Habian hecho el trabajo en dos minutos menos de lo previsto.
Ya estaba. Se habia terminado. Ahora ya no habia mas excusas.
Lola ya no lo necesitaba. En doce horas y cuarenta y siete minutos, Max la embarcaria en un avion con destino a Carolina del Norte. Le diria adios por ultima vez. Deberia sentirse aliviado. Una parte de el lo estaba. Pero, por encima de todo, Max sentia el peso de lo inevitable y, pese a ser un hombre a quien le gustaba seguir sus propias reglas, lo inevitable lo sacaba de quicio.
CAPITULO 15
– Max, ?que vamos a hacer con el dinero de Sam? -le pregunto Lola, en el asiento del copiloto del jeep.
Por si acaso los paraban, Max le habia indicado que volviera a ponerse la falda y el top que llevaba antes.
– ?Que quieres hacer con el?
Lola lo miro mientras se quitaba las botas.
– Donarlo a la beneficiencia -respondio, y tiro las botas detras del asiento-. Quiza deberiamos meterlo en el buzon de alguna iglesia. -Lola se desabrocho los tejanos, que fueron a parar al mismo sitio que las botas.
Lola echo un vistazo rapido al perfil de Max mientras se embutia en la falda de piel de piton. Max, en actitud profesional, mantenia la vista clavada en la carretera.
Ella todavia tenia la piel de gallina, y el corazon le latia deprisa. Recuperar esas fotos le habia producido una descarga de adrenalina, y era una experiencia que a Lola no le apetecia en absoluto repetir. A diferencia de Max, ella no tenia madera para embarcarse en misiones secretas y operaciones clandestinas. Moverse en la sombra y hacer estallar cajas fuertes no era lo suyo. Lo unico que queria era recuperar el aliento.
Cuando se quito el jersey vio que el sudor le bajaba por el escote.
– ?Cuanto habia en la caja? -le pregunto a Max mientras introducia los brazos por el top y se lo ajustaba encima de los pechos.
Al no recibir respuesta, Lola levanto la vista hacia el. A traves de la oscuridad del jeep, el la estaba mirando.
La examino rapidamente, fijandose en la cabeza, los pechos y la falda que le llegaba a la parte superior de los muslos, peligrosamente cerca de la entrepierna y del tanga.
– No estoy seguro -respondio en tono distraido, como intentando distinguir el color exacto de sus bragas-. Quizas unos mil.
– Seguro que ha ganado ese dinero con mis fotos -dijo Lola alisandose la falda.
Se puso de rodillas encima del asiento y, mostrandole el trasero cubierto con la piel de piton, se inclino sobre la parte trasera y guardo su ropa en la maleta. Luego la cerro, se giro y volvio a arreglarse la falda, aunque no habia gran cosa que arreglar. Se calzo los zapatos y bajo la visera del copiloto para mirarse en el espejo.
– Creo que de todo esto tiene que salir algo bueno -comento mientras se atusaba el pelo con los dedos.
– ?Llevas un tanga?
– ?Has estado mirando?
– ?Mirando? Hablas como si no hubieses hecho todo lo posible por ensenarmelo.
Lola coloco la visera en su lugar y se volvio hacia el.
– Yo no te he ensenado nada.
Por supuesto, tampoco habia hecho el menor esfuerzo por no ensenarle nada.
– Practicamente me lo has restregado por la cara.
– Eres un retorcido.
– Y tu una provocadora.
Ninguno de los dos volvio a decir nada hasta que Max aparco el jeep delante de un edificio de piedra viejo con una pared recubierta de hiedra. Lola lo observo mientras el se ponia de nuevo los guantes de piel, sacaba el dinero de la mochila y se encaminaba a la puerta. Max introdujo el dinero en el buzon.
– ?Que lugar era ese? -le pregunto Lola cuando estuvieron en la carretera de nuevo.
– La organizacion benefica Light House -respondio Max al tiempo que dejaba caer los guantes al suelo, junto a sus pies-. Ofrecen a los chicos de la ciudad material escolar y tutoria. Tienen un estupendo programa de orientacion.
Lola no se habria sorprendido mas si Max le hubiera dicho que el era un cura.
– ?Tu eres un tutor? ?Y que es lo que les ensenas, a volar el colegio?
– Muy gracioso, Lola. -Max sacudio la cabeza-. Solo les envio un poco de dinero de vez en cuando.
«Posiblemente, mas que un poco», penso Lola. Y, acto seguido, se le ocurrio otra pregunta:
– ?Por que no quieres tener ninos, Max?
– ?Quien ha dicho que no quiero?
– Tu lo dijiste, cuando estabamos en el
Las luces de la ciudad iluminaban la parte inferior del rostro de Max.
– Seria un padre horroroso.
– ?Por que dices eso?
Max se encogio de hombros.
– Paso muy poco tiempo en casa.
Eso les sucedia a muchos padres.
– Es una mala excusa. ?Cual es la verdadera razon?
– ?La verdadera razon? -Max la miro por un momento y volvio a centrarse en la conduccion-. No me gustaria decepcionar a un nino, y eso es lo que pasaria. Yo me crie asi, esperando que se cumplieran promesas que nunca se cumplian. Siempre esperaba que mi padre llegara a casa y me llevara a pescar o al cine, o que simplemente se sentara conmigo a ver la tele, pero nunca lo hizo. Siempre me hacia grandes promesas, cosas que el y yo hariamos juntos algun dia, y lo mas extrano es que yo le creia, sin importar cuantas veces incumpliese sus promesas, cosa que hacia en el noventa y nueve por ciento de los casos. Yo siempre le creia.
Ahora Lola se sentia culpable por haberlo llamado «retorcido», asi que le puso una mano en el hombro.
– Lo siento, Max.
– No lo sientas. Me has preguntado y yo te lo he contado. Tengo cientos de historias como esa, cada una mas triste que la anterior.
– Creo que serias un padre maravilloso. El tipo de padre que consigue que un nino se sienta seguro.
Max dirigio la vista hacia la mano de Lola y, de ahi, a su rostro.
– ?Estas intentando decirme algo?
Lola tardo unos instantes en comprender lo que el le preguntaba.
– No. ?No! Ya te dije que llevo un DIU.
– ?Te ha venido ya la regla?
Bueno, Max no se cortaba un pelo. Lola retiro la mano de su hombro
– Si, al cabo de pocos dias de haber vuelto.
– Gracias a Dios.
El alivio tan evidente de Max sento a Lola como una bofetada. En esos precisos instantes quedarse embarazada no habria sido una buena idea, pero Max no tenia por que comportarse como si lo hubieran indultado.
– Tampoco hace falta que actues como si eso fuera un destino peor que la muerte. -Lola cruzo los brazos y miro por la ventana los arboles y los coches que desfilaban por la carretera. Lola habia intentado hacer sentir bien a Max y el la habia hecho sentir fatal-. Tampoco estoy tan mal.
– No estas mal en absoluto -le aseguro Max.
– Vaya, gracias.
El jeep enfilo un camino que conducia a una casa de ladrillos y Max pulso el mando de la puerta del garaje. La planta baja y el primer piso de la casa estaban iluminados, como si hubiera alguien dentro.
– ?Todavia piensas irte manana por la tarde? -le pregunto Max mientras la puerta del garaje se cerraba detras de ellos.
