– Encenderemos una hoguera grande. Seguramente alguien vera el humo -contesto Max-. En la parte oeste hay varios nidos de pajaros. -Bajo los ojos hasta los labios de ella-. Unos cientos, posiblemente.
– ?Que? -?Es que mientras ella habia estado preocupandose por el habia estado observando pajaros?- ?Has estado contando pajaros mientas
Max enarco la vista de nuevo.
– Yo no he dicho eso.
– ?No crees que eso es poco considerado?
Max levanto una ceja.
– ?Que?
Lola dejo a
– ?No se te ha ocurrido pensar que
– No. -Max tiro la camisa encima de la bolsa de lona y se arrodillo delante de Lola apoyandole uno de sus fuertes brazos en el muslo. El arbol que tenian por encima de sus cabezas proyectaba su sombra sobre el rostro de Max y sobre sus hombros desnudos. Ese dia no llevaba el vendaje alrededor de las costillas, y los morados se apreciaban claramente en la piel bronceada-. No creo que a tu perro le preocupe gran cosa aparte de la proxima comida.
– Eso no es verdad.
En ese momento, el perro salto sobre la bolsa de lona, dio tres vuelta encima de ella y se tumbo a echarse una siesta.
–
Max nego con la cabeza.
– ?Sabes que creo?
– No.
– Que
– Lo estaba.
– Creo que tu estabas preocupada.
Lola se encogio de hombros.
– Bueno, hay muchas cosas que habrian podido ocurrirte.
Max sonrio con los ojos.
– ?Como que?
– Habrias podido romperte una pierna o caerte por un acantilado.
– ?Y por que iba yo a hacer algo asi?
– No lo habrias hecho a proposito -suspiro Lola-, pero habria podido ocurrirte.
– No, no habria podido ocurrirme. -Max le aparto un mechon de pelo de la cara y lo paso por detras de la oreja-. ?Sabes que mas creo? Creo que me gusta la idea de que Lola Carlyle se preocupe por mi. -Le acaricio la mejilla y Lola aguanto la respiracion-. Te pones muy guapa.
– Me he depilado las cejas -confeso Lola, casi sin aliento.
– No me habia fijado en tus cejas.
– Y me he puesto un poco de brillo en los labios.
Max le paso el pulgar por el labio inferior y luego aparto la mal de ella.
– Si, eso si que lo he notado. -Se sento y reclino la espalda contra tronco del arbol. Lola echo en falta su tacto. Max encogio las piernas y apoyo los brazos sobre las rodillas. Una ramita de guayaco le rozo la mejilla y Max la aparto.
– Hay muchas cosas de ti en las que si me fijo.
– ?Como cuales?
La rama volvio a rozarle la mejilla, de modo que Max saco el cuchillo de pescado y la corto. Mientras se guardaba de nuevo el cuchillo en la cana de la bota, sus ojos se encontraron con los de ella. Max desvio la mirada y la deslizo hacia abajo, por los botones de su vestido y sus piernas hasta sus pies.
– La primera noche pense que tenias los dedos de los pies mas sexys del mundo. -Max cogio la pantorrilla de Lola y coloco su pie encima de la hierba, delante de si-. No soy entendido en el tema, pero me fije en la laca roja de unas. -La miro de nuevo y luego le anudo la ramita de guayaco alrededor de la pantorrilla, como a una bailarina polinesia. Lola sintio las puntas de sus dedos sobre su piel, y una descarga electrica le subio hasta la parte posterior de las rodillas- Ademas, mientras te ataba con la falda, me di cuenta de que llevabas unas braguitas de color rosa. -Max sonrio y arranco unas cuantas hojas de la rama mientras la trenzaba-. Tengo muy buen recuerdo de eso.
Lola hizo cuanto pudo para refrenar su reaccion al tacto y a la vision de Max Zamora, el devorador de serpientes, mientras este le ataba flores moradas alrededor de la pantorrilla. Sin embargo, por confusa e indeseada que fuese esa sensacion, no pudo hacer nada contra ese hormigueo en el estomago ni contra el acelerado ritmo de su corazon.
– Es curioso, pero mis recuerdos de esa noche no son tan agradables.
Max se rio.
– Me lo imagino.
– ?Quieres saber que pense de ti esa noche?
– Tesoro, creo que una pistola de bengalas apuntando a mi pecho lo dice todo.
De repente, Max la agarro por la pantorrilla y tiro con fuerza. Antes de que Lola se diera cuenta, se encontro tumbada boca arriba debajo de Max, que se sostenia con las palmas de las manos en tierra.
– Y, a pesar de que intentaste matarme, te deseo mas de lo que nunca he deseado a ninguna mujer. -Max acerco su rostro al de Lola-, Pero creo que ya lo sabes -dijo justo antes de besarla.
El contacto de esa boca provoco en Lola una corriente de deseo por toda su piel. Los labios de el presionaban y jugaban con los de ella. La len gua de Max la acariciaba con suavidad, y Lola se dejo ir, rindiendose al deseo. O quiza fue que, como en todos los aspectos de su relacion con Max no tenia otra opcion. Max se acosto a su lado y dedico un tiempo a explorarle la boca. Los labios de Lola cedieron un poco mas y el beso se hizo profundo, un sensual encuentro de lenguas y labios. Max sabia a oscura pasion y a sexo explosivo.
Ese lento beso la sedujo y la atormento hasta tal punto que toda su atencion se concentro en la humeda calidez de la boca de Max. Una ola de calor le recorrio los pechos, el vientre y la entrepierna. Lola deslizo la mano sobre los tensos musculos del brazo de Max, sobre su hombro, hasta su cuello. Enredo los dedos en el cabello rizado de el y sintio en los labios el gemido de placer de Max.
El levanto la cabeza para contemplarla. Lola notaba su aliento sobre la mejilla y la mirada abrasadora de sus ojos azules. Esa forma de mirarla, esa oscura intensidad, la hacia sentir hermosa y deseable y la llenaba de pasion.
Max bajo la vista por la boca y la barbilla de Lola, hasta la parte delantera del vestido. Una sonrisa aparecio en su rostro, y Lola se miro el vestido, desabrochado, que mostraba el inicio de los pechos y el sujetador. Las rapidas manos de Max habian empezado a trabajar, de modo que Lola se agarro la parte delantera del vestido.
Max le sujeto la muneca.
– Deja que te mire -le pidio con voz ronca. Enterro la cara en su cuello y murmuro-: Por favor, Lola.
Max rozo la piel de su cuello con los labios y succiono el hoyuelo en la parte inferior del cuello. Acto seguido, solto la muneca de Lola y recorrio el borde de su sujetador con los dedos.
– Eres tan hermosa, tan suave…
Max no era un hombre paciente, asi que introdujo la mano y poso la palma de su mano sobre su pecho desnudo.
– Por todas partes -anadio.
Max jadeo al sentir que el pezon de Lola se endurecia bajo su tacto, hiriendole casi la palma de la mano. Con la rodilla le separo las suyas y, al mismo tiempo, volvio a acercar su boca a la de ella. La lengua penetro entre los labios de Lola, caliente, humeda y hambrienta. Y Lola, casi sin darse cuenta, se abrio a el. Max subio la rodilla entre sus piernas, y al sentirla contra sus
