su mundo de correccion.
– Es una pena, entonces, no haberla conocido antes -comento galantemente.
– ?Y que hubiera hecho exactamente? Le ruego que me conteste, ?casarse conmigo? -su voz era suave, burlona, tal vez como compensacion a su misera posicion.
No hubo respuesta, por supuesto, el matrimonio era una idea abominable para el.
– No hace falta que se muestre tan animada cuando yo me siento desolado -le dijo de modo encantador.
– Con todas esas mujeres persiguiendole anoche, estoy segura de que no tendra ningun problema para amainar su desolacion -le reprendio utilizando una entonacion picara que disimulaba la envidia que sentia por aquel grupo de mujeres modernas.
– Me alegra que lo encuentre tan divertido. -La pequena descarada flirteaba, ?acaso Julius podia ser optimista?
– Le ruego que me absuelva, ya que tiene todo un haren a su disposicion.
Julius, sin hacer caso a ese comentario acerca del haren, le dijo en su lugar:
– Cabe la posibilidad de que cambie de parecer…
– No puedo -le dijo con un leve suspiro.
– ?La vigila? -Aunque el tambien lo haria, con una mujer como ella… bella, virginal, con un cuerpo hecho para el placer.
– Si -le respondio con un mohin-. Como sabe, un marido tiene un control importante sobre su mujer, por costumbre y por ley… en especial cuando la mujer no tiene un centavo.
Como iba a discutirlo. Ano tras ano, jovenes damas eran llevadas a Londres con el unico proposito de que consiguieran un buen partido. El amor
– Si pudiese ayudarla con algun fondo adicional, estaria encantado de servirla -le propuso con finura y cortesia.
– ?Por Dios, no!
– Seria mas que feliz de poder ayudarla.
– No estaba negociando, Darley.
La mirada de Elspeth se torno fria. Por lo visto no iba detras del dinero. Una lastima, tambien algo fuera de lo comun.
– No quise ofenderla. Solo que…
– ?Las mujeres van detras de su dinero?
Si alguien debia entender sobre economia y dormitorios, era ella, pero ahora no era el momento de debatir cuestiones de dependencia femenina cuando el, por lo visto, habia metido la pata.
–
Ella respiro, tranquila.
– Y yo a usted. No tenia derecho a sentirme ofendida. Por lo que respecta a principios sobre el dinero, no puedo apelar a la virtud.
– Tiene sus razones.
– Como tal vez las tengan sus amistades femeninas.
– Dudo que las suyas sean tan sacrificadas.
– No soy una santa, Darley. Fue pura necesidad.
– ?Seria posible que fueramos simplemente amigos, montar juntos en alguna ocasion? -ella le intrigaba… su franqueza, por encima de todo. No es que fuera inmune a sus exuberantes atributos, pero le habia picado la curiosidad. No mostraba ni pizca del timido pudor que se esperaria de la virginal hija de un vicario-. Modestia aparte, tengo los mejores purasangres de Inglaterra.
Ella le miro a traves de sus largas y espesas pestanas.
– No me estara diciendo en serio esa banalidad de ser amigos. Y aunque hablara en serio, no podria ser por Grafton y… -sonrio- no confio en mi si me quedara a solas con usted.
El sonrio, lleno de picardia.
– Eso me alienta.
– No debiera. Grafton esta muy sano. -Ante la atonita mirada de Darley, rectifico-. Quiero decir que no puedo plantearme mantener una relacion mientras todavia este casada.
– Lamento que sea una mujer de principios -le dijo con una sonrisa burlona-, no tengo mas remedio que aceptar la retirada. -Se inclino e hizo una reverencia respetuosa-. Gracias por el te.
Ella solto una risita.
– ?No le importa quedarse e intercambiar los cumplidos de rigor mientras tomamos unos
– No, cuando los dos estamos completamente vestidos -murmuro el, con una mirada de estupor.
– Al menos sus intenciones son claras. -Un mechon discolo del pelo oscuro de Julius se libero de la cinta de seda negra a la altura de su nuca. Se sentia tentada a tocarlo.
– Si -estuvo de acuerdo Julius-. Aunque lamento haber sido rechazado.
– No tengo otra alternativa. Lo siento.
– No tanto como yo -y con un guino picaro se dio la vuelta para marcharse.
–
Por un instante penso que habia imaginado ese torrente de palabras suspiradas. El, jugador innato, dio media vuelta.
– Yo tambien lo lamento, senor -anadio Elspeth suavemente, con el deseo patente en su mirada-. Y mi pesar no puede mitigarlo un haren.
Respiro hondo tratando de guardar la compostura; si ella queria un remedio para su pesar, el estaba dispuesto a complacerla. Aunque no estaba seguro de que un beso fuera un paliativo. Exhalando suavemente, dijo, tenso, con cierto comedimiento:
– No estoy seguro de poder contenerme si la beso. Permitame que rechace.
Ella no lo entendia. El estaba mucho mas alla de los besos.
– ?Y si no lo permito? ?Y si le beso yo a
– Lo haria bajo su propia responsabilidad.
Solo les separaban unos escasos centimetros, el estaba completamente quieto, ella, ruborizada, su respiracion irregular como si hubiera corrido una larga distancia.
– No es una buena idea, -Miro a traves de la ventana, no era la primera que vez que tenia amistades peligrosas-. Quiza pronto tengamos compania. -Tal vez Julius tenia conciencia, despues de todo.
– Sophie esta vigilando y a mi nunca me han besado -confeso Elspeth, las palabras salian en tropel, como si corrieran a pesar suyo-. Si se lo hubiera pedido a cualquiera, ya me habrian besado, por supuesto, y no deberia ser besada ahora… con veintiseis anos -anadio con la respiracion entrecortada.
?Decia la verdad? ?Veintiseis anos y nunca la habian besado? Las posibilidades libidinosas le endurecieron el sexo, su ereccion se levantaba con un frenesi incontenible. ?Podria penetrarla antes de que volviera la criada o su marido?, se pregunto Julius egoistamente. Aunque si nunca la habian besado, quiza su primera experiencia sexual deberia durar mas que los pocos minutos que tenian disponibles en aquel salon.
– ?Nunca? -le pregunto, como si aquella cuestion de matiz disipara su idea.
– Nunca -murmuro ella, acercandosele mas, diciendose a si misma que tal vez no se le volveria a presentar una oportunidad como aquella, de tener tan cerca a un hombre como aquel, tan magnifico, que podia morir siendo una anciana sin haber experimentado aquello, a el… El sabroso placer de besar a un hombre glorioso como Darley.
Julius le cogio los brazos a medida que se le acercaba, manteniendola a raya, sin estar seguro de poder lidiar con aquella ardiente inocencia. O mas exactamente, de manejar la situacion de un modo civilizado.