Elspeth, suspirando contra sus labios, levanto las manos y se las puso en la espalda, y se pego a el con una ferocidad bastante diferente a ese beso amanerado.

Sus musculos, duros y tensos, eran un potente afrodisiaco para una mujer que solo habia conocido a un marido viejo y repugnante. «Que afortunada soy de estar aqui», penso ella como si estuviera sonando. Aquel beso meloso calentaba sus ya sobrecalentados sentidos. Una fuerte embriaguez le consumia los pensamientos. El glorioso Lord Darley la estaba besando realmente. Era como si todos los suenos exaltados de cuando era nina se hicieran realidad. El principe real del cuento de hadas acerca del cual cotilleaban todos los periodicos londinenses, el semental de la mitad de feminas del pais, estaba en sus brazos.

Estaba esperando con impaciencia recibir la siguiente leccion, se decia a si misma, mientras se retorcia ligeramente contra un indeterminado, pero codiciado anhelo.

– ?Esta preparada para mas? -le susurro Julius contra la boca, reconociendo su movimiento febril. Sin necesidad de respuesta, la hizo recostarse con habilidad, le deslizo la mano bajo la falda, le beso la mejilla sonrosada, el cuello palido y esbelto, mientras su mano avanzaba por su pierna torneada, el muslo calido y, al llegar a las puertas del paraiso, lo encontro humedo y listo para ser penetrado-. Veamos si esto le gusta - murmuro Julius al tiempo que le masajeaba la carne brillante y tremula, con una delicadeza magistral, hacia arriba por un lado, abajo por el otro, de aqui para alla, deteniendose finalmente en el capullo emergente del clitoris.

Podria alguien expirar de puro y violento extasis, se pregunto ella, con todos los nervios del cuerpo inundados de aquella resplandeciente embriaguez.

No expiro, por supuesto, pero comenzo a respirar de forma irregular mientras el continuaba encendiendo su sexo meloso, el tejido delgado y vibrante que se henchia por la brujeria de sus largos y finos dedos, el nudo tenso de su clitoris estremeciendose de excitacion.

Pronto sus dedos se impregnaron de su liquido perlado, ella gemia, retorciendose febrilmente contra su mano, los pezones parecian dos picos firmes a traves de la seda transparente de la combinacion, el rubor de la pasion le sonrosaba la piel. Relajo los dedos un poco, en un intento de llevarla hasta un punto febril… solo para encontrarse con su membrana virginal.

Alli estaba, no le daba especialmente la bienvenida, pero tenia que verselas con ella.

– Puede que esto duela un poco.

– No… importa -jadeo ella, sus caderas se ondulaban con una agitacion creciente, su mirada, medio desenfocada y asustadiza.

Julius rozo ligeramente la barrera con las yemas. Ella no dio muestras de molestia. Por lo que respecta a su buena disposicion… estaba perfectamente claro. Estaba suficientemente lubricada para entrar en combate y mas preparada que nunca para renunciar a la virginidad.

Un capricho extrano… la virginidad como incentivo. Lo encontro una transaccion perversamente poco atractiva.

Pero no le quedaba otro remedio que precipitarse hacia delante… literalmente.

Decidio no desnudarla, intentar quitarle la ropa a esas alturas era poco practico. Le subio la falda y las enaguas con un movimiento rapido de la mano, se puso de pie y se coloco entre sus piernas con un refinamiento adquirido en infinidad de tocadores durante un sinfin de anos.

A traves de la bruma febril de su deseo en celo, ella abrio de repente los ojos y ahi estaba el, descansando suavemente entre sus muslos… ancho de espaldas, musculos poderosos, esbeltez de extremidades largas y belleza morena.

– Iremos despacio -murmuro, con una sonrisa de complicidad que la desarmo por su dulzura-. Detengame cuando quiera -anadio aquella trivialidad, y sin estar seguro de si seria capaz, pronuncio aquel lugar comun.

Nego con la cabeza, sin decir palabra… apenas podia respirar. Cerraba los ojos, luchaba contra la histeria que amenazaba con abrumarla, su cuerpo ardia en llamas, con todos los nervios al rojo vivo y a punto de estallar, con los sentidos cayendo en alguna inconsciencia torrida.

– No te hare dano -susurro Darley, tratando de apaciguarla, desconcertado por la virgen temblorosa que se estremecia entre sus brazos-. Respira profundamente, mi amor. Relajate.

Sus ojos se abrieron repentinamente, las palabras pronunciadas por Darley fueron un balsamo instantaneo para sus violentas emociones.

– Gracias -le dijo Elspeth con un hilo de voz, apaciguada por aquella voz grave y ronca, por su ecuanimidad. Tomo aire-. Estoy preparada.

Y porque sabia mejor que nadie que en la vida no hay nada seguro y que tal vez nunca mas volviera a gozar de un momento de pasion tan glorioso como aquel, miro hacia arriba para contemplar a Darley con los ojos abiertos, muy abiertos.

El se encontro con aquel azul intenso de sus ojos, ligeramente molestos. Luego ella le dijo: -Quiero recordar cada detalle.

Y lo comprendio.

Incluso lo mas inexplicable, se dio cuenta de que esa aventura era algo totalmente singular para el tambien. Lady Grafton no era solo una seduccion mas, aunque el porque aun no estaba claro. Para el era fundamental hacer que su primera experiencia sexual fuera lo mas agradable posible.

No era tarea imposible para un hombre cuyo talento sexual era legendario.

Aunque, lamentablemente, en lo que a mujeres virgenes se refiere, era tan novato como ella. Impelido por un apremio sexual tal vez mas voraz que el de companera -nunca antes habia tenido que reprimir su deseo durante tanto tiempo-, hizo caso omiso de cualquier otra especulacion sobre preparativos y, en su lugar, guio la cabeza de su ereccion hasta la hendidura cremosa.

Solo para encontrarse con un impasse.

Ella se estremecio mientras le presionaba el himen.

Blasfemo en voz baja, Darley se retiro lentamente.

– No pares -le dijo ella con la respiracion entrecortada-. Por favor, no pares.

– Deberia -mascullo, indeciso.

– ?No! -exclamo aferrandose a sus hombros-. Haz ahora lo que…

Recurriendo a la sorpresa, se precipito hacia delante en medio de su frase, abriendose paso por la fuerza a traves del fragil tejido, empujando hacia dentro con rapidez, para descansar un milisegundo despues en su pasaje, caliente y sin mancillar.

Ella temblo, de sus ojos brotaron unas lagrimas.

– Lo siento, de verdad que lo siento -le susurro, se sentia como un bruto. Pero no se movio.

– Al menos ya ha pasado -murmuro ella con voz temblorosa-. Y me alegro de que fueras tu.

No supo que decir. Supuso que deberia sentirse agradecido, aunque para el era un honor dudoso.

– Pronto te sentiras mejor -le dijo, sin que le viniera a la cabeza una respuesta menos amanerada en una circunstancia tan incomoda-. O por lo menos espero que asi sea -anadio con una pequena sonrisa.

– Yo mas que tu -bromeo suavemente.

Aquel comentario le produjo satisfaccion, le auguraba tiempos mejores.

– No hay prisa -murmuro el, permaneciendo inmovil dentro de ella-. Estoy dispuesto a esperar lo que haga falta.

– Ahora que estas… -y contoneo las caderas un poco-… aqui.

– Te recomiendo que no lo vuelvas a hacer a menos que no sea lo que quieres. He esperado dos dias a que ocurriera esto -le dijo con una sonrisa.

– Y yo veintiseis anos -respondio con un resoplido.

– Entonces debo ser paciente -sonrio abiertamente.

Todo el estaba caliente, poderoso, masculino y no solo estaba felizmente cerca sino que, en ese momento, era parte de ella, penso con dicha, recorriendo con las manos su espalda, reposando las palmas en la base de su columna, sintiendo como si el paraiso estuviera a su alcance.

– Tengo la sensacion de que no falta mucho -ronroneo ella, al notar que unos pequenos temblores acalorados comenzaban a provocarse en su interior.

El tambien los sintio, las ondas ascendian rapidamente a traves de su miembro, duro como una roca, un liquido caliente y disuelto banaba su longitud rampante y la respiracion de ella cogio el ritmo conocido de la excitacion.

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