Hamish alargo una mano para estrechar la suya. Y enseguida hizo una mueca de dolor.

– ?Ay!

– ?Que pasa?

– Que tengo ampollas de cortar troncos. ?Que dolor!

– Pobrecito… ?no te has puesto ninguna pomada?

– No… bueno, no es para tanto.

– ?A que esperas, a que se te caigan las manos?

– A un lord no se le caen las manos.

– Pero si tienes una astilla clavada -dijo Susie entonces, inspeccionando sus manos de cerca-. Y aqui otra. Seras tonto… tengo que llamar a Kirsty.

– ?Para que?

– Necesitas atencion medica.

– No, no. Voy a lavarme las manos y… me pondre talco o algo asi.

– Eso no solucionara nada.

– Si sigues poniendo esa cara de susto, me echare a llorar -la amenazo Hamish.

– ?De verdad?

– No.

– Aunque entenderia que lo hicieras.

– Yo no. Tengo aversion a ese pasatiempo.

– Pues entonces no te acerques a mi. Yo lloro mucho. Con solo mirarte las manos me dan ganas de llorar. Eres un heroe.

– ?Un heroe?

– Cortar troncos con esas manos de corredor de Bolsa…

– Oye, que no son tan finas.

– Pero las tienes destrozadas…

– Por favor, no llores -dijo Hamish entonces. Parecia tan asustado que Susie lo miro, sorprendida.

– No estoy llorando. Sientate, anda.

– ?Que?

– Que te sientes. Voy a limpiartelas con un antiseptico… o con alcohol de quemar. Y entonces veremos que clase de hombre eres. Que no lloras, ?eh? El antiseptico en estas heridas escuece muchisimo. El antiseptico haria que una cebolla se pusiera a llorar, desesperada.

Hamish se dejo caer sobre una mecedora mientras ella metia una de sus manos en un bol de agua jabonosa y examinaba la otra atentamente para quitarle las astillas.

– Deberia darte una cinta de cuero para que la mordieras.

– No creo que sea para tanto.

– Estoy intentando no hacerte dano, que conste.

– No me haces dano -dijo Hamish en voz baja.

– Hablame de tu trabajo -sonrio Susie, volviendo a concentrarse en las astillas.

– ?De mi trabajo?

– En Manhattan. ?Te gusta lo que haces?

– Si.

?De verdad le gustaba? Ya no estaba tan seguro.

– Estoy intentando imaginar por que. A mi me encanta plantar cosas y ver como crecen. ?A ti te emociona invertir dinero?

– En realidad, mi trabajo consiste en averiguar lo que va a valer el dinero en el futuro y comprar y vender, partiendo de esa base.

– Asi que compras y vendes dinero. Me parece un poco raro, pero si a ti te hace feliz…

?Le hacia feliz? Hamish no lo habia pensado nunca. Eso de la felicidad le resultaba un concepto extrano.

?Y que habria hecho Marcia al ver esas ampollas?, se pregunto entonces. Claro que no tendria ampollas de haber estado con Marcia. Estando con ella, el mayor riesgo era un esguince de muneca por usar el ordenador.

Algo lamio su pierna entonces y Hamish miro hacia abajo, sorprendido.

El cachorro.

– Se llama Taffy, por cierto -dijo Susie-. Y si se ha despertado, sera mejor que lo saque al jardin. Hamish, no toques nada, vuelvo enseguida.

Un segundo despues habia salido de la cocina.

«No toques nada».

Hamish se quedo sentado, con la mente en blanco, sin pensar en nada. Era una sensacion extraordinaria, nueva para el.

Siempre habia tantas cosas que hacer, tantos problemas que solucionar, tantos informes que leer, constantes analisis del mercado… Su ordenador estaba arriba, en el dormitorio. Lo habia conectado brevemente por la manana para echar un vistazo a su correo, pero no encontro nada demasiado importante. Quiza deberia subir… Pero eran las nueve de la noche en Australia, las cinco de la manana en Nueva York. Ahora mismo no estaria pasando nada.

Aunque el mercado japones estaria abierto. El yen estaba un poco temblon cuando se habia ido de Nueva York. No estaria mal echar un vistazo y…

Susie estaba en el jardin. Con Taffy.

Desde donde estaba podia oir el mar. Podia oler.

Ella le habia dicho que no se moviera, de modo que no se movio. No mucho. Solo se acerco a la puerta de la cocina y la observo mientras le ensenaba a Taffy lo que se esperaba de el.

Como si el perro pudiera entender.

– No hay prisa -le estaba diciendo-. Entiendo que todo esto te resulte un poco extrano, pero pronto te acostumbraras. Rose y yo siempre estaremos contigo, asi que no tienes que preocuparte. Nunca estaras solo.

?Y el Dow Jones?, penso Hamish, mirando su reloj. El siempre tenia que preocuparse del Dow Jones.

Pero quiza no. Quiza preocuparse por indices de mercado alli era… ridiculo.

Susie estaba de rodillas sobre la hierba y el cachorro se habia tumbado de espaldas para que le rascase la barriguita.

?Como iba a cuidar de su hija y del perro estando sola?, se pregunto Hamish. Deberia estar preocupandose de eso en aquel mismo instante y no rascandole la barriga a un perro.

Marcia habria devuelto el cachorro sin dudarlo. En cuanto a la nina… ?Marcia vigilando el sueno de un bebe? ?Marcia teniendo un bebe?

La idea le parecio tan ridicula que tuvo que sonreir. Y Susie se volvio hacia el en ese momento.

– ?Que pasa?

– Nada.

– ?Te estabas riendo de mi?

– No, no. Me estaba riendo del cachorro -respondio Hamish-. Por cierto, creo que Rose se ha despertado.

– Ah, que bien. Imagino que tendra hambre. Pero antes tienes que hacer lo que tienes que hacer Taffy. Venga, no me decepciones.

El cachorro miro a su nueva amiga con adoracion, moviendo la cola.

– Quedate aqui un momento mientras voy a buscar a Rose -le ordeno Susie entonces. Hamish asintio y levanto un pie para evitar que Taffy la siguiera. El cachorro lanzo un aullido de pena. Los dos lo miraron. Taffy abrio la boca y volvio a lanzar un aullido lastimero.

– Dios mio, ?donde me he metido?

– Devuelvelo.

– ?Que?

– No tienes por que quedartelo.

Susie tomo a Taffy en brazos, ofendida.

Вы читаете El Castillo del Amor
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату