– ?Como que no? Mira que decir eso delante de el. A mi me encantan sus aullidos, son muy bonitos. Y muy originales. Ademas, ahora es parte de mi familia.

– Un perro no es de la familia…

– Claro que si. ?Te importaria ir a buscar a Rose?

– ?Sacarla del moises?

– Si, ese es el plan.

– ?Quieres que la tome en brazos?

– Veo que los barones sois muy valientes -bromeo Susie-. Si la tomas por las axilas, ni siquiera te doleran las ampollas.

– Yo no puedo levantar a un nino…

– No seas ridiculo. Vamos, traemela.

Hamish entro en la casa y, siguiendo la pista de los gritos indignados de Rose, llego hasta el dormitorio. Y se quedo helado.

La cama era tan grande como la de su habitacion, con montones de edredones y montones de almohadas. Era una cama asombrosa.

Y las paredes…

Susie habia quitado las horribles lamparas de la tia Deirdre y habia colocado cuadros. No grandes obras de arte, pero si cuadros muy atractivos y que pegaban mucho en aquella habitacion. Ademas, habia fotografias de Susie de nina, de un hombre que debia ser Rory… una pareja enamorada. Hamish los miro, sonriendose el uno al otro y sintio algo…

«No mires», se dijo a si mismo.

Entonces penso en su apartamento en Manhattan, amueblado por un famoso decorador que daria un paso atras, horrorizado, si viera aquello.

Un grito de indignacion lo devolvio al presente.

Era Rose, que levantaba los bracitos hacia el.

– Hola -murmuro.

Podia hacerlo. Podia tomarla por las axilas y llevarla asi hasta la cocina. No podia ser tan dificil.

– Pana -dijo la nina.

No, eso no. El no sabia cambiar panales.

– Pana -insistio Rose.

Muy bien. Era un baron, un lord. Y los barones eran unos valientes.

– ?Donde estan tus panales?

La nina estaba senalando hacia una mesa.

– Ah, muy bien -murmuro el, dejandola sobre la cama, donde la nina practicamente desaparecio entre los edredones.

La cama olia como Susie.

La habitacion olia como Susie.

Hamish Douglas, corredor de Bolsa en Manhattan, noveno lord de Loganaich, se dispuso a cambiar un panal por primera vez en su vida. Y no lo hizo mal. Pero no fue facil.

– Ha sido como subir al Anapuma -murmuro para si mismo, sudando.

Susie estaba sentada en un banco del jardin, esperando que el cachorro se dignase a hacer lo que tenia que hacer, cuando Hamish le entrego a su hija.

– ?Quieres sentarte un rato?

?Sentarse? ?Para que?

– No, quiza deberia seguir cavando…

– Si, justo lo que te hace falta ahora mismo -sonrio Susie.

– Los barones somos muy valientes.

– Dejate de tonterias y sientate un rato conmigo.

Hamish obedecio. Curiosamente, le resultaba muy facil obedecer a aquella mujer.

– Gracias por lo de hoy. Has hecho feliz a mucha gente.

– ?Por ensenar las rodillas?

– No, en serio. Lo has hecho muy bien -insistio ella. Y entonces giro la cabeza para darle un beso. Apenas un roce. Para darle las gracias.

Pero no fue eso exactamente.

La gente se besaba todo el tiempo, penso Hamish. Se besaban para saludarse, para decirse adios o, como en aquel momento, para dar las gracias. No significaba nada. No habia ninguna razon para pensar que acababa de recibir una descarga de cuarenta mil voltios.

?Seria porque Susie no se parecia absolutamente nada a las mujeres con las que el habia salido siempre? No tenia nada que ver con Marcia. Con los pantalones cortos y la camiseta no deberia resultar excesivamente atractiva o erotica, pero olia… y era…

Suave y deliciosa y absoluta, imperativamente deseable.

Pero debia ser consecuencia de aquel dia tan raro, se dijo. Habia sido un dia diferente para el. Seguramente habria miles de mujeres como ella.

– Hamish, tranquilo, no voy a violarte.

– No, ya, es que… estoy prometido con Marcia.

– Eso ya lo se -respondio Susie, con cierta aspereza-. No pensaras que estoy loca por ti solo porque soy viuda.

– No…

– Si lo piensas. Si alguna colega tuya te hubiera dado un beso de despedida, por ejemplo, ?que habrias pensado?

– Nada.

– Pero como yo soy una viuda, tienes que recordarme que estas prometido. Por si acaso.

– No, yo…

– Pues te aseguro que no tienes nada que temer. ?Crees que soy tonta? No me habias dicho que Marcia venia hasta que la gente del pueblo ha empezado a mirarnos como si fueramos una pareja. Entonces se te ha puesto la cara de un conejo cegado por las luces de un coche. ?Crees que no me he dado cuenta?

– Oye, que yo no…

– Vamos, Rose, voy a darte la cena -dijo Susie, levantandose.

Hamish se quedo mirandola, sin saber que decir.

Taffy lo miraba, dubitativo.

– Yo que tu me iria con ella. Yo soy hombre muerto.

El cachorro decidio seguir su consejo y todo quedo en silencio. Ni siquiera podia oir el mar.

Nada.

Hombre muerto.

Deberia subir a comprobar su correo. Deberia…

– ?Gracias por dejar que Taffy entrase en casa! ?Acaba de dejarnos un regalo en medio del pasillo! -le grito Susie por la ventana-. ?Y vas a limpiarlo tu, lord Douglas!

Genial. Hamish se levanto. Los barones eran gente muy valiente.

Incluso los hombres muertos servian para algo.

Capitulo 7

Los dias siguientes fueron incomodos para los dos. Susie y Hamish se evitaban todo lo que podian. Aunque no podian evitarse mucho.

Pasaban las mananas en la playa. ?Por que no iban a hacerlo si la playa era preciosa? Taffy corria alegremente de un lado para otro, pero Susie permanecia en silencio.

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