habia vuelto al trabajo. Era muy amable de su parte, pero un poco abrumador.

Lola queria lanzar en primavera una nueva linea de bragas y sujetadores sin costuras y sin aros y, ademas, tenia que revisar los esbozos del stand de promocion de la feria que se celebraria en Madison Square Garden. La linea de lenceria de microfibra era obra de la disenadora principal, Gina, y tenia un gran potencial de ventas. Ese tejido de alta tecnologia transpiraba, se adaptaba al cuerpo y tenia solo un inconveniente. Ese sujetador solo se podia confeccionar hasta la talla 90, a pesar de que la empresa que tenia la patente del tejido aseguraba que soportaba hasta la talla 95. Lola en persona habia querido comprobarlo y no habia quedado satisfecha. Lola Wear Inc. tendria que anadir un aro a todos los sujetadores sin costuras de la talla 95.

Lola se sento en su sillon de piel, frente a su mesa de trabajo, y se quito las zapatillas amarillas Manolo Blahnik. Con los pies descalzos encima de la alfombra, empezo a estudiar los borradores. Cuanto mas los observaba, mas le parecia que algo estaba mal. Faltaba algo que no era capaz de definir.

La vista se le nublo, y Lola se masajeo las sienes. Le dolia la cabeza y, ademas, esa manana le habia venido la regla y tenia calambres. Quizas ese fuera el problema. Fuera cual fuese la causa, se le antojaba muy extrano encontrarse en su oficina otra vez, casi como si su vida real estuviese a bordo del Dora Mae, como si su vida en ese despacho no fuera real. Pero los hechos decian lo contrario. Esta era su vida. Esto era real. Encontrarse a bordo de un barco a la deriva, sobrevivir a una tormenta en el mar o escapar en una lancha de unos traficantes de droga, ninguna de estas cosas formaban parte de su vida. La horrible mezcla de emociones que albergaba hacia Max, la terrible sensacion de que no podria sobrevivir sin el, eran cosas que todavia se encontraban presentes alli, en los margenes de su condensa, como un rayo de luz inaprehensible o un retazo de conversacion casi inaudible.

Por otro lado, a veces se preguntaba si el tiempo que habia compartido con Max no habia sido solo un sueno. Ahora que el no estaba a su lado, no habia nada que demostrase que ese tiempo pasado con el hubiera sido real. Nada excepto la ramita de guayaco trenzada alrededor de su pantorrilla. Las flores moradas se habian caido, y solo unas cuantas hojas le recordaban la noche en que el se la habia puesto.

Durante la mayor parte del tiempo, Lola se sentia confundida, como flotando en el aire. Esperando. Esperando recibir noticias de el. Y cada vez que sonaba el telefono y no era el, Lola se quedaba frustrada y decepcionada.

Paseo la mirada por la oficina, por los objetos que ella misma habia escogido para decorarla, desde las cortinas de color azul y lavanda hasta las primulas que habia plantado en pequenos tiestos colocados en puntos estrategicos del aparador blanco, asi como en una esquina de su mesa Luis XIII.

Tambien habia elegido el ventilador de techo que silenciosamente hacia circular el aire de la habitacion, y las sillas adamascadas de color crema estilo reina Ana. Los colores y los disenos se combinaban para crear un delicado espacio femenino. Todo se encontraba exactamente como lo habia dejado. A pesar de ello, todo presentaba un cariz distinto.

Tenia un bonito bronceado en las piernas del tiempo que habia pasado en el Dora Mae a la busqueda de un barco que los rescatase, y no habia querido ponerse medias a pesar de que siempre le habia parecido que no llevarlas era vulgar. Su ropa tambien le parecia distinta. El vestido rojo sin mangas le venia mas holgado de la normal a la altura de las caderas, y no podia soportar los zapatos. Pero no se trataba de que no llevara medias, o zapatos, o de que hubiese perdido peso. Era algo mas.

Alguien llamo suavemente a la puerta y la jefa de oficina, Rose McGraw, asomo la cabeza:

– ?Tienes un minuto?

Lola bajo las manos, abatida.

– Por supuesto.

– Necesito tu aprobacion para estas compras. -Y le puso una carpeta encima del escritorio.

Lola la abrio y echo un vistazo a la lista de material de oficina. Lo primero que se pregunto fue: «?Por que me molesta Rose con esto?» La respuesta se le ocurrio antes de que acabara de formular la pregunta: «Porque a ti te gusta controlar todos los aspectos del negocio, desde las estrategia y los objetivos hasta los sujetapapeles» Cerro la carpeta casi antes de empezar a mirar la lista. Habia contratado a gente muy competente, y el negocio que habia iniciado por si misma ya no la necesitaba tanto. Le habia hecho falta encontrarse a la deriva en el Dora Mae para darse cuenta de que no tenia que controlarlo todo.

– Parece que esta bien -le dijo.

Durante una temporada, la compra de material se habia restringido a lo minimo indispensable, pero esos tiempos habian pasado. Ya no necesitaba restringirlo todo tanto.

– Eres una mujer competente. Por eso te contrate. No necesitas mi aprobacion sobre la tinta de impresora y el papel de la copiadora.

El rostro de Rose expreso una mezcla de confusion y alivio.

– ?Estas segura de que no quieres revisarlo?

– Estoy segura.

– ?Te encuentras bien? -inquirio Rose.

– Si, gracias.

– Has pasado por un infierno.

Rose no lo sabia bien. Nadie lo sabia. Nadie conocia la verdad. Nadie excepto ella y Max. Durante los primeros dias, que paso junto a sus padres, Lola se confio un poco a ellos. Les dijo que Max estaba con ella en el Dora Mae, pero no les conto todo. No les dijo que el la habia secuestrado. Omitio muchos detalles porque sus padres ya estaban bastante preocupados, y eso que no sabian que habia estado en peligro de muerte en tres ocasiones en un periodo de pocos dias.

La historia que refirio a la prensa era una version dulcificada de la verdad. Cuando salio del hospital y se encontro con los periodistas, les dijo que se habia quedado atrapada y a la deriva durante un paseo en yate por el Atlantico. Nada mas.

– Estoy bien -le respondio a Rose, pero no estaba muy segura de que eso fuera verdad. Lo era, pero era una verdad a la que no estaba acostumbrada. Lo cual no tenia ningun sentido y era una senal de que, obviamente, habia perdido la cabeza. Lola consiguio esbozar una sonrisa un poco mas sincera-: Gracias.

Rose abandono el despacho, cerro la puerta a su espalda, y el sonido de las suelas de sus zapatillas se alejo por el pasillo. Lola apoyo los codos sobre la mesa y hundio la cara entre las manos.

Ya antes de abandonar el hospital, habia recibido la visita de dos caballeros de aspecto oficial que insistieron en la necesidad de que guardase cierta discrecion. Apelaron a su sentimiento patriotico y su prudencia. Esos hombres habrian podido ahorrarse el viaje y la saliva. Lola no era tonta. No necesitaba que el FBI, la CIA o cualquier otro organismo le recordaran que su vida podia correr peligro si revelaba donde habia estado, habia visto y con quien la habia visto. Lola sabia que no podia hablar de ello con nadie. Con nadie excepto con Max, pero tampoco podia hablar con el porque no sabia como ponerse en contacto con el; y el no se habia puesto en contacto con ella.

Lola suspiro profundamente y alcanzo el calendario de mesa. Antes de marcharse a las Bahamas habia organizado su agenda para los cuatro meses siguientes. Los dias estaban ocupados en reuniones y comidas. Algunas de ellas eran importantes y otras no. Ninguna de ellas era cuestion de vida o muerte.

Levanto la vista: quiza se trataba de eso. Su vida resultaba decepcionante. Ahora que no se encontraba en peligro y que no necesitaba que un hombre fuerte la salvara, quiza la vida le parecia aburrida.

A las tres y diez, Lola se puso los zapatos, cogio el bolso a juego y se dirigio a su cita de las tres y media en el salon de belleza. Alli le aplicaron un masaje completo y un tratamiento herbal, le depilaron las cejas, le hicieron la manicura y le pintaron las unas de los pies con laca rosa y margaritas blancas.

Cuando acabaron con la pedicura, Lola se miro en el espejo y pidio que le cortaran el pelo: corto. Escogio un color parecido al de la mantequilla para que le hicieran mechas y cuando estuvo lista, unos rizos rubios le caian por la nuca y le rozaban la punta de las orejas. El corte le realzaba los ojos y les daba una expresion dramatica. Se paso los dedos por el cabello corto y sonrio. De alguna manera, sentia que ese corte reflejaba su autentico yo, fuera quien fuese.

En cuanto llego con el BMW a su garaje, Baby emitio una serie de ladridos desde dentro de la casa. Cuando Lola entro, el perro la recibio con alegres saltos y la siguio pegado a sus talones mientras ella se dirigia a la cocina, dejaba las bolsas de la compra y colocaba un jarron de tulipanes y de rosas blancas en la encimera. Ese dia Baby llevaba una camiseta sin mangas con la frase:

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