– Y yo me sentiria mejor si no tuviera que hacer el amor furtivamente a oscuras.
– Todo este encuentro es furtivo… ?no es asi?
– Al contrario -le contesto con un ligero movimiento de cabeza-, es el placer supremo, como ganar el Derby.
Estaba claro que el tenia una opinion muy diferente sobre el sexo ilicito.
– Me preocupa… que me vea… -balbuceo ella-… un criado.
Eso y el hecho de que el era relativamente un extrano de repente hicieron de la desnudez un problema.
– No vera a ningun criado y nadie la vera a usted.
Una repuesta inequivoca, como su mirada penetrante.
– Y con todo… -le dijo respirando profundamente, inquieta y llena de dudas.
El sonrio.
– Mire, no me voy a ir. Ademas, soy totalmente inofensivo. Podria descruzar los brazos.
Presa de un miedo atroz, la rabiosa impaciencia de unos momentos antes fue sustituida por un torrente de dudas ambiguas.
– Sigo pensando… en lo que diria Sophie.
– Ella no esta aqui, por si no se ha dado cuenta -le apunto en tono de broma.
– Estoy siendo un poco ridicula, ?verdad?
Julius sonrio con paciencia, aun era temprano.
– Sabe que respondere que si. Esta totalmente a salvo en mi casa.
– Y Sophie no esta aqui.
– A menos que haya dado una caminata de cinco millas a toda velocidad.
– Tiene razon, por supuesto -Elspeth dejo caer las manos sobre su regazo-. Y se esta
– Hablando de cosas agradables -le ofrecio Julius, dandose cuenta de que tal vez requeria mas tiempo antes de consumar su primera experiencia sexual. Creo que le prometi un te.
Elspeth nego con la cabeza.
– No me apetece. Tal vez un vaso de jerez, aunque me siento tan mareada, que tampoco lo necesito. Usted es embriagador, lo sabe… -ella le paso los dedos por su pecho-. Tan masculino… -siguio diciendole, las palabras le salian a borbotones-. Anoche sonaba con usted y de repente una sensacion muy extrana, maravillosa y esplendida, todo hay que decirlo, fluyo a traves de mi, esto… la parte inferior de mi cuerpo con un calor delicioso, ondulado. Era muy agradable.
El habia intuido su naturaleza apasionada a primera vista. Pronto el se aseguraria de que sintiera cosas todavia
– Tuvo un orgasmo mientras dormia -murmuro el-. Ocurre muy a menudo.
– ?Asi, sin mas? ?En un sueno?
– Asi, sin mas.
– ?Le sucede a usted lo mismo?
Siendo como eran las mujeres una constante en su vida, los suenos sexuales ocupaban un plano secundario respecto a la realidad.
– Antes si -contesto con un tono neutro.
– ?A menudo?
En lugar de mas evasivas, Julius cambio de tema:
– Puedo hacer que se sienta diez veces mejor que en cualquier sueno. Se lo garantizo.
– ?Diez veces! -exclamo con voz entrecortada y los ojos muy abiertos-. ?No puedo creerlo!
Julius alcanzo los botones de los bombachos y sonrio despacio.
– Veamos si puedo convertirla en una creyente…
Se desabrocho los botones, deslizo los pantalones color canela por la cadera, se sento para que le resbalaran hasta los pies y los dejo a un lado. Las erecciones que Elspeth habia visto hasta el momento se limitaban a las de la especie equina… Examino el miembro erguido de Darley con ojos de novata y fascinacion avida. Aquel mango abultado se bamboleaba levemente con sus movimientos, las venas hinchadas estaban tan marcadas que podia notarle el pulso. ?Le entraria una cosa tan grande? Tomo aliento con cierto nerviosismo, como si un revuelo de expectacion le rasgara los sentidos, el calor carnal fluia en ondas desde su seno, como para tranquilizarla.
Acosada por una curiosa impaciencia febril, se encontro deseando una ilusoria y tentadora satisfaccion de una naturaleza hasta ahora desconocida. La satisfaccion sexual, sospechaba ella. Comprendia las premisas basicas. Y con el apuesto Lord Darley delante de ella, precedido de su fama de galan, ?por que una mujer no deberia sentirse tentada? Pero ese deseo incontenible que le quemaba a traves de los sentidos y le nublaba la razon por completo era, no obstante, impresionante.
– ?Es normal sentir este deseo fiero e insaciable? -murmuro Elspeth en el mismo instante que su mirada codiciosa se veia atraida por su ereccion exuberante.
– Si -respondio Darley, en lugar de dar otra explicacion mas complicada, sin ganas de conversacion. Nunca habia esperado tanto por una mujer-. No hay normas -dijo, esbozando una sonrisa.
– Entonces puedo pedir lo que quiera -replico alegremente-. Eso si yo supiera lo que quiero -anadio con una atractiva sonrisa-. Tiene que ensenarmelo todo.
Estuvo a punto de perder el control y desmoronarse alli mismo al oir aquellas palabras. La perspectiva de ensenarselo todo era capaz de intrigar a un crapula hastiado como el. Con la oferta de carta blanca sexual todavia resonando en su cabeza, se esforzo en decirle con tacto:
– ?Por que no vamos poco a poco? Por ejemplo, quitandole las botas.
La alcanzo para quitarle las botas, las dejo caer sobre la alfombra, despues hizo lo propio con sus medias bordadas de seda blanca haciendo gala de una habilidad acostumbrada y las dejo junto a la blusa.
– Me preguntaba… -susurro ella, deseando acuciantemente tocarle
Reprimiendo la impaciencia y prefiriendo la fornicacion a algo tan ingenuo, no obstante cedio por su estatus de principiante.
– Por supuesto -le ofrecio, recostandose ligeramente, mostrandose mas accesible, repitiendose en su fuero interno que la virtud seria su recompensa.
Pero cuando las yemas de los dedos de Elspeth le rozaron la cresta hinchada de su ereccion, se echo impulsivamente hacia atras, sacudido por una poderosa oleada de lujuria desproporcionada respecto a aquel acontecimiento trivial.
– Oh, querido, le he lastimado -le dijo alarmada.
Le llevo un momento contestar con su ereccion emergiendo hacia arriba en un frenesi explosivo y obstinado.
– No -mascullo, y los orificios nasales se le ensancharon mientras luchaba por reprimir sus impulsos traicioneros-. Estoy bien.
– ?De verdad?
La sonrisa de ella era tan inocente que considero seriamente que tal vez habia cometido un error llevandola hasta alli.
– De verdad -le dijo, mintiendo como un bellaco, poco seguro de poder seguir haciendo el papel de caballero por mucho tiempo.
Respirando hondo para mantener la compostura, analizo sus opciones.
Al inspirar profundamente, percibio el familiar perfume de la excitacion femenina y el dilema quedo solucionado.
La senorita, virginal o no, no le rechazaria a esas alturas, o al menos no en serio, sin reparar en lo que el eligiese hacer. Dejando de sentirse afligido por la indecision, le mostro su habitual sonrisa.
– Si quiere que hoy sea su profesor, ?por que no empezamos por la primera leccion…? El beso.
– Estoy a su disposicion -le contesto ella con una sonrisa automatica.
– Que detalle -le dijo el como si estuvieran manteniendo una conversacion de lo mas inocente-. Si tiene cualquier pregunta -le susurro, cortesmente-, solo tiene que preguntar -e inclinandose hacia delante, cogio entre las manos su cara y la beso con castidad.