Pero todos habian acudido con sus mejores galas. Las mujeres lucian vestidos y camisas de estampados florales; Lola llevaba un sencillo vestido largo de seda de cuello cuadrado y manga corta. Los hombres iban con elegantes pantalones y camisas de vestir, pero ninguno de ellos tenia tan buen aspecto como el acompanante de Lola, que no le quitaba la mano de la cintura. La camisa de Max era del mismo color azul que sus ojos, y los pantalones de color gris marengo. De corte europeo, eran mas anchos a la altura de los muslos y caian sobre los mocasines cosidos a mano. Alto, moreno y guapisimo, estaba para comerselo, y Lola penso que no le disgustaria clavarle los dientes.
Poco despues de llegar, Lola presento a Max a sus padres; Max parecio un tanto desconcertado cuando el padre de Lola le estrecho la mano, le dio una palmada en el hombro y le agradecio que hubiese cuidado de su «pequena». Su madre no cesaba de expresarle su gratitud por haberles devuelto a su hija sana y salva y, en cuestion de minutos, todos los asistentes a la reunion supieron que Max Zamora era el heroe que habia salvado a Lola de una muerte segura a bordo de un yate averiado.
– Olvidaste contarles algunos detalles de la noche en que nos conocimos -le susurro Max al oido mientras cruzaban el cesped en direccion las tias abuelas de Lola, que les hacian senales con la mano como locas.
– ?Te refieres a cuando me ataste con mi propia falda?
Lola sintio el roce de sus labios en la sien cuando Max sonrio y respondio:
– Si, y de cuando disparaste la pistola de bengalas contra mi.
Lola no se molesto en decirle que la pistola de bengalas se habia disparado por accidente. Penso que era mejor no sacarlo de su error.
Lola presento a Max a sus tias abuelas Bunny y Boo, que se encontraban sentadas fumando unos Viceroy y tomando
Ellas mismas lo habian confeccionado y habian anadido una lista de los fallecidos el ano anterior ademas de algunas historias basadas en sus recuerdos mas antiguos. Boo no habia escrito gran cosa a causa de «la azucarbetes». La relacion entre la deficiencia de insulina y la mala memoria era algo de lo que nadie estaba muy seguro, excepto por el hecho de que dicha deficiencia siempre eximia a Boo de hacer cualquier cosa que no le apetecia hacer.
– Tias Bunny y Boo, os presento a mi amigo Max Zamora. -Ambas tias eran octogenarias-. Max, estas dos damas son mis tias.
– ?Oh! Un
–
Las dos tias lo miraron como si, de repente, se hubiera convertido en Julio Iglesias. Bunny vacio su vaso de
– Es usted muy atractivo -le dijo con su voz ronca, producto del consumo de tres paquetes. Encendio su bic, dio una calada y volvio a centrarse en lo importante-: ?De donde es su familia?
– Casi toda de Tejas, senora -respondio Max, deslizando la mano hasta la cadera de Lola.
Todo el mundo sabia que los tejanos tambien eran surenos, pero nada era comparable a ser de Carolina del Norte. Aunque, obviamente, tia Boo tenia en muy buen concepto a los tejanos.
– Una vez sali con un chico de Tejas -dijo-. W. J. Poteet. ?Conoce usted a los Poteet?
– No, senora.
– Recuerdo a W.J, -tercio Bunny-. ?No era ese al que le gustaban las braguitas de seda?
– Si. No podia soportar la ropa interior de algodon. Desde que sali con W. J. llevo braguitas de seda, o nada en absoluto.
Lola abrio los ojos de par en par y se esforzo para que la impresion que eso le habia producido no se le notara. Max simplemente se rio.
– ?A usted le gusta la seda? -le pregunto Boo.
– Bueno…
– Tenemos que irnos -interrumpio Lola-. Max todavia no conoce a Natalie -anadio, refiriendose a su hermana.
– Ha sido un placer conocerlas, senoras -consiguio despedirse Max mientras Lola tiraba de el.
– Creo que mis tias intentaban seducirte -comento Lola mientras pasaban al lado de un grupo de ninos que se atizaban golpes con raquetas de badminton.
– Son unas senoras muy agradables.
– Estan locas. Entre las dos, suman once matrimonios. Tienen debilidad por el tabaco, el
Natalie llevaba en brazos a su hija menor, Ashlee, de dos anos, y Lola la cogio en volandas.
– Hola, pequenita -le dijo carinosamente mientras le hacia cosquillas en el cuello con la nariz.
La nina olia a colonia infantil y a algodon limpio. Lola miro alrededor y se pregunto si ella era la unica mujer mayor de veinticinco anos que no se habia casado todavia. Apostaba a que si; y se pregunto por que. Era atractiva, habia tenido exito en su carrera y conservaba la dentadura completa. A pesar de todo, estaba sola. Eso no le habria importado un ano antes, ni siquiera un mes antes. Pero le importaba ahora.
Lola queria algo mas. Algo mas que su trabajo y que el amor que sentia por su perro. Queria un hombre que la amase y una familia propia. Tenia treinta anos, pero no se trataba de que se hubiese disparado la alarma de su reloj biologico. Era otra cosa. Despues de lo que habia pasado la semana anterior, sabia que su vida podia serle arrebatada y que todavia no la habia vivido plenamente.
Miro a Max. Observo su perfil y las pequenas arrugas alrededor de los ojos azules. Lola sintio que se le hacia un nudo en el estomago, como si se encontrara en la montana rusa. El corazon dejo de latirle, a la espera de una de sus sonrisas. Reconocia esos sentimientos. Se moria por Max. Era obvio que el se sentia comodo entre sus familiares. Les hablaba de su empresa de seguridad, pero les decia poca cosa sobre si mismo. Lola se moria por un hombre que guardaba sus secretos bajo llave.
– ?Quieres sostener a la nina? -le pregunto Lola.
Max la miro como si Lola le hubiera hablado en un idioma que el no comprendia. Nego con la cabeza.
– No.
Lola se moria por un hombre que, seguramente, no correspondia a sus sentimientos. Un hombre que preferia una vida de riesgo en la que no sabia si el dia siguiente seria el ultimo para el.
El telefono movil que Max llevaba sujeto al cinturon sono.
– Perdonen -se excuso, y se alejo un poco para responder a la llamada.
Lola se moria por un hombre que recibia llamadas de agencias secretas del Gobierno. Un hombre que podia desaparecer para, quiza, no regresar jamas. Un hombre que preferia vivir a la sombra.
– ?Has comido bien? -le pregunto Natalie.
Lola se obligo a prestar atencion a su hermana. Ese era el problema de haber sufrido un trastorno alimenticio: todas las personas que la querian la vigilaban para que no se saltara una comida o para que no se escabullese al bano inmediatamente despues de comer. No importaba que Lola se hubiera recuperado hacia anos, aunque lo cierto era que se habia recuperado de verdad. Habia tenido una semana dificil, pero no habia permitido que eso la arrastrara al circulo vicioso otra vez. Esa etapa de su vida ya habia quedado atras.
– No, todavia no hemos comido -le respondio.
– Tia Wynonna ha traido su cazuela de guisantes otra vez.
– ?La has probado?
– Ya sabes como se pone. He tenido que probarla. Pero si no la miras, no esta tan mal.
Ashlee extendio los brazos hacia Natalie, y Lola se la devolvio a su madre.
– Bueno, te hare caso.
Max volvio y la rodeo por la cintura. Lola apoyo la espalda contra su pecho y se habria derretido si Max no le hubiera susurrado:
– Tengo que hablar contigo a solas un momento.
