intenciones, a pesar de intentar negar sus sentimientos, ella le habia estado deseando, aquello… y mucho mas.
La lengua calida de Julius recibio la suya con una bienvenida languida y, por instinto o bien por un deseo inhibido durante demasiado tiempo, con un gemido gutural, atrajo la lengua de Julius a la suya. Como un preludio, tal vez, de todo lo que ella deseaba ardientemente.
Fue un beso largo, prolongado, perezoso a ratos, otras veces energico, un aperitivo delicado, ambrosia… de vez en cuando un tipo de beso como de carne roja, cada vez mas febril. E impaciente… a la dama le habia sido negado durante mucho tiempo.
Por otra parte, el marques, al que nunca se le habia negado nada, se encontraba en la posicion poco envidiable de tratar de ajustarse a una situacion completamente nueva.
Por pura voluntad, se disuadio a si mismo de levantarle las faldas, alzarla sobre su miembro rigido y hundirlo profundamente dentro de ella. Haciendo gala de una enorme compostura, el reprimio sus deseos mas incontrolables.
No queria que ella se escapase.
No hasta obtener lo que deseaba. Y ella igual.
No cabia la menor duda de su habilidad para llevarla hasta el climax, y asi lo haria.
Era muy bueno en lo que hacia.
Ella se le agarro a los hombros con una fuerza sorprendente. Su beso ya no era tanto un beso como una suplica humeda, impetuosa y avida de algo mas. En el umbral de la capitulacion, lo supiera o no, se puso a contonear su caderas dibujando aquellos ritmos ondulantes, tan viejos como el mundo. El jadeo entrecortado de ella calentaba la boca de Julius y el aroma de la excitacion sexual flotaba en el aire.
Julius, deslizando las manos por detras de su espalda, sostuvo con cuidado sus nalgas, la coloco mas comodamente sobre sus rodillas, y flexiono la cadera para entrar en contacto con su hendidura acalorada.
Ella gimoteo… con una voz inquieta e implorante.
Mientras deliberaba si llevarla al dormitorio, echo un vistazo al reloj, solo para decidir que no un instante despues. No queria romper el hechizo. Dejo de sujetarla tan fuerte, le hizo espacio para las piernas moviendose un poco hacia la izquierda. La butaca era grande, se habia disenado especialmente para los vestidos con aro que se llevaban en otros tiempos, y habia espacio mas que suficiente. No es que tuviera la intencion de ocupar el sillon mas tiempo de lo necesario cuando habia un sofa disponible al otro lado de la habitacion. Pero por ahora se las arreglaria asi.
Julius casi podia sentir su roce sedoso mientras se frotaba contra su carne palpitante, casi sentia el calor liquido de su cuerpo que le envolvia.
Casi. Pero todo aquello era demasiado nuevo para ella. El mismo se amonesto y se pidio tener paciencia.
Abrumado y furioso, con los sentidos inflamados y una vocecilla en la cabeza gritando:
– ?No puedo esperar! ?No puedo, no puedo, no puedo!
Julius, ofreciendo una oracion de agradecimiento a cualquiera de los dioses que empujaban a las jovenes senoritas virginales a modificar sus opiniones sobre la moralidad, le murmuro:
– Agarrese a mi -y levantandola del sillon con un arrebato de fuerza bruta y potencia muscular, camino a grandes pasos hasta el sofa-. Me puede parar en cualquier momento -le susurro, sabiendo que no lo haria. Cuando una mujer se halla en ese estado de excitacion, solo quiere llegar hasta el final.
Julius la tumbo con cuidado y se arrodillo al lado del sofa, de poca altura, se inclino hacia ella y la beso suavemente.
– Y ahora, ?por donde empezamos?
– Por donde quiera.
Esa sencilla declaracion, susurrada y necesitada, estaba cargada de un erotismo infernal, una oferta de carta blanca demasiado irresistible… la posibilidad de aprovecharse de su inocencia era condenadamente tentadora. Deshaciendose rapidamente de sus impulsos mas bajos, Julius le alcanzo los botones de la chaqueta, esperando que pudieran explorar la dinamica del sexo mas fisica despues. Por el momento, la dama parecia demasiado ingenua, penso Julius, desabrochandole un boton dorado.
– Dejame a mi -dijo Elspeth, apartandole las manos.
– No pienso discutir -le respondio Julius, recostandose sobre los talones. Los botones eran tremendamente pequenos, con lazos en lugar de ojales.
– Sus manos son muy grandes.
«Y las suyas, pequenas», penso el. El contraste era provocativo, como todo lo que tuviera que ver con aquella joven dama virginal.
– Que mejor para llevarla de un lugar a otro -le comento con un guino.
– Gracias por venir a buscarme hoy -sus miradas se encontraron-. Yo no hubiera tenido valor.
– Tengo valor suficiente para los dos -dijo con una amplia sonrisa-. Y estaba impaciente a rabiar. -Ahora, con la chaqueta abierta, la blancura de su blusa quedaba enmarcada por la lana oscura, el contorno de la combinacion era visible a traves de la fina seda. Sus senos eran espectaculares.
– Me devora la impaciencia -le dijo ella, se enderezo y se quito la chaqueta. Sus anteriores reservas parecian eclipsadas por emociones mas poderosas-. Ademas, me siento desesperadamente caliente -sonrio-. Y tambien siento como si hubiera estado esperando toda mi vida a que llegara este momento.
– Me complace ser yo el afortunado -murmuro con voz sedosa. Su mirada oscura escudrino despacio sus formas generosas.
– No tan complacida como yo, creame -le dijo con una sonrisa que le iluminaba la cara. Le alargo la chaqueta con una timidez apenas perceptible y comenzo a desabrocharse la chorrera del cuello de la blusa-. Y si no le importa mi atrevimiento -prosiguio con un tono jovial que sugeria que poco le importaba si le molestaba-, ?le importaria quitarse la camisa? Nunca he visto a un hombre de su juventud y vigor asi de cerca.
– Desnudo, querra decir. -Con aquella alusion a la edad, a Julius se le aparecio la imagen de su noche de bodas y no estaba del todo seguro si aquel comentario era desmoralizador o anadia provocacion.
– Desnudo -afirmo ella con el mismo tono chispeante.
Puesto que nunca en su vida habia rechazado el sexo antes de conocer a Lady Grafton, cualquier reserva que pudiera abrigar se disipo rapidamente. Coloco la chaqueta en un sillon cercano, se quito la camisa por la cabeza, la dejo a un lado, abrio los brazos en ademan de buena disposicion y le lanzo una mirada.
– ?Algo mas?
Asombrada ante aquella masculinidad desnuda, no pudo evitar quedarse embobada. Cuando habia abierto los brazos en un gesto acogedor, se le habian marcado sus musculos poderosos a traves de las espaldas y los brazos, el estomago sin apice de grasa y duro, a traves de la columna fuerte del cuello. Su virilidad era tan potente que ella casi lloro de envidia. Si ella necesitaba un empujon mas para disfrutar de las habilidades amatorias de Darley, el acusado contraste entre su marido y el acabo de cerrar el trato. Era un hombre imponente.
– ?Necesito su permiso para quitarme las botas? -le dijo Julius, rompiendo el silencio. Pregunto solo por cortesia, puesto que ya se estaba sacando una bota.
– No estoy segura de que necesite permiso para nada con el atractivo tan cautivador que tiene sin ropa.
– En parte desnudo -la corrigio amablemente.
– Me lleva ventaja -su voz era la de un contralto seductor-. No estoy segura de que funcione.
Tiene talento, penso Julius.
– Levante los brazos y pondremos remedio a esta disparidad de opiniones.
Ella accedio sin rechistar y el le quito la blusa medio desabrochada por la cabeza. La dejo sobre la chaqueta y se dio la vuelta.
– Ahora la combinacion.
De repente, ella cruzo los brazos sobre el pecho.
– Cierre las cortinas, por favor.
– No hay nadie fuera.
– Aun asi… me sentiria mejor.