– Deberia haberme llamado, senor -resollo el hombre, al verle el cuello de la camisa abierto de manera informal con expresion afligida.

– A mis padres no les importa como vista. ?Esta lista mi montura? ?Donde guardas los guantes?

– Aqui, mi senor. -El ayudante de camara saco un par de guantes de montar de una comoda y se los entrego a Darley.

Julius, volviendose hacia Amanda que le observaba con una atencion inusual, hizo caso omiso a su mirada inquisitiva.

– Gracias, querida, por estas encantadoras vacaciones. Ned se ocupara de todo lo que necesites. Au revoir. -Con una reverencia, Julius se dio media vuelta, poniendose los guantes mientras salia de la habitacion.

La voz de Julius no habia sonado como la de un hombre que fuera a volver pronto. Ni se parecia a un hombre que se hubiera vestido asi de deprisa solo para ir a ver a sus padres. La nota de su madre todavia reposaba sobre la mesa, donde la habia dejado. Obviamente, el contenido no era confidencial, puesto que la habia dejado a la vista. O asi pensaba mientras se levantaba de la cama, se acerco hasta ella y la cogio.

El nombre de Lady Grafton salto del papel.

Amanda, a medida que seguia leyendo, fruncia el ceno.

Asi que la jovenzuela estaba en Londres… y, misteriosamente, en Westerlands House, y lo mas extrano era que habian mandado avisar a Julius.

La pregunta candente era: ?por que?

No se habia creido el cuento del hermano enfermo ni por un segundo. Aunque era sumamente ingenioso por parte de la dama congraciarse por sus propios medios con los padres de Darley.

Si fuera una mujer apostadora -que lo era-, estaria tentada a apostar contra Darley esta vez. La pequena bruja habia venido a Londres sola, por supuesto con una historia admirable bajo el brazo para embaucar a la familia de Julius… y el toque maestro era la clara aseveracion de que se quedaba en la ciudad solo una noche.

Tempus fugit.

Ahora o nunca.

?Que cebo maravilloso!

* * *

Capitulo 22

Langford quedaba a las afueras de la ciudad. La distancia hasta Westerlands House era un recorrido facil y a caballo se llegaba rapido… sobre todo si se era un hombre con prisas.

En particular, cuando se montaba un caballo de primera calidad, entrenado para correr.

En particular, cuando el jinete estaba concentrado en la dama que le esperaba al final del viaje.

El marques se dijo que aquel exagerado interes por ver a Elspeth era el resultado del aburrimiento que habia experimentado recientemente… a pesar de los entretenimientos sexuales con Amanda. Sin mencionar que la presencia de Elspeth en casa de sus padres era una escena demasiado intrigante para perdersela. No admitio que pudiera querer verla de nuevo porque habia pensado constantemente en ella desde Newmarket. Admitirlo hubiera provocado la anarquia en su vida, una vida consagrada a los amores casuales.

En su lugar, lo asocio a la teoria de que era sexo y solo sexo lo que le empujaba.

Simplemente queria hacer el amor a la seductora y joven esposa con la que habia jugado en Newmarket. Puesto que partiria por la manana, cabalgaba hacia Londres para gozar de su dulce pasion antes de que fuera demasiado tarde.

Era una explicacion perfectamente razonable.

Despues de la cena, el pequeno grupo de Westerlands House se retiro a la sala de estar para tomar el te. Como se hizo tarde, dieron un beso de buenas noches a los ninos, los enviaron a la cama, y la conversacion giro en torno a diversos contactos del duque que podrian proporcionarle una buena embarcacion a Elspeth por la manana.

– El almirante Windom nos echara una mano, estoy seguro -comento el duque.

– O el comodoro Hathaway -sugirio la duquesa-, ?no esta al cargo de la flota del Mediterraneo?

– No nos olvidemos del buen amigo de Harold, Bedesford -propuso Betsy-. Fue comisionado de uno de los sultanes, aunque sin duda hay unos cuantos sultanes. Pero su experiencia, hasta cierto punto, puede ser de utilidad.

– Por la manana haremos que mi secretario se encargue de todo -el duque sonrio a Elspeth-. No podemos permitir que se embarque en un navio mercantil poco armado en unas aguas infestadas de piratas. Un buque con artilleria pesada… eso es lo que necesita.

Elspeth sintio como si de pronto hubiera ido a parar a un pequeno paraiso terrenal confortable, donde sus preocupaciones fueran de vital importancia, la compania era afectuosa, y unos anfitriones con apariencia de angeles atendian todos y cada uno de sus caprichos. Si el duque no hubiera carraspeado de vez en cuando como lo hacia su padre, habria pensado que realmente estaba en un sueno.

No habia duda de donde procedia el encanto cautivador de Darley. Sus padres eran encantadores, su madre… afectuosa y natural, au courant de todos los dimes y diretes de la alta sociedad, siempre dispuesta a hablar de infinidad de temas. En cuanto a su padre, reunia todas las caracteristicas que un duque debia tener y todo lo que la familia real no tenia: inteligencia, autoridad, era un aristocrata hasta la medula y ademas una fuente de sentido comun. Su sonrisa tambien se parecia mucho a la de Julius.

– Creo que una copa de Madeira nos sentara fenomenal -anuncio la duquesa, dejando la taza de te-. Betsy, llama a un criado.

– El Machico del 74 -ordeno el duque.

Antes de que Betsy diera mas de dos pasos, la puerta alta y dorada de dos batientes se abrio de sopeton y Darley entro con sus botas y espuelas, dejando una estela de la fragancia de las noches veraniegas.

– Lo siento, llego tarde -distinguio a Elspeth con una sonrisa-. Es un placer verla de nuevo, Lady Grafton.

– Para mi tambien lo es, Lord Darley. -Elspeth se sorprendio de que su voz sonara tan normal, cuando tenia enfrente al que habia sido objeto de sus suenos durante las ultimas semanas.

– Por lo visto, has venido a caballo -dijo su madre, observando su cabello revuelto por el viento y las botas polvorientas-. ?Has cenado?

Si se tenia en cuenta la petaca de brandy que se habia trincado durante el camino, si, habia cenado.

– No tengo hambre, maman -comenzo a quitarse los guantes, cuando lo que hubiera preferido era arrancar a Elspeth de la silla, llevarla arriba, hacerle el amor en la habitacion mas cercana y acabar con ello cuanto antes. No era una opcion razonable, por supuesto. Entrego la fusta y los guantes al mayordomo, que aparecio a su lado, anticipandose a el.

– Un brandy -murmuro-. Trae la botella.

– Ibamos a abrir un Madeira -le ofrecio la duquesa.

– Entonces Madeira tambien -acepto, despachando al criado con una inclinacion de cabeza.

– Madeira del 74 -grito el duque al criado que se retiraba. Le ofrecio un asiento a Darley a su lado con un ademan-. ?Que te trae por la ciudad? -le pregunto con indolencia, aunque la mirada fija de su hijo hacia la invitada, ruborizada, era respuesta mas que suficiente.

– La nota de mama, por supuesto -contesto Darley, con tanta suavidad como su padre, aceptando el asiento dado que le ofrecia una vista ideal de Elspeth-. Lo siento. No he llegado a tiempo para la cena.

– Haremos que te traigan algo -se ofrecio su madre.

El sonrio.

– No es necesario, maman -aunque mas le valdria a Elspeth una comida, penso Darley. Se veia mas delgada. ?Acaso eso anulaba cualquier preocupacion sobre un embarazo o era demasiado pronto para decirlo? No es que no fuera un tema importante para el. Ese era, sobre todo, un mundo de hombres, y los embarazos merecian poca atencion.

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