Lola nego con la cabeza.

– No.

– ?Estas nerviosa?

– No.

– ?Tienes miedo?

– Desde que he vuelto no. -Lola se encogio de hombros-. Me cuesta concentrarme.

Max le poso las manos en los brazos.

– Parece que tienes un ligero trauma. Es frecuente en personas que han pasado por una situacion dificil. Quiza deberias buscar ayuda.

– ?Un psiquiatra?

– Si.

No, Lola no queria hablar con un medico. Ya habia seguido una terapia antes, durante varios anos, y le habia ayudado, pero en esa situacion no necesitaba acudir a ningun profesional. Solo queria hablar con Max. Solo el contacto de las calidas palmas de sus manos en los brazos la hacia sentirse mejor, como en aquella tormenta o aquella noche en que habian hecho el amor.

– ?Has ido alguna vez al psiquiatra?

– No -rio Max-, tengo miedo de la que pueda descubrir.

– ?Temes que descubra que estas mas loco que una cabra?

– Totalmente. -Max deslizo las manos hasta los codos de Lola y, de nuevo, ella tuvo que reprimir el instinto de apoyarse en el-. ?Has comido estos dias?

Lola habia tenido algunos problemas con eso. Se habia visto obligada recordarse constantemente que tenia que comer, pero ya habia pasado por eso antes y conocia el proceso. No era nada que ella no pudiese controlar y superar, pero no deseaba hablar de ello.

– ?Por que tantas preguntas?

– Necesito saber que estas bien. -Max bajo las manos, privandola de la calidez de su tacto-. En mi vida he hecho algunas cosas de las que no me siento muy orgulloso, pero nunca le habia jodido la vida a una mujer inocente. Yo te lo he hecho y lo siento. -Max la miro a los ojos, y a Lola le parecio que podia leer su mente-. Quiero asegurarme que te vas a poner bien, y quiero ayudarte a quitar esas fotos de Internet. Te lo debo.

Al parecer, la unica razon de que hubiera venido a su casa era que se sentia responsable de ella. Como si estuviese en deuda con Lola, y ella fuese solamente otro de los trabajos que debia terminar para poder tacharlo de la lista y borrarlo de la memoria.

– No me debes nada. Puedo contratar a alguien que me ayude en el tema de Sam. Y no tenias por que venir hasta aqui desde Alexandria solo para asegurarte que estoy bien. Podrias haber llamado para eso.

– Estoy de paso hacia Charlotte.

– Ah.

Lola habia sido una parada en su trayecto hacia otro lugar. El dolor que eso le provocaba la avergonzo.

– Habria venido de todas formas.

– ?Por que?

– Tu y yo hemos… Nosotros… -Max lucho para encontrar las palabras, como habia hecho aquella tarde en el Dora Mae para dar con una expresion mas educada-. Pense que nos llevabamos mejor. Que teniamos una relacion mas amistosa, quiero decir.

Si, ella tambien diria que hacer el amor era mas amistoso. Se pregunto a que se referiria Max en realidad. Si es que se referia a alguna cosa. Con Max era dificil saberlo.

– ?Intentas decirme que quieres que seamos amigos?

Max cruzo los brazos por encima del pecho y apoyo el peso del cuerpo en una pierna.

– Ser amigos esta bien -dijo, aunque no parecia especialmente feliz con la idea-. Podemos ser amigos.

El hombre que la habia mirado desde el umbral como si quisiese devorarla alli mismo no habia venido por amistad. Pero el hombre que se encontraba ahora delante de ella le recordaba a ese Max que le habia dicho que ella podia pasearse desnuda sin que el sintiera nada en absoluto.

– ?Has tenido alguna vez a una mujer como amiga?

– No.

– ?Estas seguro de que podras ser solo un amigo mio?

– Seguro.

Lola coloco un tulipan en el jarron y lo miro de reojo.

– Porque todavia recuerdo varias ocasiones en que me besaste y en que tus rapidas manos me desabrocharon la ropa.

– Puedo mantener las manos quietas -le aseguro-. ?Puedes tu?

– No hay problema.

Max ladeo la cabeza y la estudio con el ceno fruncido.

– ?Estas segura de eso?

– Segurisima.

– Porque todavia recuerdo una ocasion en que me metiste mano y me agarraste las pelotas.

Lola se quedo boquiabierta y el sonrio. Ella habia olvidado lo vulgar que Max podia ser.

– Bueno, eso fue solo porque pensaba que me iba a morir. Y como no tengo previsto encontrarme en esa situacion nunca mas, tus… tu cuerpo esta a salvo. -Lola levanto la barbilla-. Si, creo que podemos ser solo amigos -concluyo.

Pero ?podrian? ?Que sentia ella por Max en realidad? Confusion, basicamente. ?Y que sentia el por ella? Lola no tenia la menor idea.

– Nunca he tenido como amigo a un hombre. Bueno, a un hombre que no fuera gay, asi que esto puede ser interesante.

Lola puso el resto de las flores en el jarron y se pregunto si Max y ella podian ser amigos despues de todo la que habian pasado juntos. ?Solo amigos? Quiza, pero tenia sus dudas. No sabia si podia ser amiga de un hombre que, sexualmente, la habia hecho soltar chispas.

– Bueno -dijo Lola-, ?por que no asas el pollo en la barbacoa, en el patio, mientras me cambio? -Lola paso por delante de el y se detuvo en la puerta-. ?Vamos a llamarnos «colega» a partir de ahora?

– No, tu me llamaras Max y yo te llamare Lola.

La parrilla electrica humeaba cuando Max levanto la tapa y dio la vuelta al pollo. Echo salsa de barbacoa a las pechugas y los muslos y se fijo en la caseta de perro de Baby, o mas bien el castillo de perro de Baby. Estaba en una parte cubierta del jardin, rodeado de plantas en flor rosas y purpuras, un entorno de cuento de hadas. El castillo era de color azul y lavanda y sobre el ondeaban pequenas banderas. Era aproximadamente de un metro de ancho por uno y medio de largo y tenia un puente levadizo por puerta. Aparte del interior de la casa, era practicamente la cosa mas cursi que habia visto nunca.

Durante el viaje hacia el sur, Max se habia preguntado como seria la casa de Lola y no se habia equivocado mucho en sus suposiciones. Colores pastel como los del algodon de azucar, cojines con encajes en sofas de piel de un violeta oscuro y cortinas con puntillas. Alfombras blancas y papel pintado de flores. Era la clase de casa que lo vaciaba a uno de testosterona y le encogia los cojones si no se andaba con cuidado.

Max miro al perro que estaba a sus pies.

– ?No te hace sentir eso como un mariquita? -le dijo, senalando el castillo con las pinzas de la carne.

Baby ladro, moviendo las cejas.

– Si no tienes cuidado, acabaras con las unas pintadas de color rosa y con lazos rosas en las orejas.

– Baby no tiene dudas sobre su masculinidad -aseguro Lola, que en ese momento atravesaba la puerta de dos hojas y entraba en el patio de ladrillo.

Max sacudio la cabeza y dio la vuelta a un muslo de pollo.

– Bonita, tu perro tiene el seso sorbido. Probablemente por eso es un resentido. -Echo un vistazo a Lola y no hizo mas comentarios. Ella se dirigio hacia el con un vaso de vino en una mano y una botella de Samuel Adams en la otra. Llevaba unos shorts tejanos tan holgados que le caian por la cadera y una camiseta blanca. Pero no era una camiseta cualquiera. Le venia tan cenida que se le ajustaba como una segunda piel, y a la altura del pecho, en un color verde neon, unas letras decian: «Comeme en St. Louis.»

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