– ?No puede incorporar a un nino en sus importantes actividades? Pues peor para usted.

En ese momento aparecio Kylie con la maleta. Tammy se sento en el suelo y empezo a colocar las cosas sin soltar a Henry, como si estuviera acostumbrada.

?Tendria hijos?, se pregunto Marc. El detective le dijo que era soltera, pero…

No sabia nada de ella. Pero el nino se apoyaba en su pecho como si, por fin, hubiera encontrado a su familia.

Marc sintio algo raro, una emocion desconocida. Aquella mujer y el pertenecian a mundos opuestos, pero los valores que eran importantes para las mujeres que el conocia, no parecian serlo para Tammy.

Tenia que convencerla para que le diese el nino. Tenia que hacerlo. Pero ella se negaba.

La imposibilidad de la situacion empezaba a desesperarlo de tal forma que cerro los ojos un momento. Cuando los abrio, ella lo estaba mirando. -O sea, que esta metido en un buen lio, ?no? Por primera vez habia algo de simpatia en su voz. -Estoy metido en un buen lio -suspiro Marc. Tammy lo miro un momento en silencio y luego parecio tomar una decision.

– Deme un par de horas a solas con Henry y me quedare en el hotel esta noche. Y cuando se duerma podremos cenar juntos. ?De acuerdo?

Tenia que estar de acuerdo. Era lo unico que iba a conseguir

– Muy bien.

– Estupendo.

Despues de cerrar la maleta, Tammy miro la carta dirigida a ella. Pero en lugar de abrirla la guardo en la mochila.

– Puede quedarse en la suite -dijo Marc-. Esta pagada hasta final de mes.

– No voy a quedarme en esta suite. Y tengo dinero para pagar una habitacion, no se preocupe -replico ella-. No me gusta depender de nadie, Alteza. Nos veremos a las siete.

A medida que se acercaba la hora, Tammy se sentia mas confusa que nunca.

?Confusa? Eso era decir poco. Se sentia furiosa, dolida, triste…

Pero debajo de todo eso estaba Henry. Lo mas importante era el, se dijo. Habia pedido una habitacion sencilla, no tan aparatosa como la suite, y estaba sentada en el suelo, intentando hacerle sonreir

El la miraba con sus ojos enormes como miraba la ventana, algo que se aprecia con cierto interes pero sin la menor emocion.

Tammy pidio un pure de manzana al servicio de habitaciones y, cuando iba a darselo, el nino abrio la boca como un pajarito. Evidentemente, estaba acostumbrado a que le dieran de comer… pero no estaba acostumbrado a jugar. Tammy hacia el avion con la cucharilla y el la miraba como si lo estuviera traicionando.

– Tienes que buscar el avion con la boca… Brrrr-rruuuuuuuuummmmm, ?ves asi?

Hacia circulos con la cucharilla, riendo, y Henry la miraba como si fuera la criatura mas misteriosa que habia visto nunca.

– Vamos a hacerlo otra vez.

Y en el quinto circulo…

Los ojos de Henry se iluminaron y una sonrisa ilumino su rostro.

Tammy estuvo a punto de ponerse a llorar otra vez.

Iba a funcionar, se dijo. No sabia muy bien como porque su mundo estaba patas arriba, pero tenia que funcionar. De una cosa estaba segura: donde fuera ella, iria Henry.

Cuando por fin se quedo dormido lo metio en el moises. No tenia juguetes, no habia un solo juguete entre todas sus cosas. Era increible.

Y cuando lo vio, dormidito, no podia apartar los ojos de el.

Pero eran las seis y media. Con desgana, se ducho y se puso unos vaqueros limpios y una camiseta, lo unico que llevaba en la mochila, y se sento a esperar a Marc.

Y a leer la carta.

Era de Lara. Escrita cuatro meses antes y guardada en una maleta.

Y era importante.

Tammy estaba leyendo la carta por enesima vez cuando un golpecito en la puerta anuncio la llegada de Marc.

Por un momento penso en no abrir, pero entonces… El la habia llevado al hotel, el habia pagado la ninera. Si no fuera por Marc, no se habria enterado de la existencia de su sobrino. La carta podria haberse quedado alli, sin abrir, para siempre.

Y el destino de Henry… no queria ni pensarlo.

Tammy abrio la puerta y al ver al hombre que habia al otro lado se quedo de piedra.

Su Alteza Real, el principe regente de Broitenburg con uniforme era una cosa, pero Marc con unos pantalones y una sencilla camisa era… como para tragar saliva.

Iba un poco despeinado y sus ojos grises estaban llenos de humor.

A Tammy le dieron ganas de dar un paso atras. O quiza de dar un paso adelante, pero no iba a hacerlo.

– ?Henry esta dormido?

– Si. Pase.

– Gracias. He traido algo para el -dijo Marc, mostrandole un oso de peluche.

– ?Como sabia que eso es precisamente lo que necesita?

– No soy insensible, senorita Dexter. Aunque usted lo crea.

– Muchas gracias -murmuro Tammy, tomando el osito. Era precioso, de una lana muy suave, perfecto para un nino tan pequeno. Tenia una sonrisa simpatiquisima y, por primera vez en mucho tiempo, le entraron ganas de sonreir.

– ?Donde lo ha encontrado?

– En la vigesimo cuarta tienda de juguetes -contesto Marc-. O a lo mejor no fueron tantas, pero no me lo ha parecido. ?Sabe que hay cientos de modelos de ositos de peluche?

– Claro que si -sonrio Tammy, dejando el osito en el moises del nino-. Es precioso, gracias. Marc miro alrededor.

– Esta habitacion es muy pequena. Yo dije en recepcion que le dieran una suite…

– Y yo les dije que queria una habitacion sencilla. Me gusta mas. -Pero si pago yo…

– No. Ya le dije que prefiero pagar mis cosas. El la miro como si nunca hubiera conocido a nadie asi. Y Tammy levanto la barbilla con gesto desafiante.

Marc sonrio. El principe Marc de Broitenburg parecia divertido. Los campesinos se rebelaban y al principe le divertia el asunto.

– Podriamos llamar a la ninera del hotel y bajar al restaurante.

– No pienso dejar a Henry -contesto Tammy con firmeza.

Marc dejo de sonreir. Estaba muy bien que los campesinos se rebelaran, pero siempre que no interfiriesen con los planes de la realeza, claro. -El restaurante seria mas comodo. -No.

– Senorita Dexter…

– No va a llevarselo -lo interrumpio ella-. Me da igual quien sea usted y me da igual los ositos que le haya comprado. Henry se queda conmigo. -Es imperativo que vuelva a su pais.

– Es imperativo que se quede conmigo. Tiene diez meses y nadie lo ha querido.

– Yo puedo darle los mejores cuidados -insistio Marc.

– No lo entiende, ?verdad? No se puede comprar amor para un nino. Yo no tengo su dinero, pero…

Pero el no la estaba escuchando.

– Mire, si es una cuestion de dinero…

– No lo es.

– Soy muy rico, senorita Dexter. Y puedo garantizarle que Henry estara bien cuidado, que tendra los mejores pediatras, los mejores psicologos. Ademas, puedo darle esto -dijo Marc, sacando un papel del bolsillo.

Era un cheque. Tammy lo miro, perpleja. ?Cuantos ceros tenia? No habia visto nunca una cantidad semejante.

Pero eso la puso furiosa. Penso en la carta que acababa de leer y sintio una rabia inmensa. Dinero. Eso era todo. Henry no era mas que el resultado de un deseo de riquezas y posicion.

– Podria retirarse con lo que le estoy ofreciendo. Podria vivir en hoteles como este. No tendria que volver a

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