del gota a gota. La enfermera le trajo una sopa de verduras, un trozo de pan, un poco de pastel y una Coca Cola. Despues de comer, aparto la bandeja y penso en Max. Se preguntaba adonde lo habrian llevado y cuando volveria a verlo. No tenia la menor duda de que el le haria una visita antes de que se fuera del estado. Habian pasado demasiadas cosas juntos como para que se marchara sin decirle nada. El le habia salvado la vida y, ademas, habian hecho el amor. Y si, Lola sabia que eso no habia sido una muestra de amor para ninguno de los dos pero habia sido una comunicacion intima de la que nunca se arrepentiria. Y de la que nunca se olvidaria, sobre todo porque habia sido el unico hombre a quien le habia rogado que se acostara con ella. Bueno, quiza no rogado, pero si habia tenido que convencerlo.

Lola intento permanecer despierta por si el venia, pero el agotamiento pudo con ella. Sono que iba al centro de acogida de animales a recoger a Baby y que ambos quedaban atrapados alli. En ese sueno, Lola aporreaba la puerta del centro y llamaba a Max, pero este no acudia. La desperto una suave y familiar voz con acento sureno:

– ?Lola Faith?

Lola abrio los parpados y miro a los pies de la cama. Vio los ojos hinchados de su padre. Los tenia rojos y humedos, como si llevase dias sin dormir. Tenia las mejillas palidas y las arrugas de la frente mas pronunciadas.

A su lado se encontraba su madre, con un panuelo de seda sobre el pelo rubio, que por lo general llevaba perfectamente peinado en forma de globo. Pero ahora, un lado del globo estaba deshinchado y unos mechones desordenados le caian sobre la frente. Tenia las ojeras muy pronunciadas y los labios palidos.

Lola se deshizo en lagrimas. No era el lloriqueo de una adolescente: Soltaba sollozos largos, de dolor, como cuando tenia ocho anos y su padre la habia dejado por accidente en la gasolinera. El panico la invadio en cuanto se dio cuenta de que se habia ido, y cuando el regreso a buscarla experimento un alivio tremendo. Ahora se sentia igual, a los treinta anos, y tomar conciencia del sufrimiento que habia causado la hacia sentirse peor. Parecia que ambos habian envejecido diez anos desde la ultima vez que los habia visto, una semana antes.

Su madre se apresuro a enjugarle las lagrimas de las mejillas.

– Ahora estaras bien. Mama y papa han venido para llevarte a casa.

– Me han quitado a Baby -lloro Lola-. Y lo han dejado en el centro de acogida.

– Traeremos a Baby de vuelta. -Su padre le dio unas palmadas en la rodilla-. Luego vendras a casa y te quedaras con nosotros unos cuantos dias.

Lola tenia un millon de cosas que hacer. Tenia un negocio que dirigir. Si, habia gente muy capaz que podia encargarse de ello durante su ausencia, pero Lola Wear Inc. le pertenecia. Queria hablar con el departamento comercial y con marketing para obtener las cifras del nuevo catalogo. Estaban preparandose para participar en una feria que se celebraria al cabo de tres meses y queria echar un vistazo a los esbozos preliminares del stand. Pero al ver el rostro de sus padres, se dio cuenta de que necesitaban mimarla un poco para asegurarse de que estaba bien. Y quizas ella lo necesitara tambien.

– ?Prepararas tu plato especial de macarrones con queso y salchichas?

Su madre esbozo una sonrisa temblorosa.

– Tambien te hare tu pastel de nueces.

A pesar del llanto, Lola tambien sonrio. Por primera vez desde que habia empezado todo, sintio que estaba en casa de nuevo. Pero habia algo que no la dejaba disfrutar por entero del regreso. Le faltaba algo.

Max. No tenia idea de donde se encontraba ni de por que no se habia puesto en contacto con ella.

– Hemos estado muertos de preocupacion -le dijo su madre-. La reunion familiar de los Carlyle sera este domingo, ?te acuerdas? Todo el mundo estara encantado de verte.

Lola sintio de repente un pinchazo de dolor en la frente. Habia sobrevivido a una tormenta en el mar y habia escapado de los traficantes de droga solo para encontrarse cara a cara con la horrorosa tia Wynonna y su cazuela de guisantes. Y esta vez, Lola tendria que enfrentarse sola al peligro porque Max se encontraba «desaparecido en accion».

En la base aeronaval de Cayo Hueso, Max solicito una linea segura para ponerse en contacto con Washington. El hecho de que el general Winter fuese el primero en responder fue el primer indicio del problema en que se encontraba Max. Lo segundo fue el helicoptero Pavehawk que lo recogio y la llevo inmediatamente al Pentagono.

Una vez alli, el personal de seguridad lo condujo a un despacho de la cuarta planta. De dia, se dominaba desde alli una hermosa vista del Potomac y del monumento a Jefferson. La vista de ese monumento iluminado por la noche tampoco estaba mal.

Habitualmente, Max se reunia con el general en una pequena habitacion del sotano. Esta era la segunda vez que invitaba a Max a ese despacho. Por ese motivo y por la hora avanzada que era, Max sabia que estaba metido en lios y se preparo para recibir una dura reprimenda.

El general Richard Winter estaba sentado detras de su enorme mesa de caoba, sobre la que descansaban una pantalla de ordenador, en un extremo, y un aguila de bronce en el otro. Durante media hora, con los huesos molidos, Max explico todo lo sucedido desde que abandono Nassau el sabado anterior. Bueno, quiza no todo. Omitio unos cuantos detalles personales relativos a su comportamiento con Lola.

El general lo escucho y luego le largo una diatriba. El general Winter era calvo como una bola de billar, tenia las cejas muy pobladas y llevaba gafas bifocales. Era el unico hombre que Max habia conocido capaz de montar en colera sin pestanear. Era una tactica extrana concebida para asustar a los hombres.

– Se suponia que esta vez debia cenirse a la planeado, Max. ?Las directrices eran claras!

– Cuando la informacion que se me da es inservible, no hay plan que valga. Y, por lo que a mi se refiere, solo existe una directriz: hacer el trabajo y salir volando, senor. No he fallado. La informacion que recibi era erronea.

Max nunca llegaria a saber si el general estaba de acuerdo con eso o no, pues continuo atronandole los oidos con todos los calificativos posibles. Algunos en especial le gustaban tanto que los repitio una y otra vez. Los favoritos eran «descerebrado» y «gilipollas». Al terminar, el general esperaba que Max se hubiera encogido de miedo ante este acto de intimidacion verbal. Tendria que haberlo conocido mejor.

– Eso es lo que me gusta de usted, general Winter -le dijo Max con una sonrisa-. Se toma su tiempo para halagarme antes de joderme vivo.

Detras de las gafas bifocales, el general, por fin, parpadeo.

– Descanse, Zamora -le ordeno, y Max se sento frente al escritorio, en una silla incomoda. Supuso que eso pretendia el general.

– No es para tomarselo a broma -continuo, si bien en un tono de voz un poco mas sosegado- Usted requiso un barco con una civil a bordo.

– Le explique que mi vision era deficiente y que pense que yo era el unico a bordo.

– Pero el hecho sigue siendo que usted secuestro a una famosa modelo de ropa interior y que ha estado incomunicado durante cuatro dias. A la deriva en el Atlantico, segun dice.

– Si, senor.

– Ha provocado usted un jodido incidente que el Gobierno tendra que negar.

– ?Y eso por que, senor? -pregunto, aunque adivinaba la respuesta.

– Desde el mismo instante en que se confirmo la desaparicion de la senorita Carlyle, los medios difundieron la noticia por todo el pais y por media Europa.

Si, eso se imaginaba.

– Ahora todos querran saber la historia. Posiblemente la invitaran al programa de Letteman. -El general se inclino hacia delante y fijo la mirada en Max-. Usted ha pasado un tiempo con ella. ?Como podemos conseguir que se quede calladita?

– Es una mujer inteligente. Sabe lo de los Cosella, y le recordare que no le conviene reconocer su relacion con nada de lo sucedido en las Bahamas. Hablare con ella.

– Negativo, Max.

– Me escuchara -insistio Max, con mas conviccion de la que sentia.

Lo cierto era que, ahora que ella habia tenido un tiempo para pensar a solas, no estaba tan seguro que ella no quisiera presentar cargos contra el.

– Quiero que se mantenga alejado de la senorita Carlyle y totalmente al margen de todo esto, Max. La oficina

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