– Una dama no dice palabrotas delante de un caballero -contesto ella, elevando el tobillo para poderselo ver. Hizo una mueca de dolor y volvio a dejarlo en el suelo, con cuidado-. Puede que yo no sea una dama, pero por el traje que llevas, esta claro que tu si eres un caballero.

El se miro su traje de Armani. «Ponte un traje caro y ya eres un caballero», penso. Aunque tirara chicas por las escaleras.

– Lo siento mucho -le dijo. Ella asintio, como si estuviera esperando la disculpa.

– Me preguntaba cuanto tardarias en decirlo.

Sus palabras sorprendieron a Marcus. No solamente era extrano su acento, sino que todo en ella era raro. La chica lo estaba pasando realmente mal, el podia verlo. Pero era descarada e inteligente, y queria que Marcus desapareciera para poder decir palabrotas en privado, o lo que fuera que hiciera en privado.

– ?Solamente te duele el tobillo?

– ?Te parece poco?

– No, supongo que no -le toco el pie ligeramente, y vio que le dolia bastante-. Ha sido una buena caida.

– Tu me empujaste fuerte.

– Supongo que si.

– Estoy bien -dijo la chica, aunque la amargura que habia en su voz decia lo contrario-. Puedes dejarme sola.

– Puede que el tobillo este roto.

– Si, con la suerte que tengo… -por un momento parecio que iba a hundirse, pero se las arreglo para mostrarle de nuevo aquella sonrisa-. No te preocupes. Si estuviera reto, me doleria mas.

– ?Quieres que te ayude a entrar? -pregunto Marcas, senalando la puerta por la que habia salido.

– ?A las oficinas de Charles Higgins? -la chica elevo las cejas en un gesto de incredulidad-. En situaciones normales, Atila no me dejaria sentarme en su sofa. ?Crees que me dejaria hacerlo ahora que estoy llena de batido de platano?

– Supongo que no -dijo el. Atila… Sabia exactamente a quien se referia: la secretaria de Charles Higgins-. ?Estabas esperando para ver a Charles?

– Si.

Marcus conocia a Charles Higgins. Ese tipo era basura, un egocentrico que tenia la misma moral que una rata. Debido a las reformas en el edificio, las mismas obras que estaban causando problemas con los ascensores, Marcus habia tenido que compartir un lavabo con Charles Higgins durante las ultimas semanas. Pero ahi se habia acabado su relacion con el. El tipo tenia fama de hacer tratos fraudulentos con dinero igualmente fraudulento.

Marcus era el propietario del edificio. Le alquilaba una parte a Higgins, pero eso no significaba que le gustara el hombre. No se le ocurria que tipo de negocios podria tener aquella chica con un abogado baboso como Higgins.

– ?Tenias una cita?

– Esta manana a las diez. Hace tres horas. Atila no hacia mas que ponerme excusas para no dejarme pasar. Al final me entro tanta hambre que saque la comida, y ella me dijo que tenia que comer aqui fuera. Entonces apareciste tu.

Aquello tenia sentido. La secretaria de Higgins, una mujer de edad indefinida y pecho enorme, tenia fama de ser aun mas desagradable que su jefe.

– Tal vez… -era una conversacion absurda. En cualquier momento Ruby llegaria y lo rescataria, pero mientras tanto tal vez podria darle algunos consejos a la chica-. Tal vez unos pantalones cortos, una camiseta y sandalias piojosas no sea el mejor atuendo para hablar con un poderoso abogado de Nueva York.

– ?Estas diciendo que mis sandalias son piojosas? -pregunto ella mientras se tocaba el tobillo de nuevo y hacia otra mueca de dolor.

– Si -dijo Marcus con firmeza, y casi consiguio que la chica sonriera de nuevo. Casi. Seguro que el tobillo le dolia bastante. Pero ?donde demonios estaba Ruby?-. En realidad, «piojosas» es un adjetivo bastante agradable para describirlas.

– Son de mi tia.

– ?Y…?

– Que esta muerta -contesto la chica, como si aquello lo explicara todo.

– Ah -respondio Marcus, y entonces si que consiguio la sonrisa.

Merecia la pena trabajar por esa sonrisa. Era maravillosa.

– Tambien traje ropa mas apropiada -dijo ella-. No soy tonta. Provengo de Australia. Vine rapidamente porque mi tia se estaba muriendo, aunque me dio tiempo a meter ropa decente en la maleta. Desafortunadamente, mi equipaje ha debido de perderse y alguien se estara poniendo ahora el traje con el que tenia que ver a Charles. Lo que llevo puesto es lo unico que tengo.

– ?Y no pensaste en comprar algo mas? -pregunto el, y enseguida vio que habia sido un error. A pesar de todo lo que le habia hecho, la chica habia reaccionado con humor. Sin embargo, en ese momento le echo una mirada furiosa.

– Claro. Con un poco de dinero todo se soluciona. ?Para que esta el dinero, si no? Igual que Charles. Dejas a tu madre con Rose hasta que parece que vas a heredar; despues la mandas a la otra parte del mundo. En clase turista, ?Y cuando se esta muriendo! ?Aunque puedes permitirte mucho mas! Pero es que realmente no la quieres. La metes en cualquier residencia de ancianos para que muera sola, asegurandote de que antes cambie su testamento… -se mordio el labio inferior mientras hacia una mueca de dolor.

– Hmmm… Yo no tengo madre -dijo el cautelosamente, consiguiendo que el enfado de la chica aumentara aun mas.

– Por supuesto que no. No estaba hablando de ti, sino de los hombres como tu.

– ?Me estabas etiquetando?

– Si -respondio ella.

– Comprendo -en realidad, no comprendia nada de lo que estaba pasando. La chica estaba realmente furiosa y el tenia que tranquilizarla si queria sacar algo en claro de todo aquello-. ?Quien es Rose?

– Yo -dijo ella frunciendo el ceno.

– ?Tu eres Rose? Hola. Yo soy Marcus.

– Podemos saltarnos las presentaciones. Aun estoy enfadada. Charles, Atila y tu estais metidos en lo mismo. Pensais que porque no llevo un traje de Armani no merezco la pena. Y si, se que es Armani, no soy estupida. Nunca conseguire ver a Charles. He gastado todo mi dinero cuidando a Hattie y enterrandola, y si no logro verlo… -suspiro profundamente, y el dolor se reflejo en su rostro.

Marcus se dio cuenta de que la chica estaba usando el enfado como barrera, pero no estaba funcionando. Sus sentimientos empezaban a salir a la superficie.

– Esto es estupido -murmuro ella-. Tu te lavas las manos y, de todas formas, tendras una secretaria como Atila. Aunque yo amenace con demandarte, te dirigiras a tu secretaria y le diras «Arreglalo. Mantenia alejada de mi».

– Yo no haria…

Pero por supuesto que lo haria.

– ?Senor Benson?-dijo Ruby a sus espaldas. Era su fria y eficiente ayudante, en cuyas manos Marcus dejaba los problemas personales-. ?Hay algun problema, senor Benson? ?En que puedo ayudarlo?

Ruby era maravillosa, la respuesta a las oraciones de Marcus. Era una afroamericana que ya habia pasado los cuarenta anos, corpulenta y bien vestida. Tenia el aire de ser la madre o la tia de alguien, aunque no era ninguna de las dos cosas.

Tampoco tenia los estudios propios de una secretaria. Siete u ocho anos atras, cuando Marcus la habia descubierto por casualidad, ella era una empleada mas en el enorme imperio financiero Benson. Marcus estaba intentando manejar a una delegacion japonesa, a un equipo de abogados sedientos de sangre y a un grupo de periodistas y fotografos de la revista Celebrity-Plus. La que era su secretaria altamente cualificada habia sucumbido a la presion.

Desesperado, Marcus habia salido de su despacho y habia preguntado por alguien, ?cualquiera!, que hablara mi poquito de japones. Para su asombro, vio que Ruby se ponia de pie. Habia estudiado algo de japones en un curso nocturno, le dijo. Aunque Marcus penso que no podria esperar mucho de ella, en veinte minutos Ruby tenia

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