el espiritu era el que te inspiraba. En mi familia, tener un tio predicador era como tener al Papa en un hogar catolico. Siempre teniamos que sentarnos en el rincon de las oraciones y decir en voz alta «alabado sea el Senor». El hecho de tener a un predicador en la familia significaba, para todos nuestros parientes, estar un paso mas cerca de Dios que el resto de mortales. Por eso, cuando a los tres anos le pedi a Papa Noel que me trajera un pintalabios, sombra de ojos y unos sujetadores transparentes nadie en la familia sonrio. Cuando tenia quince anos, me pillaron bebiendo y mi familia se escandalizo.

El extremo de la cana de pescar se agito, pero Lola continuo:

– Mi madre estaba convencida de que habia heredado los genes anormales de la familia de mi padre. El tenia unos primos que bebian a morro y fornicaban como marineros de permiso.

Max se rio con ganas.

– Supongo que ser modelo de ropa interior no ayudo mucho,

– Al principio no, pero cuando sorprendieron al tio Jed con una de las chicas Lyle detras del pulpito, Millicent creo que se llamaba… -Lola se encogio de hombros-. Represento a la perfeccion el papel de culpable arrepentido, pero Millicent todavia no era mayor de edad y se quedo prenada, asi que su propia esposa abandono la iglesia. Despues de eso la familia se comporto como las ratas que abandonan un barco que se hunde y de repente, mi trabajo ya no les parecia tan malo. -Lola le miro un momento y le sonrio-. Me alegraba de no ser yo la mayor pecadora del mundo.

Ahora, al observarla bien, ahi de pie, con los pies descalzos, esas piernas largas, y esa gorra calada hasta la mitad de la frente, Max se dio cuenta de que ya no era para el esa insoportable modelo de ropa interior que habia imaginado cuando vio su carne de conducir. Ahora era algo mas que una mujer bonita con un estupendo cuerpo en medio del mar azul y bajo un cielo todavia mas azul. Ahora veia a una mujer que tenia problemas como todo el mundo. Una mujer con sentido del humor, capaz de reirse de si misma.

– ?Hermanos o hermanas?

– Una hermana mayor, Natalie. Era una chica perfecta. Nunca le atrajeron ni el pintalabios ni la bebida. Tiene cinco ninos perfectos y es una esposa perfecta. Tiene un marido perfecto, Jerry, que en realidad es un chico muy majo.

Por un momento, a Max le parecio que Lola envidiaba a su hermana. ?Lola Carlyle, la modelo de trajes de bano del Sports Illustrated, envidiaba a un ama de casa? Imposible.

– No me digas que quieres tener cinco ninos.

– No, solo dos. Pero primero tengo que encontrar un marido. Por desgracia, eso significa que tengo que empezar a salir con hombres otra vez. Y parece que atraigo a hombres posesivos, o, peor aun, a hombres increiblemente necesitados a quienes acabo cuidando yo. -Hizo una pausa para respirar y pregunto-: ?Tu quieres tener ninos?

Ninos era lo ultimo que Max queria.

– No.

Ella estudio su rostro por un momento.

– Parece que te haya preguntado si quieres tener dolor de muelas. ?Es que no te gustan los ninos?

Los ninos le parecian bien, siempre y cuando fuesen los ninos de los demas.

– ?De verdad quieres que me crea que no sales con nadie? -le solto Max en lugar de contestar a su pregunta.

Lola suspiro ante ese intento de cambiar de conversacion, pero lo dejo estar.

– Hay algunas diferencias entre salir a cenar con un hombre y desear que sea el padre de tus hijos. No tengo precisamente el mejor recuerdo de los hombres. -De repente, la cana de pescar de Lola se doblo con fuerza y casi se le escapo de entre las manos-. ?Creo que he pescado algo!

Al ver que la cana se doblaba, Max dejo la suya en el soporte de su silla.

– ?Necesitas ayuda?

– No. Pero traeme la red -le pidio Lola mientras abria la puerta de la plataforma de bano. Bajo las escaleras mientras empezaba a recoger el sedal y anadio-: Tambien debe de haber algo para tirar del anzuelo.

Max encontro una red en la caja de la que habia sacado las canas y el resto de equipo. Tambien habia algo parecido a unos alicates.

Como era de esperar, ella estaba demostrandole que pescaba mejor que el.

– ?Date prisa! -lo apremio ella mientras bajaba las escaleras.

Ahora las olas eran un poco mas altas y el agua de mar les llegaba a los pies. El primer pez que emergio era de color azul y tenia la cola y los ojos de un amarillo brillante. Max no tenia idea de que pez era, pero el segundo pez debia de ser una variedad de mero. Era de color beige con rayas marrones y puntos grises, y Max calculo que pesaba unos seis kilos. Recogio los peces con la red; el de color azul agitaba la cola freneticamente.

Se dirigieron de nuevo a la cubierta de popa. Mientras Max llevaba los peces en la red, Lola le dio algunas instrucciones:

– Hay que sacarles los anzuelos y ponerlos en un recipiente con hielo o en algun lugar frio. Puedes limpiarlos ahora, si quieres.

Ningun problema, pero no eran sus pescados.

– Crei que me habias dicho que pescabas con tu abuelo en su barco.

– Asi es, pero era el quien sacaba los anzuelos y los limpiaba. -Lola fruncio las cejas y lo miro-: Eso es trabajo de hombres.

– ?Y tu unico trabajo es sacar los peces del agua?

– Claro -le contesto, como si Max fuese tonto.

Pero Max no era tonto en absoluto y se daba cuenta de que era ella quien establecia las reglas sobre la marcha. Saco el pescado azul de la red, le extrajo el anzuelo de la boca y lo dejo sobre la cubierta.

– ?No son preciosos? -exclamo Lola con orgullo, como si fueran una creacion suya.

– Estan bien. -Saco el otro y tambien le quito el anzuelo. Vale, habia cobrado dos piezas, ?y que?-. En Malasia, durante una mision, dispare a una cobra a la cabeza y me la comi para desayunar.

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