Nik bajo la mano.

– No me explico como pudiste construirla.

– No fue sencillo. Pero no habria sido tan divertido de no haber constituido un desafio -Mitch vio que Nicole tiritaba a causa de la fria brisa-. Entremos. Tienes algo de sangre en el traje, Nik, e imagino que querras cambiarte de ropa. Te dejare algun jersey…

– No hace falta que… -empezo a decir ella, pero entonces se fijo en la carrera que tenia en la media y en las manchas de sangre, y titubeo-. Esta bien. Tengo una pinta desastrosa. Pero no hace falta que me quede tanto tiempo, Mitch…

– Solo un rato -convino el.

Una vez dentro, Nicole estudio los detalles de la casa con atencion. Una chimenea de piedra, en el centro de la estancia, separaba el salon de la cocina. Unas puertas de cristal se abrian a un espacioso balcon con una banera jacuzzi, cuyo diseno y construccion habian sido, a todas luces, muy complicados.

Nicole la rodeo, con las manos en las caderas.

– Menuda guarida -comento en tono provocativo.

– Lo hice lo mejor que pude.

Ella continuo paseandose, estudiando las fotografias, acariciando los marcos de rico cuero.

– Tu familia y tu pareceis muy unidos -recorrio con la yema del dedo el marco de una foto donde la madre aparecia flanqueada por sus dos hijos con uniformes de baloncesto.

– Si, son muy buenas personas. Algo exigentes… y, bien lo sabe Dios, algo cabezotas. Pero siempre nos hemos querido -Mitch casi anadio «y te querran a ti», pero prefirio callarse-. ?Te apetece beber algo? ?Una taza de te?

– Un poco de te me sentara bien, si tienes.

Educada como una duquesa. Muy bien, se dijo Mitch. Tendria que seguir tratandola con sutileza hasta que dejara de sentirse incomoda.

– Sientete libre de echar un vistazo a la planta de arriba. Y si quieres ese jersey, busca en el segundo cajon de la coqueta de mi cuarto.

En cuanto Nicole hubo desaparecido escaleras arriba, Mitch llamo a varios restaurantes. No tenia en la nevera patas de cangrejo con mantequilla, pero seguramente encontraria alguna marisqueria que pudiera servirselas a domicilio.

Al cabo de diez minutos, volvio a oir las suaves pisadas de Nicole, y se giro rapidamente. Era inutil intentar reprimir la sonrisa. Nik estaba deliciosa. Llevaba puesto uno de sus jerseys negros, y unos pantalones enrollados a la altura de los tobillos. De no haberse propuesto portarse bien, hubiera emitido un aullido de lobo. Al menos, ella tambien sonreia mientras bajaba las escaleras.

– No queria ponermelos, Mitch, pero me mire en el espejo. Me temo que sigo pareciendo una bruja con ese antiseptico morado en el pelo.

Jamas podria parecer una bruja. Su cabello revuelto y sus pies descalzos, sin embargo, despertaron en Mitch pensamientos supuestamente indebidos.

– El te casi esta listo. ?Que tal la cabeza?

– Aun me duele un poco, debo reconocerlo.

– ?Quieres una aspirina?

– Me encantaria tomar una… pero sera mejor que lo deje. No le he preguntado al medico que medicinas pueden sentarle mal al nino. Tienes un estupendo despacho arriba.

En efecto. El despacho contaba con un balcon y una claraboya, y daba cabida tanto al ordenador de Mitch como a sus tableros de dibujo. No obstante, supuso que el comentario sobre el despacho habia sido una forma politicamente correcta de no hablar sobre habitaciones mas privadas. El aseo de la planta superior estaba alicatado de negro y rojo, y tenia una gruesa moqueta. Y el dormitorio se componia, entre otras cosas, de una enorme cama de matrimonio con dosel, vestida con un mullido cobertor de un rojo sibarita, y una chimenea emplazada en un rincon.

– Has hecho un increible trabajo de decoracion en la casa. Cada habitacion tiene algo especial. Y encaja tan bien con la montana y los arboles que la rodean. Eres realmente bueno, Landers.

– Me gusta que hables asi. Continua.

Ella emitio una risita, y luego ladeo la cabeza.

– ?Por que tienes las persianas echadas, habiendo unas vistas tan magnificas?

– Los secuestradores tenemos nuestras propias reglas. En este caso, no quiero que entre el sol. Voy a darte una almohada para que te tumbes en el sofa y luego encendere el televisor… -Mitch pulso varios botones del mando a distancia hasta que encontro un programa de entrevistas-. Vaya, creo que ya oigo el silbido de la tetera…

– No seras capaz de dejarme aqui sola viendo ese programa tan horroroso -protesto ella con voz incredula.

– Tranquila. Enseguida volvere con el te. Por cierto, hay una manta bajo los cojines del sofa. Si te encuentras otra cosa, cierra los ojos y ya esta.

– ?Crees que voy a criticar tu inventiva labor de amo de casa?

– Has dado en el clavo al decir lo de «inventiva» -una vez en la cocina, Mitch sumergio la bolsita de te en el agua hirviendo una docena de veces antes de que esta se colorase un poco. Y, por supuesto, derramo parte de la taza. Estaba nervioso. No obstante, cuando regreso al salon, vio que Nik se habia portado bien y se habia acurrucado en el espacioso sofa de piel.

Al verlo entrar, levanto la cabeza rapidamente.

– Mitch, me siento incomoda causandote todas estas molestias…

– ?Crees que lo hago desinteresadamente? La proxima vez, cuando yo me quede embarazado y me de un golpe en la cabeza, te exigire que hagas lo mismo por mi. Asi que aprovechate mientras puedas.

El comentario le arranco a Nicole una sonrisa.

– Si de verdad quisieras ser amable conmigo, me darias el mando a distancia.

– Buen intento. Pero no hay trato -Mitch acerco una silla y se sento a su lado. Ni demasiado cerca ni demasiado lejos.

– No recuerdo cuando fue la ultima vez que me sente a estas horas sin hacer nada.

– Bueno, las persianas estan echadas. No creo que el dios de los adictos al trabajo pueda fulminarte con un rayo si no te puede localizar.

– ?Mitch?

– ?Si?

– Todos aceptan tus ordenes sin rechistar.

El subito cambio de tema lo hubiera sorprendido de no estar acostumbrado a Nik.

– Te refieres a la plantilla. A lo de esta manana.

– Si -ella giro la cabeza, descansando la mejilla en la almohada. Sus ojos, serios y, suaves, sondeaban los de Mitch-. A los dos segundos de comprender que habia un problema, todos contaron con que tomaras el mando. Ya te ven como un jefe.

El se inclino hacia delante, con la excusa de colocarle bien la manta.

– Nik, te lo dije ayer y te lo repito ahora. Solo hay una jefa en la empresa, y esa eres tu. No quiero tu puesto. Me encanta lo que hago actualmente. No ambiciono nada mas. Y solo tome el mando esta manana porque tu no estabas en condiciones.

– No, Mitch, no te estoy criticando. Simplemente, he pensado en lo que me dijiste. Sobre el embarazo y el nino. Y tenias razon. Eres la persona mas adecuada para sustituirme cuando sea necesario.

Aquello constituia un inmenso paso adelante, se dijo Mitch.

– Nik… ?sabes que?

– ?Que?

– Creo que no tienes por que tomar ninguna decision en estos momentos. El nino no nacera manana. Estas preocupada y deseas hacer lo correcto, lo se. A mi me ocurre igual. Pero… recuerdo cuando me gradue y empece a vivir por mi cuenta. Una de las cosas que no sabia hacer era cocinar. Compre estofado precocinado e intente calentarlo en la barbacoa.

– Vaya por Dios -exclamo ella con humor.

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