– Ojala pudiera verme Jodie.

A su secretaria le habria encantado. ?Y Marcia? A Marcia le impresionaria todo aquello, seguro. Pero era en Jodie en quien pensaba. En Jodie lanzando un silbido de admiracion.

Su secretaria se reia tanto como Susie. Susie y Jodie…

Dos mujeres extranas en su vida. Pero Jodie ya no era parte de su vida. Ahora estaba reconstruyendo coros o algo asi en Nueva Inglaterra… con Nick. Ridiculo. ?Como iba a ganar dinero haciendo eso?

Y Susie. En unas semanas, Susie no seria mas que un recuerdo. Y el estaria de nuevo con Marcia. En Nueva York.

Que era lo que queria.

– ?Gachas! -oyo un grito desde el piso de abajo-. En la mesa. Ahora mismo.

– ?Tostadas! -grito el, abriendo la puerta-. ?He dicho que queria tostadas!

– ?La tradicion te obliga a comer gachas por lo menos hoy!

Hamish bajo a la cocina y entro en ella como una tromba.

– ?Quiero tostadas!

– ?Hamish! Se volveran locas por ti -exclamo Susie.

– ?Quien?

– Las senoras de Dolphin Bay -contesto ella-. Estas guapisimo. ?Llevas todo en el sitio adecuado?

– Eso creo -contesto el, tragando saliva.

– ?Y llevas el atuendo apropiado… debajo?

– Mejor no hablamos de eso.

– Da igual. Nunca habia visto un heroe escoces mas impresionante. Y eso que he visto Braveheart.

– Imagino que a Braveheart se le daria mejor que a mi usar una espada. En fin, ?donde estan mis tostadas?

– Pues veras… he quemado dos. Estaba distraida pensando en Angus… y en Priscilla.

– ?Priscilla?

– La calabaza de Angus. Hoy va a ganar el concurso, seguro. Es la calabaza mas grande. He traido un grupo de hombres del pueblo para que la suban a la furgoneta. Venga, comete las gachas.

Fue una experiencia extracorporea.

Primero, la feria en si misma, situada entre dos colinas con el pueblo a un lado y el mar al otro. Y luego la gente mirandolo…

– Cuidado con Priscilla, Cameron -le advirtio Susie a uno de los hombres-. Si la aranas, te mato. Tiene que estar impoluta para ganar el concurso.

– No te preocupes, Susie, la trataremos como si fuera de cristal.

– Eso espero. Venga, Hamish, vamos al escenario.

– ?De verdad tengo que hacerlo?

– Pues claro que si -contesto ella, irritada-. Todo el mundo hace su papel aqui. Y tu papel es ser el lord de la comunidad. Hamish Douglas, te guste o no, tienes que hacerlo.

El discurso fue asombroso. Bueno, lo primero que fue asombroso fue que no se quedara sordo con el sonido de las gaitas. Pero si Angus habia hecho aquello durante cuarenta anos, tambien podia hacerlo el, se dijo.

Un discurso. Tenia que soltar un discurso. No el que usaria para celebrar la fusion de dos empresas sino algo, que Dios lo ayudase, que tuviera cierta emocion.

Solo una vez.

Hamish trago saliva pero, por fin, se le ocurrieron unas palabras:

– Se que no puedo ocupar el sitio de mi tio Angus -empezo a decir cuando la multitud quedo en silencio-. Pero la familia Douglas ha tenido una conexion especial con este pueblo durante cuarenta anos y puedo aseguraros que esa conexion no morira nunca. Mientras el castillo de Loganaich permanezca en pie, recordaremos el lazo que existe entre el pueblo y el castillo. Recordaremos la amistad, el carino, los buenos y los malos tiempos. La muerte de lord Angus fue muy triste, pero vivio una vida plena con su querida Deirdre, los dos rodeados del carino de Dolphin Bay. Angus diria que la vida tiene que continuar y, por lo tanto, que todo el mundo disfrute de la feria anual. Yo, Hamish Douglas, baron de Loganaich, declaro inaugurada la feria anual de la cosecha de Dolphin Bay. Y espero que prueben la maravillosa calabaza Priscilla… para que no tenga que comer pastel de calabaza durante el resto de mi vida.

El publico aplaudio, encantado. Y tambien el estaba contento. Era completamente absurdo. Como si aquello lo estuviera haciendo alguien que no fuese el, Hamish Douglas, el serio financiero de Nueva York.

Pero le resultaba increiblemente divertido.

– Hamish, has estado estupendo -lo felicito Susie, con lagrimas en los ojos.

– Gracias, pero no hay necesidad de llorar.

La sonrisa habia desaparecido de sus labios.

Las lagrimas de Susie lo habian devuelto a la realidad. Llorar en una situacion asi era algo ridiculo. Ademas, Susie le estaba contagiando esa absurda emocion.

?No!

– ?Empieza el concurso de calabazas! -grito alguien.

– Oh, Priscilla -dijo Susie. Sus lagrimas desaparecieron al instante-. Harriet, ?puedes quedarte con Rose un momento?

– Si, claro -contesto la encargada de la oficina de correos.

– Vamos, Hamish. Tenemos una cita con el destino -sonrio Susie.

Su calabaza gano el concurso. Era inevitable.

Era la calabaza mas grande que nadie hubiera visto jamas. Y le dieron un trofeo y un certificado para que fuese oficial. El segundo premio se lo llevo un anciano que no parecia muy disgustado por haber perdido.

O quiza si. Porque cuando le dieron el trofeo a Susie, el hombre volvio la cara y Hamish pudo ver una lagrima rodando por su rostro.

?Mas lagrimas!

– Su tio era un gran hombre, pero sabia que este ano iba a ganarme. Sabia que era el ganador. Espero que este en el infierno, pero lo echo de menos -le confeso el anciano.

Mas emociones. ?Que le pasaba a la gente de Dolphin Bay?

– ?Tia Susie, tia Susie! -oyo unos gritos entonces. Eran dos ninas con coletas que corrian alegremente hacia ellos. Dos ninas de unos cinco anos, las dos con la cara manchada de chocolate.

– ?Tia Susie, mama tiene un bebe para ti!

– ?Un bebe? -el rostro de Susie se ilumino -?Lo sabia, lo sabia!

– ?Que ocurre? -pregunto Hamish.

– Esta embarazada. Mi hermana esta embarazada.

– ?Susie!

Susie se abrazo a una mujer que era exactamente igual que ella. Pero esa mujer no estaba llorando. Afortunadamente.

– Hola, supongo que tu eres Kirsty.

– Si -sonrio ella-. Y tu eres Hamish Douglas, claro. Este es mi marido, Jake.

– Encantado.

– ?Has ganado, Susie! -exclamo Kirsty despues de las presentaciones, volviendose hacia su hermana.

– Desde luego que si. Angus sabia que este ano ibamos a ganar. Ya te conte que habia entrado en el huerto de Ben por la noche. Yo creo que Angus murio muy tranquilo y ahora nos estara viendo desde donde este…

Hamish levanto los ojos al cielo.

– No llores, Susie -dijo su hermana.

– No quiero llorar, pero es que estoy tan feliz.

– No me extrana. ?La calabaza es gigantesca!

Susie recordo entonces que le habian dicho las ninas.

– ?Kirsty, estas embarazada!

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