«Malo hasta la medula.» Lola la sujeto entre sus brazos y le rasco la cabeza.
– ?Que te parece mi pelo?
– Eres un perrito con mucho estilo. Sabia que te gustaria.
El telefono sono, y en cuanto Lola oyo la voz de su madre recordandole la reunion de los Carlyle, se dio cuenta que habia deseado que fuera Max. Otra vez. Pero no la era, y la decepcion se transformo en enfado.
El enfado se prolongo durante los cinco minutos de conversacion y, cuando finalmente colgo, se quito los zapatos rojos y, con cuidado, se desprendio la ramita de guayaco de la pantorrilla. Lo unico que queria era olvidarse de Max Zamora, asi que dejo la ramita trenzada encima de la nevera.
Le puso a
Habia comprado la casa hacia un ano y habia pagado un poco mas de medio millon por ella, todo porque ella y
El interior de la casa no la habia entusiasmado tanto, asi que la habia redecorado con los mismos tonos vibrantes de lavanda, rosa y verde que imperaban en el exterior. Al igual que su oficina en el centro, era un espacio femenino, un poco recargado pero acogedor.
Mientras subia al primer piso para cambiarse el vestido rojo, oyo el timbre de la entrada y volvio sobre sus pasos. Esperaba encontrar a su padre de pie ante la puerta, con una expresion de alivio en los ojos al comprobar por si mismo que su pequena de treinta anos se encontraba bien.
Lola abrio la puerta y se quedo inmovil, con la frase «bienvenido papa» helada en los labios. No era quien ella esperaba, o, mejor dicho, era quien ella habia estado esperando durante todos esos dias. Al ver a Max de pie en el umbral, el corazon y el estomago de Lola dieron un vuelco.
Tenia ante si el familiar rostro de Max, pero ahora estaba recien afeitado y el corte de la frente era solo una fina linea roja. El masculino contorno de su mandibula y de sus pomulos le parecio mas perfecto de la que recordaba, quiza porque los morados y la hinchazon habian desaparecido. Pero la boca era exactamente como la imagen que conservaba en la memoria: generosa y perfecta.
Unas Ray-Ban le ocultaban los ojos, pero Lola no necesitaba verlos para saber que eran del color del Caribe. Y tampoco le hizo falta verlos para saber que, en esos momentos, estaban recorriendo su cuerpo. Lo noto claramente en las plantas de los pies. Sintio que su mirada la rozaba por aqui, se entretenia por alla, y su calor invadio todo su cuerpo. Max llevaba una camisa blanca y unos pantalones de algodon. Se habia enrollado las mangas por encima de los codos y llevaba un reloj plateado en la muneca.
Con una mano sostenia una cajita delgada del tamano de un lapiz, envuelta en papel rosa y una cinta. La ultima vez que Lola la habia visto el habia levantado la mano en un gesto de despedida y habia desaparecido en un coche.
– Me gustan tus unas de los pies -comento Max, esbozando una sonrisa.
Lola no sabia si reir o llorar. Si echarle los brazos al cuello y besarle el apuesto rostro o si propinarle un punetazo en la mandibula. Max ni siquiera se habia preocupado de llamarla desde que habian vuelto. Ella habia esperado otra cosa, mas que nada porque habian hecho el amor. Lola habia tenido que convencerlo y, para colmo, no estaba segura de que no lo haria otra vez.
Por suerte, anos de guardar la compostura y una educacion arraigada en la mejor tradicion surena acudieron en su ayuda. Lola se apoyo en el quicio de la puerta, cruzo los brazos y arqueo una ceja.
– ?Te has perdido? -pregunto con la frialdad de un vaso de Coca Cola helado.
Max desplego una sonrisa completa.
– No, senora. Yo no me pierdo, aunque de vez en cuando pierdo un poco el norte.
CAPITULO 12
– Hola,
– Su camiseta de seda.
– Aja -le dio la vuelta-. Excepto por esa camiseta de mariquita, tiene buen aspecto. ?Algun problema desde que ha vuelto a casa?
Lola no hizo caso del comentario despectivo sobre la camiseta.
– El veterinario dice que tiene una ligera infeccion en la orina y que su sistema inmunologico se ha debilitado un poco, pero estara bien cuando termine con la medicacion.
– ?Y tu? ?Como estas tu, Lola?
Bueno, esa era una buena pregunta. Sintio que el corazon se le aceleraba y, de repente, le falto el aliento. Abrio los brazos en un gesto que indicaba que estaba perfectamente.
– Hoy he ido a la oficina.
– Me gusta tu pelo.
– Gracias. -Lola se paso unos rizos detras de la oreja y dirigio la vista al jeep negro aparcado detras de Max-. ?Es tuyo?
Max echo un vistazo por encima del hombro.
– Si.
– Me imaginaba que eras el tipo de hombre que conduce un todoterreno.
La risa silenciosa de Max lleno el espacio entre los dos, y
– ?Eh, tu, chucho! -Max aparto el perro de su cara-. Tranquilizate o sufriras un accidente.
– Solo esta contento de verte.
Max dejo al perro en el porche y luego se enderezo despacio. Miro a Lola a traves de los cristales oscuros de las gafas de sol.
– ?Y tu, Lola? ?Estas contenta de verme?
El sonido de la voz de Max al pronunciar su nombre traspaso a Lola como un rayo de luz atraviesa la niebla, pero no sabia si cometer la temeridad de responder que si estaba contenta. Ladeo la cabeza.
– Estoy a punto de volverme loca y morderme una mano -dijo despacio.
– No puedo permitir eso -dijo Max con una sonrisa-. Quiza deberias invitarme a pasar para que pueda asegurarme que no te autolesiones.
Bueno, ya que estaba aqui. Lola dio un paso atras.
– Pasa.
Mientras se dirigia a la cocina, oyo que Max cerraba la puerta detras de si y la seguia.
– Te vi en television el miercoles -le dijo Max al entrar en la cocina.
Lola sacudio la cabeza y saco dos vasos.
– Tenia un aspecto horrible.
– Nunca tienes un aspecto horrible.
Max estaba siendo amable y ambos la sabian, pero cuando Lola levanto la vista hacia el, le parecio que hablaba en serio. Se habia quitado las gafas de sol y esos maravillosos ojos azules la miraban con sinceridad.
– ?Vino?
– No, gracias.
– Es verdad. Eres bebedor de cerveza.
