Max, disfrutando de la calma. No queria hablar en serio, pero sabia que tenian que hacerlo. Esa noche no habia ocasion de remolonear ni de descansar. Tampoco de darse un chapuzon para volver a empezar.
– No se cuanto tiempo tardare en volver. Puede ser una hora, quiza mas. Lo importante es que te quedes quieta aqui. No importa lo que oigas ni lo que veas.
Eso queria decir que aunque el tuviese problemas, ella no debia acudir en su ayuda. Lola se puso el vestido y se la abotono.
– Todavia creo que deberia ir contigo.
– No. -Max le sujeto la barbilla con los dedos y le levanto el rostro hacia el-. No puedo protegerte contra cuatro hombres armados. -Max
Lola sacudio la cabeza.
– No va a sucederte nada.
– Quiero que esperes hasta que esos hombres se hayan marchado definitivamente -continuo Max como si no la hubiese escuchado- Entonces, haz una hoguera en la playa. Hazla grande y alimentala con todo el plastico que encuentres en el
– Max…
– Que.
– No va a pasarte nada -repitio Lola, como si por el mero hecho de decirlo bastantes veces pudiera hacerlo realidad. No queria contemplar siquiera la posibilidad de que le ocurriese algo.
– Espero que no. -Max se puso de pie y la ayudo a levantarse-. Prometeme que no te moveras de aqui.
– Te lo prometo.
Max le puso la mano en la nuca y le dio un beso rapido.
– Cuando venga a buscarte, tienes que estar preparada.
– Lo estare. -Lola le acaricio el brazo-. Prometeme que tendras cuidado.
– Carino, siempre tengo cuidado.
Cuando Max se aparto, Lola le apreto el brazo.
– Prometeme que volveras.
Max le tomo la mano y se la beso.
– Hare todo la que pueda -aseguro.
Habia solamente dos reglas vitales en todo conflicto, dos principios de guerra que Max seguia: ganar a cualquier precio y descartar el fracaso como opcion. Max se habia encontrado en demasiados conflictos para no creer en esos dos principios mas que nunca.
Se hinco al lado del arroyo que bajaba por la ladera de la colina y recogio un poco de barro con los dedos. Se lo esparcio por la frente, el contorno de los ojos, las mejillas y la barbilla. Tambien se embadurno con el los brazos y las manos.
La musica procedente de la playa enmudecio y Max echo una ojeada a traves del follaje. Era noche cerrada, asi que no contaba con buena visibilidad. Un poco mas abajo de donde se encontraba, a la izquierda, vislumbro los destellos de una fogata. Por encima del sonido de las olas, se oian los ruidos y las fanfarronadas tipicos de una borrachera. La musica latina volvio a sonar. Era el tipo de musica con la que Max se habia criado, la musica que le traia recuerdos de botellas vacias y de ceniceros que se estrellaban contra la pared.
Max avanzo hasta la primera hilera de arboles y se convirtio en una sombra mas. Tres de los chicos malos estaban sentados frente al fuego bebiendo mientras que el cuarto estaba repantigado en una de las sillas, aparentemente sin sentido. No veia a
Los tres tipos que se encontraban frente a la hoguera eran iguales a todos los hombres que se reunian para emborracharse. Se quejaban de sus mujeres y de sus novias, y se quejaban de su trabajo. Se quejaban de lo pesado que era recoger la droga y transportarla a los barcos a tiempo, como si trabajaran para la oficina de correos.
Cuanto mas tiempo pasaba escuchando, mas bebian y mas escandalosos se ponian. Hablaron acerca de la muerte de Jose Cosella y de la recompensa que su jefe ofrecia por la cabeza del hombre que la habia matado. Quinientos mil pesos. Era una pena que nadie tuviera la mas remota idea de quien era ese gringo ni de donde se habia metido.
Max se volvio hacia el lugar donde estaba Lola. La distinguio en la oscuridad, sentada, con los codos sobre las rodillas, observando la playa con los prismaticos. El vestido era un lago azul en su regazo y la luna acariciaba sus largas piernas y sus labios carnosos. Centro de nuevo su atencion en la playa, pero sus pensamientos no se encontraban por completo en el trabajo. Levanto la mano y se la acerco a la nariz. Todavia estaba alli, entre sus dedos. El olor de Lola Carlyle. El aroma de su sexo. Lo inhalo con fuerza y sintio que su cuerpo reaccionaba. El deseo se le desperto en la entrepierna y la polla se le puso dura debajo de los tejanos. Cerro los ojos y se imagino que la besaba alli. Alli, entre los muslos, donde ella estaba mojada y lo deseaba. Lo deseaba a el.
Si alguien le hubiese dicho que algun dia el tendria una relacion sexual con Lola Carlyle mientras unos traficantes de droga se montaban una fiesta no muy lejos, se habria partido de risa. Max se habia considerado siempre un chico afortunado, pues habia sobrevivido a muchas circunstancias extremas, pero nunca habria pensado que lo fuese tanto.
Desde el dia que habia requisado el
Max cerro el puno y bajo la mano. Habia sido poco previsor. Lo habian pillado con la guardia baja, la cual no era frecuente. No tenia ninguna sensacion de triunfo masculino. No tenia ninguna prisa por contarselo los colegas. Solo sabia que se habia dejado arrastrar por la lascivia en circunstancias extremadamente peligrosas. Habia ido demasiado lejos y, si se presentaba una nueva oportunidad, volveria a hacerlo, una y otra vez.
Max se quedo sentado en las sombras durante media hora mas y luego desanduvo el camino entre los arboles y arbustos y se dirigio a un punto donde la isla se curvaba y la playa se perdia de vista. Si habia algo en lo que Max siempre habia confiado, era su instinto; pero ultimamente su instinto estaba fallando. Le habia fallado durante la operacion en Nassau y le habia fallado respecto a Lola tambien. O quiza no era que su instinto le fallase, sino que el no lo escuchaba.
Las olas le lamieron la punta de las botas cuando se agacho para sacar el cuchillo de la cana de la bota. En el caso de Lola, la ultima posibilidad parecia la acertada. La deseaba y, por mucho que se dijera a si mismo que eso podia conducirlo a la muerte, no prestaba atencion.
Ahora que ya habia estado con ella, sabia sin sombra de duda que habia sido un error, y no por la amenaza fisica que conllevaba. Hacer el amor con Lola Carlyle no habia sido lo espectacular que se habia imaginado. No habia sido lo lascivo que podian ser mil fantasias sexuales diferentes. No, habia sido mejor. Mucho mejor. Estar con ella, mirarla a la cara mientras penetraba su humedo y calido cuerpo, lo habia hecho atisbar algo mucho mas fuerte que el sexo. Algo mas fuerte que el deseo que nacia en la entrepierna y marcaba el ritmo y la profundidad. Poseerla hasta el punto de que ella no supiese donde empezaba el y donde terminaba ella le habia hecho entrever la que podia ser su vida junto a ella. Y, durante unos instantes, se habia prestado a eso. Habia permitido que ese sentimiento se le instalara en el pecho, le quitara el aliento y le robara la razon.
Pero no habia sido mas que un destello. Una fantasia, despues de todo. En la vida real, Max no era un chico «para siempre» y Lola no era el tipo de mujer que se quedaria con alguien como el, un hombre que no podia garantizar que estaria alli al dia siguiente.
Max se adentro en el agua y aparto esos pensamientos de su mente. Lola era una civil, exactamente igual que cualquier otro civil. Y ese era su trabajo, exactamente igual que tantos otros que habia realizado. Los anos de disciplina le habian ensenado a distanciarse de todo excepto de lo necesario. Cuando las olas le llegaron al pecho, Max se coloco el cuchillo entre los dientes para no perderlo y empezo a nadar. Recorrio unos ciento cincuenta metros procurando que lo unico que emergiese del agua fuera su cabeza a la altura de los ojos. No provoco la
