debe de haber aviones de rescate sobrevolando la zona.

– ?Que tal un faro? -inquirio Lola-. Lo vi en una pelicula con Anne Heche y Harrison Ford. Se encontraban atrapados en una isla y buscaban un faro para destruirlo. Entonces se suponia que alguien iria a arreglarlo y los rescataria.

– ?Un faro de navegacion?

– Si, creo que era eso.

Lola se quito los zapatos y observo sus pies sucios. Saco una pastilla de jabon del bolso y se deslizo hasta el extremo de la roca.

– Deberia encontrarse en la parte mas alta de la isla y sin vegetacion alrededor -dijo Max.

Se puso de pie y miro en torno asi con los brazos en jarras. Los dedos extendidos apuntaban a la entrepierna.

– Quizas hacia alli -dijo, senalando al oeste,

Lola aparto la vista de el e introdujo los pies en el agua fria.

– Ve tu. Baby y yo nos quedaremos aqui esperandote.

– ?Estas segura?

Lola asintio y se restrego los pies con el jabon.

– Baby necesita un descanso.

Max rio y, de nuevo, se hinco a su lado. Le tomo la barbilla con la mano y le levanto el rostro hacia el.

– Muy bien, si Baby necesita un descanso… -le susurro muy cerca de los labios.

Lola no estaba segura de que se refiriese a Baby. Con tanta naturalidad como si la conociese desde siempre, Lola se acerco y entreabrio los labios junto a los de el. La lengua de Max le hizo el amor delicadamente a la suya. El beso fue tan suave y calido que Lola noto un calor intenso en su interior. Dejo caer el jabon al suelo y llevo una mano a la hirsuta mejilla de Max, Dejo correr los dedos por el pelo corto y recio, pero el se aparto y el beso termino antes de la que ella esperaba.

– Comportate -le dijo mientras se ponia de pie.

Max tomo la cantimplora, una caja de frutos secos, una manzana y una bolsa de galletas Ritz. Lola se quedo con un trozo de Camembert, una manzana, una caja de galletas y un apetito que, de pronto, no tenia nada que ver con la comida.

CAPITULO 8

Todavia no era mediodia, pero el sol estaba alto y calentaba los brazos y la espalda de Lola. Termino de lavarse los pies y los brazos y hurgo en su bolso de Luis Vuitton hasta que encontro su pequena polvera. Con el diminuto espejo se estudio con detenimiento el rostro, por partes. Tenia un aspecto espantoso, asi que rebusco otra vez en el bolso hasta que encontro sus utensilios basicos: unas pinzas, una pequena botella de leche hidratante Estee Lauder, rimel, colorete y brillo de labios de color rosa. Mientras se depilaba algunos pelos del perfecto arco que formaban sus cejas, se dijo a si misma que no se estaba acicalando para Max.

Eso fue lo que se dijo a si misma, aunque no con mucha conviccion, porque el solo recuerdo de los besos de el le provocaba un agradable cosquilleo en la espalda y le encendia las mejillas, como si volviese a tener dieciseis anos y le gustara Taylor Joe McGraw, el capitan del equipo de baloncesto. Taylor Joe nunca se entero de que ella existia, pero Max si. Se lo hacia saber cada vez que posaba los ojos en ella. Desde los catorce anos se habia dado cuenta de que los chicos -y de mayor, los hombres- la miraban. Pero Max era diferente. Sus ojos expresaban algo mas profundo, mas oscuro y fascinante, como todo lo pecaminoso y lo prohibido. Y Lola siempre habia tenido debilidad por lo pecaminoso.

Se aplico rimel en las pestanas hasta que cobraron un aspecto mas denso y, luego, se puso el colorete y el brillo de labios. Cuando hubo acabado de maquillarse, dejo los cosmeticos a un lado y observo los pinos y los altos matorrales. Un insecto se le acerco al rostro y lo espanto con una mano. Estaba segura de que era martes, pero habian ocurrido tantas cosas desde el sabado por la noche que parecia que hubiese transcurrido un mes.

De repente, Baby ladro a dos libelulas y estuvo a punto de caerse al agua, pero Lola lo agarro a tiempo. Advirtio que el sol ya estaba encima de su cabeza y penso que debia de haber pasado una hora ya y que Max todavia no habia vuelto. Se levanto, recogio sus cosas de la hierba y se traslado a un agradable lugar situado detras de unos arbustos, justo debajo de un pino. Extendio el chal en el suelo, y ella y Baby se sentaron a comerse las galletas y el queso.

Por primera vez en varios dias, Lola se encontraba sola con su perro. Ahora que no tenia a Max a su lado, prometiendole que volveria a casa, empezo a imaginar una vida de reclusion en esa isla. Una severa dieta a base de reptiles y pescado. Los tres solos, cada vez mas viejos y locos. Max con un aspecto tan desastroso como el de Tom Hanks en Naufrago. Ella con la pinta de Ginger en La isla de Gilligan.

Lola sintio que el corazon se le aceleraba y tuvo que luchar contra el panico para no perder el conocimiento. Ni siquiera hacia una semana que habia desaparecido. Si alguien la estaba buscando (y estaba segura de que su familia la estaba haciendo), seguro que todavia faltaban algunos dias para que se abandonase la busqueda. Lola inspiro profundamente y dejo salir el aire despacio. Se esforzo por desterrar el panico de su mente.

Cuando consiguio tranquilizarse un poco, se pregunto que estaria entreteniendo a Max durante tanto tiempo. Su imaginacion empezo a deambular de una posibilidad catastrofica a otra. Temio que se hubiera roto una pierna o que se hubiese despenado por un acantilado. Deberia haber ido con el. ?Y si el la necesitaba?

Entonces recordo que se trataba de Max, un hombre capaz de cuidar de si mismo y de todos aquellos que estuviesen bajo su proteccion. Si se rompia una pierna, seguro que se las apanaria para entablillarsela y seguir adelante.

Lola tomo a Baby en brazos y le rasco el pecho. Hacia tan poco tiempo que conocia a Max que no se explicaba como habia llegado a conocerlo tan bien, como se habia convertido en alguien tan importante para ella. Lola nunca habia necesitado a un hombre antes. Si, habia deseado a algunos. Pero nunca los habia necesitado.

Si, por cualquier razon, Max no se encontraba en la isla, Lola y Baby encontrarian sin duda la manera de encender un fuego y asar una iguana. Asi que, ?a que venian esas palpitaciones solo por pensar en la posibilidad de perder a Max? ?Por que se sentia como si el fuera algo imprescindible en su vida?

Miro a los acuosos ojos de Baby y dio con la respuesta: sindrome de Estocolmo. Tanto ella como Baby sufrian un caso agudo.

Lola oyo un ruido en el matorral que habia a su espalda y se giro. Baby ladro tres veces y Max aparecio entre el follaje.

– No es precisamente un perro guardian -comento mientras emergia del arbusto y se quedaba de pie delante de Lola.

Lola noto una extrana calidez en el pecho, al lado del corazon, en la boca del estomago. Levanto la vista hacia el y casi se avergonzo de la alegria que sentia de volver a verlo. Max se quito la camisa por la cabeza, y a Lola la calidez se le extendio por todo el cuerpo y le endurecio los pezones. Max se enjugo el sudor de las sienes y se froto el pecho con la camiseta. El fino vello se le rizo y Lola fijo la vista, fascinada, en una gota de sudor que le bajaba por el vientre y se le introducia por la cintura de los tejanos.

– ?Encontraste el faro? -pregunto Lola apartando la mirada.

Lola no creia en el amor a primera vista. O a segunda vista. Ni siquiera creia en el amor que surgia al cabo de unos dias, sobre todo si, durante dos de esos dias, el objeto de su deseo la habia mantenido aterrorizada. Esa subita atraccion hacia Max no era logica. No tenia ningun sentido. El sindrome de Estocolmo no tenia sentido.

– No.

Esa palabra hizo que la mirase de nuevo.

– ?Que hacemos ahora?

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