– Ya te dije que me aseguraria que llegaras a casa.
– Lo se.
Ese perro no sabia lo afortunado que era. Max si, y habria preferido no saberlo.
Incluso ahora, sintiendo el frio y el viento cortante en los dedos de los pies y las mejillas, el recuerdo de esa piel suave le provocaba una ola de calidez en el vientre. Habria sido mucho mejor que se hubiesen separado sin que el llegara a saber lo maravilloso que era hacer el amor con ella. Habria sido mejor que hubiera pasado el resto de su vida como cualquier otro hombre, imaginando como seria sujetar ese rostro entre las manos y besar esos labios.
Ahora que ya lo sabia, le resultaria mucho mas dificil renunciar a ello. Renunciar a ella.
Ahora sabia que debajo de esas curvas de modelo habia una mujer con coraje y determinacion, el tipo de valor que el admiraba.
Cuantas mas millas recorria la lancha en direccion a la costa de Florida, mas se acercaba el momento en que la entregaria a los guardacostas. Una vez que hubiera realizado el trabajo, tendria que poner distancia entre ambos. Lola no le pertenecia, pero cuando ella le apoyo la cabeza en hombro, Max no consiguio apartarla. Mantuvo una mano en el timon y con la otra se acerco el microfono a la boca.
– Grupo de guardacostas de los cayos de Florida, grupo de guarda costas de los cayos de Florida, aqui el barco
Nada.
– Max, cuando nos rescaten, por favor, no me dejes.
Max no podia prometerle eso.
– ?Max? -Lola levanto la cabeza y la miro.
Por primera vez, Max no hizo una promesa que no podia cumplir. Un crujido procedente de la radio le evito responder. Se oyo la voz de un guardacostas.
–
Max se quedo quieto y admiro el hermoso rostro de Lola Carlyle. Luego se acerco el microfono y dio el primer paso hacia casa y hacia una vida sin ella.
CAPITULO 11
Lola llego al Hospital Central de los Cayos de Florida aproximadamente a las dos de la madrugada. Era la primera vez en muchos dias que sabia que hora era. Le asignaron una habitacion individual para que estuviera en observacion durante la noche. Sentia los brazos y las piernas muy pesados y no podia levantarlos. Se pregunto por que no se moria de ganas de saltar de alegria. Habia estado esperando ese momento desde el sabado por la noche. Habia pasado un infierno, habia tenido que luchar para sobrevivir, y ahora no sentia mas que aturdimiento. En esos momentos, tenia insensible algo mas que las puntas de los dedos de las manos y de los pies.
Un estado letargico se habia apoderado de ella desde el momento en que ella y Max habian empezado a alejarse de la isla, y ese estado habia ido empeorando cada hora. Penso que debia de estar relacionado con la adrenalina que habia consumido todas sus energias. Ademas, solo habia disfrutado de una comida decente en varios dias.
No estaba segura de cuanto tiempo habian estado a bordo de la lancha de los traficantes de droga, pero cuando ella y Max subieron al bote de los guardacostas, el medico de a bordo la habia examinado y le habia diagnosticado hipotermia, deshidratacion y agotamiento. El agotamiento era algo que ella misma podria haberse diagnosticado. Eso era facil de detectar, pero la hipotermia y la deshidratacion la habian sorprendido. En especial la deshidratacion, porque todavia tenia el sujetador y las bragas empapados.
Le habian puesto el gota a gota y la habian obligado a quedarse tumbada en la enfermeria. Mientras, Max habia estado charlando con el comandante en algun lugar del puente. Se habia quedado sola, pero por lo menos tenia a
Cuando llegaron al puesto de guardacostas, Lola se sentia peor. Estaba tan cansada que le costaba pensar. Una ambulancia la esperaba, y la trasladaron hasta alli en una camilla, todavia envuelta en la manta que Max le habia dado.
Alguien le quito a
Max habria podido hacer algo para que no se llevasen a
Se fijo en el personal militar y medico, pero nada de lo que veia le resultaba familiar. Dirigio la vista mas alla de las luces que iluminaban las instalaciones buscando a Max, ya que no podia controlar nada de la que le sucedia. Estaba segura de que si lo encontraba, el lo arreglaria todo. Pero no lo veia por ninguna parte.
Al fin, mientras la subian a la ambulancia, Lola distinguio a Max. Este le dirigio un rapido gesto de despedida y subio a un coche que le estaba esperando. Desaparecio tras unas ventanillas oscuras y, luego, se marcho. Lola sintio un panico inesperado en la boca del estomago y se dijo a si misma que todo iba bien. Ahora se encontraba a salvo y no dependia de Max. Ya no lo necesitaba.
Entonces ?por que se sentia asi? Incluso ahora, que estaba en un comodo hospital y en una calida cama, ?por que sentia que la necesitaba tanto?
– ?Como se encuentra? -Una enfermera con una bata malva y turquesa le tomo el pulso.
«Confundida», penso.
– Cansada -respondio y, mientras se rascaba el cuello anadio-: Y devorada por los bichos.
– Le traere un poco de calamina -le dijo la enfermera y le solto la muneca.
Poco despues de su llegada al hospital, habian avisado a sus padres y le habian comunicado que estos se encontraban ya en camino hacia Florida.
– Podre irme cuando mis padres lleguen, ?verdad?
– Eso tendra que preguntarselo al medico. -La enfermera anoto algo en el informe de Lola- La cocina esta cerrada, pero tenemos algo para picar en la nevera del fondo del pasillo. Si tiene hambre, tenemos pudin y zumos.
La confusion y el hambre le hicieron recordar que en los ultimos dias solo habia comido un poco de queso con galletas saladas. Tenia las manos y los pies frios y sentia un vacio por dentro, como si fuera a desmayarse. No era en absoluto una sensacion nueva, pero por primera vez en mucho tiempo oyo esa voz intima y familiar que le decia que si no comia esa noche habria perdido un kilo al dia siguiente.
– En realidad me muero de hambre, asi que comere la que haya.
– Voy a ver que encuentro. -La enfermera sonrio y se giro hacia la puerta.
– ?Hay alguien esperando para visitarme? -le pregunto Lola antes de que saliera.
La enfermera asomo la cabeza por la puerta y miro en ambas direcciones.
– No. Antes habia un sheriff, pero parece que se ha marchado.
Lola sabia a quien se referia. Ese hombre habia querido hacerle unas preguntas sobre lo ocurrido durante los ultimos dias, pero ella la habia aplazado hasta la manana siguiente. Al principio el habia insistido, pero al final se habia dado por vencido. Lola supuso que el hombre habia cedido porque su aspecto era fiel reflejo de su malestar, pero le daba igual. Estaba cansada de verdad, pero por encima de su agotamiento, queria hablar con Max antes de declarar nada.
– ?Ha visto a un hombre alto con un ojo morado y el pelo negro?
– No, creo que me acordaria de alguien asi -contesto la enfermera y abandono la habitacion, haciendo rechinar la suela de goma de los zuecos sobre el suelo de linoleo a cada paso.
Lola se rasco una picadura de insecto que tenia en el cuello y luego el dorso de la mano, donde tenia la aguja
