– Max…
– Lola, no puedo trabajar si tengo que estar pendiente de ti. -Max le arrebato los prismaticos-. Se lo que hago. Debes confiar en mi.
– El ultimo chico que me dijo eso colgo mis fotos en Internet.
– Bueno, yo no soy ese chico.
Lola le acaricio el brazo y le dio unas palmadas en el hombro. No era mas que un contacto amistoso, un gesto inocente que provoco un intenso ardor en la ingle de Max, como si ella hubiera acercado la mano a sus pantalones y le hubiese tocado otra parte del cuerpo. Mierda.
– Ya lo se -le contesto Lola-. Bueno, ?cual es tu plan?
– Para empezar -dijo, fijandose en los hombres que estaban en la playa-, no puedo hacer nada hasta que sea de noche. Ademas, eso les dara la oportunidad de beber un poco mas.
– ?Y si se marchan?
– No lo haran. Lo mas probable es que caigan inconscientes donde estan, o que se arrastren hasta el
– ?Y luego que?
Max se encogio de hombros.
– No lo sabre con seguridad hasta que baje. Todavia nos queda una hora.
Los hombres subieron el volumen de la musica y, cuanto mas bebian mas alta sonaba. Su repertorio se componia de salsa, musica latina y, sobre todo, Guns N' Roses. Justo antes de la puesta de sol, colocaron en fila las botellas vacias y las acribillaron con sus armas de fuego automaticas.
– Jodidos estupidos -gruno.
– Max…
Lola giro la cabeza hacia el, con la boca a muy poca distancia de la de el. Entre las sombras del pino, los dedos dorados del sol poniente le acariciaban el rostro y arrancaban destellos de su cabello. Se echo a temblar, y Max la abrazo con firmeza.
– No me gusta que me disparen -dijo Lola.
– No es de mis cosas favoritas, tampoco.
– No quiero tener mas miedo. He tenido miedo durante demasiado tiempo. -El sudor le empapaba las sienes, y una lagrima se deslizo por su mejilla. Respiraba entrecortadamente debido al esfuerzo que suponia reprimirse-. Y tengo miedo. -Lola perdio la batalla y se le escapo un sollozo-. Estoy harta de tener miedo. Creo que no puedo soportarlo mas.
– Lo has soportado mejor que muchos hombres que conozco.
– Odio llorar. No quiero llorar.
– Llorar esta bien -le aseguro Max, mientras le daba la vuelta y con templaba sus ojos llorosos. Apoyandose sobre un codo, anadio-: Si yo fuera una chica, tambien lloraria.
– Pero un chico como tu no llora nunca, ?no?
Max miro hacia abajo, a la fiesta de la playa. Los temas se sucedian en el radiocasete y la brisa transportaba la musica de cantina mexicana. Max habia visto llorar a hombres maduros y soldados endurecidos por la guerra, pero el solo habia llorado una vez. La noche en que su padre murio, se quedo en la casa de su viejo, solo, y lloro como un nino.
– Los chicos como tu no se asustan.
Max poso su mano sobre la mejilla de Lola y seco las lagrimas que resbalaban por su piel sedosa. Estaba equivocada. La sola idea de fallarle, de que cualquier cosa le hiciese dano, lo asustaba terriblemente.
– Exacto -respondio, finalmente-. Los chicos como yo no se asustan por nada.
CAPITULO 9
Lola levanto la vista y miro a Max. La unica senal de que todavia estaba viva era el calor que notaba en el pecho de Max. Tenia los dedos de las manos y de los pies entumecidos, como si se encontrara en la nieve, y temia quedarse helada de puro miedo. Durante los tres ultimos anos, Lola habia vivido con ese miedo y la habia mantenido a raya con dificultades. Ahora no estaba segura de poder lograrlo.
– Quiero sentirme a salvo otra vez, Max.
Lola habia sido secuestrada por error, amenazada y amordazada, habia estado a punto de ahogarse al intentar salvar a su perro y habia sobrevivido a duras penas a una tormenta. Le habian robado a
Aquella primera noche en el
– Max- susurro.
Max no tuvo que preguntarle que queria. Lo sabia. Pego sus labios a los de ella y Lola se abrazo a el mientras se dejaba inundar por el calor de ese beso. Ese calor se propago por su cuerpo como una llama e hizo retroceder el miedo. Max la poseyo con los labios y con la lengua y Lola se centro en el, en la textura y el sabor de su boca. El olor de Max la llenaba todo.
Lola le acaricio el cuello y los hombros. Introdujo las manos debajo de la camisa de el y se las calento contra su pecho. Max era tan fuerte y vigoroso, tan potente y masculino que sentir el latido de su corazon bajo la palma de la mano le resucitaba los sentidos. Lola queria mas. Mucho mas.
Lola paso los labios por el cuello de Max.
– Hazme el amor, Max -le pidio.
La mano de Max encontro su muslo desnudo y se deslizo por debajo del vestido. El contacto de esa palma calida y el deseo provocaron un flujo repentino entre las piernas de Lola.
– No es un buen momento. -La voz de Max sono tan densa como la sangre en las venas de Lola.
No era posible que hubiese entendido bien.
– ?Que?
– No es un buen momento.
Si, la habia entendido bien, pero no podia creer que estuviera diciendo eso. Ese era Max, el chico de manos rapidas que era capaz de desnudar a una mujer antes de que ella se diese cuenta. Max, el hombre que la habia acusado de calientapollas hacia menos de veinticuatro horas.
Ella escudrino su cara oscurecida por las sombras.
– ?Cuando sera un buen momento para ti? ?Dentro de unas horas, cuando posiblemente estemos muertos?
– Lola, hare todo la que este en mi mano para que vuelvas a casa, sana y…
– Lo se -la interrumpio ella-, pero no puedes garantizarlo. -Le desabrocho el boton de la bragueta-. Es posible que todo lo que somos, todo lo que podriamos llegar a ser desaparezca esta noche, Max. En una remota isla en medio del Atlantico.
Todas las esperanzas y los suenos sobre su empresa, sobre formar una familia algun dia, moririan con ella. Ya no habria «algun dia» para ella. Su madre y su padre nunca sabrian que le habia ocurrido y tendrian que vivir para siempre con el interrogante de si se encontraba viva o muerta. Los conocia lo suficiente para saber que
