– Se supone que no tienes que decir nada cuando alguien esta tirando -protesto Lola, enderezandose-. El plan no esta funcionando. La gente va a creer que nos odiamos mutuamente y, cuando nos vayamos, no creeran que nos retiramos porque estamos muy calientes. -Lo senalo con el dedo-: Y todo es por tu culpa, idiota.
Max la agarro por la muneca y se llevo la palma de su mano a los labios.
– Eres tan hermosa que me vuelves loco.
Vale, quiza no fuese un idiota.
– Ahora todo el mundo creera que eres un esquizofrenico.
Max nego con la cabeza y le rozo la piel de la muneca con los labios.
– Una rina de amantes.
Lola noto un calido cosquilleo que le subia por el brazo.
– No somos amantes.
Max tiro de Lola y la hizo rodearle el cuello con el brazo.
– Todavia no -le dijo con una sonrisa tan sensual, carnal y masculina que a Lola se le acelero el corazon-. Pero podemos serlo si te portas bien y
Eso no iba a suceder. Ella no decia cosas sucias, o por lo menos eso creia, y si alguna vez hacian el amor de nuevo, cosa que no le parecia una buena idea, el tendria que dar el primer paso, cosa que no se habia preocupado de hacer desde que ambos habian abandonado la isla.
– Max, yo no digo cosas sucias -replico.
– Si, si lo haces.
– No, a mi me ensenaron que una senorita nunca debe utilizar un lenguaje vulgar.
Max se rio y agarro su taco.
– Bueno, carino, recuerdo claramente una ocasion en que te olvidaste de ello.
Lola lo observo mientras el se dirigia a la mesa y se preparaba para tirar. Debia de referirse a cuando habian hecho el amor. Ella no recordaba haber soltado palabrotas, pero supuso que era perfectamente posible teniendo en cuenta que estaba tan asustada que habia perdido el control. Y si era sincera consigo misma, tenia que admitir que Max la habia puesto a cien esa noche. Solo de pensarlo, estaba poniendose a cien otra vez.
Max apunto al agujero que se encontraba al lado de la cadera izquierda de Lola y golpeo la bola. La bola once entro limpiamente en la tronera y Max levanto la vista hacia ella. Mientras preparaba el siguiente tiro, una sonrisa aparecio en su rostro y los ojos le centellearon.
Lola no podia permitir que eso sucediera. Si habia alguien mas competitivo que Max, era Lola. Se apoyo en el borde de la mesa con las palmas de las manos y lo miro. En su epoca de modelo, cuando tenia que seducir desde las paginas de las revistas, utilizaba algunos trucos. Uno de ellos consistia en pensar en el mejor amante que habia tenido. Ahora, anos mas tarde, ese truco le vino a su memoria. Era como ir en bicicleta, y ahora no le costaria mucho pensar en un candidato. En ese preciso momento, el la estaba mirando. Lola imagino que recorria el cuerpo desnudo de Max con las manos, sintiendo las distintas texturas de su piel con las yemas de los dedos. Se paso la lengua por los labios y los entreabrio para inspirar ligeramente. Bajo los parpados y Max fallo el tiro. Max se acerco a Lola, que se incorporo.
– Buen golpe, Max -le dijo ella.
– Me he distraido un poco con tu escote y esa mirada tipo «hazme tuya sobre la mesa de billar».
Lola rio y no intento negarlo.
– Ha funcionado.
– Si, es una pena que yo no tenga ningun truco que funcione tan bien contigo.
Max se equivocaba de medio a medio. Solo con pensar en el, Lola se ruborizaba.
– Max, siento mucho haberte llamado idiota.
– No te preocupes. -Max le deslizo la palma de la mano desde la espalda hasta la nuca-. Estaba comportandome como un idiota.
– Es verdad, pero no deberia haberlo dicho. Estaba muy nerviosa.
– ?Por lo de esta noche?
– Si.
– No es demasiado tarde para echarse atras.
– No. Quiero hacerlo. Lo necesito.
– Yo te cuidare. -Max dejo el taco encima de la mesa y la atrajo hacia si-. No pasara nada.
Lola le creyo. El conseguia convencerla siempre de que podia protegerla de cualquier cosa, como si su corpulencia y su fuerza de voluntad bastasen para evitar que sucediese nada malo. En el pasado, los hombres que habian pretendido cuidarla habian cometido el error de creer que ella era demasiado tonta como para cuidar de si misma. Max no. El escuchaba lo que Lola tenia que decir. Mientras discutian el plan de esa noche, el habia escuchado sus ideas, aunque habia decidido hacer exactamente lo contrario. El la habia escuchado, y Lola temia haberse enamorado perdidamente de el, y no habia nada en absoluto que pudiese hacer para impedirlo. Era como bajar por una cuesta pronunciada donde no hay nada a lo que uno pueda agarrarse para frenar su caida y donde uno no sabe que se va a encontrar al final.
No, eso no era cierto. Ella si lo sabia. Encontraria dolor, porque ella no podia adaptarse al estilo de vida de Max ni pedirle que cambiara. Lola lo miro a los ojos, que ahora le resultaban tan familiares.
– Odio tener miedo, Max -confeso.
Pero en ese momento, Lola no sabia que la asustaba mas: que la descubriesen entrando en casa de Sam o enamorarse de Max.
– Pobrecita, deja que te ofrezca algo en lo que ocupar tu maravillosa cabecita -le dijo, y bajo los labios hacia los de ella.
Una de sus manos se poso en el trasero de Lola, y la otra subio hasta su nuca. Los dedos de Max juguetearon con su pelo mientras la apretaba contra su fuerte cuerpo.
Entonces, alli mismo, en la habitacion del fondo, donde estaba la mesa de billar del bar Foggy Bottom, bajo la luz de la lampara, Max le hizo el amor con la boca. La beso con insaciable deseo, como si quisiera devorarla por entero. Y ella se lo permitio. Le dejo posar la mano grande sobre su nalga, y Lola ladeo la cabeza mientras el introducia la lengua en su boca. Un gemido salio de la garganta de Max y el palo de billar cayo al suelo. Lola palpo todas las partes del cuerpo de Max que estaban a su alcance, los musculos de sus brazos, hombros y espalda. Max era una mezcla de fuerza y pasion que encerraba un corazon que lo impulsaba a salvar a un perro que no le inspiraba especial carino y a trenzarle una ramita de flores en la pierna. Esa combinacion resultaba toxica e irresistible, y Lola sintio que se deslizaba cuesta abajo cada vez con mas rapidez.
La alarma del reloj de Max sono al lado de la oreja de Lola, y el se aparto, con los labios humedos y los ojos entornados.
– Es hora de ir a trabajar.
Lola noto la boca ligeramente hinchada. El deseo le latia entre los muslos y sentia que las rodillas le fallaban.
– ?Estas lista?
?Estaba lista para allanar la casa de Sam? En realidad, no, pero solo podia responder una cosa.
– Si, Max.
Durante el trayecto de cuarenta minutos a Baltimore, Lola se paso al asiento trasero del jeep de Max y abrio su maleta. Se puso unos tejanos negros, un jersey de cuello vuelto y un par de botas de cana alta de Jimmy Choo que habia comprado para la ocasion. Max sintonizo una emisora nostalgica y el coche vibro al ritmo de
Echo un vistazo hacia delante, al retrovisor, y vio que Max tenia el rostro en sombra. Desde que se habian marchado del Foggy Bottom, era como si algo se hubiese apagado dentro de el. Su tacto se habia vuelto impersonal. Hablaba en un tono de voz formal. Lola no era tan afortunada.
Todavia tenia los sentidos embriagados por el. El olor de Max llenaba el vehiculo, penetraba en sus pulmones y le calentaba el pecho. Lola intento apartar de su mente su deseo y sus emociones, su temor por lo que pudiera suceder esa noche y su futuro con Max. Se concentro en el plan.
