– Si eres tu, Marcus, ten cuidado de no pisar una boniga de vaca. Las hemos dejado sueltas.
– Gracias por avisar. ?Estas en la cama?
– Claro. Y tu tambien deberias estar en el mismo sitio.
– No estoy cansado. ?Por que no estas dormida?
– Tal vez porque hay hombres extranos paseando alrededor de la casa.
– No tienes voz de haber estado dormida. ?Me estas diciendo que estas despierta por mi culpa?
– Yo no diria eso -contesto ella con cautela-. No exactamente.
– ?Que dirias entonces?
– Que me siento muy feliz de estar en casa.
– ?Aunque eso signifique dormir en el porche?
– Me gusta dormir en el porche. Ven y veras.
– ?Me estas invitando a tu dormitorio? -pregunto el.
– Te estoy invitando a mi porche. Es diferente. ?Vas a venir o no?
Marcus se acerco al extremo del porche y se detuvo, atonito. No estaba muy seguro de lo que habia esperado encontrar, pero no era aquello. Habia una pequena cama pegada a la pared. Hasta ahi, todo bien. Pero el se habia imaginado un horrible camastro o algo parecido, y en su lugar habia…
Cojines. Almohadas. Edredones. Habia una montana de ropa de cama y, a la luz de la luna, Marcus pudo intuir sus colores alegres y brillantes. Debia de haber una docena de enormes almohadas junto a Rose y por el suelo. El mas viejo de los perros, un collie, dormitaba enroscado junto a la cama.
– Es maravilloso, ?verdad? -dijo Rose. Se removio bajo la ropa de cama, de forma que solo se le veia la nariz.
– Pense que eras pobre -contesto Marcus, antes de darse cuenta de lo que habia dicho.
– ?Pobre?
– Un padre abusivo, tu madre murio, te hacen dormir fuera…
– Mi padre no era abusivo. Simplemente, no tenia tiempo para mi. Mi madre tampoco mostraba mucho interes; se quedaba en casa y tenia bebes. Le encantaban los ninos, pero en cuanto empezamos a hacer trastadas nos saco aqui fuera. Eramos afortunados.
– ?Afortunados?
– Teniamos a los perros y nos teniamos los unos a los otros. Tuvimos una infancia maravillosa.
– Nunca tuvisteis dinero.
– No me parece que tu seas feliz -dijo ella suavemente- porque tengas dinero. ?Donde preferirias dormir? ?En ese apartamento aseptico de Manhattan o aqui, en la mejor habitacion del mundo?
– ?Y si llueve?
– Cuelgo plasticos del techo del porche. Y si hace mucho frio dejo que un perro o dos me hagan compania. Es maravilloso.
– Seguro que si, pero prefiero la calefaccion central.
– Date la vuelta -dijo ella mientras se incorporaba-. Mira.
Marcus te hizo caso y se quedo sobrecogido. La vista era impresionante. La luna se reflejaba en el mar, las olas acariciaban la orilla y la espuma adquiria un tono plateado. La playa se extendia por varios kilometros y desde la casa, que estaba solo a unos doscientos meteos, se escuchaba el murmullo adormecedor de las olas.
– Por esto me case contigo -dijo Rose en voz baja-. No por dinero.
– ?Ni por amor?
Ella se giro y le sonrio.
– ?Estas buscando un romance?
– Umm… no -contesto el.
– Tuve una boda muy bonita y te lo agradezco. Pero despues de casarse la princesa vive feliz para siempre, ?no?
– Con el principe.
– ?Quien necesita un principe? Tengo esto. Tengo a los perros y seguridad para los chicos.
– ?Me estas diciendo que me puedo volver a Nueva York?
– Oh, no, te necesito aqui. Dijiste que tenian que pasar dos semanas para que el matrimonio fuera valido, ?no? Despues podras irte. Porque eso es lo que quieres… ?verdad?
– Por supuesto -dijo Marcus.
– Pero eso no significa que no pueda invitarte a mi porche, para que veas el regalo que me has hecho. Sigo teniendo la sensacion de que me ves como una obra de caridad. Me has salvado, y solo deseo poder salvarte a ti tambien.
– ?Salvarme?
– No tienes una vida muy satisfactoria-dijo Rose.
Marcus la miro a la luz de la luna. Ella se abrazaba las rodillas y lo miraba con apreciacion, casi como si tuviera delante un bicho raro.
– ?Quieres dejarlo ya? -pregunto el.
– ?El que?
– Deja de meterte en lo que no es asunto tuyo.
– Si eso es lo que quieres que haga… -volvio a meterse bajo los edredones y se tapo hasta la nariz-. Buenas noches.
Lo estaba echando. Deberia darse la vuelta y bajar los escalones del porche. Pero.
– ?No tienes jet lag? -le pregunto.
– ?Jet lag? ?Con la cama que habia en el avion? Tienes que estar bromeando.
– Me refiero a las zonas horarias -dijo el-. Tengo la sensacion de que es por la manana.
– Si, yo tambien, un poco. Pero las vacas estaran despiertas a las cinco y tengo que levantarme a esa hora. Necesito dormir.
– Quieres que me vaya -afirmo Marcus.
Rose lo miro fijamente. Solamente asomaban sus ojos por debajo de los edredones.
– ?Te sientes solo! La casa de Hattie es horrible, y toda rosa. No me extrana que te sientas solo.
– ?Y tu no?
– Echo de menos a los chicos -admitio ella-. Harry ahora duerme dentro, pero me encantaba cuando todos estabamos aqui fuera -senalo el otro extremo del porche-. Es un lugar fantastico para dormir. Puedes probarlo si quieres.
– ?Siempre les dices a hombres desconocidos que duerman contigo en el porche?
– En el otro extremo del porche. Y tu no eres un desconocido; eres mi marido. Ademas, los perros te atacaran si se lo ordeno. Daniel lo hizo la ultima vez que Charles vino a casa.
– ?Que hizo? -Entrenar a los perros. Charles… bueno, me hizo pasar una mala noche y Daniel decidio que, si iba a quedarme sola, necesitaba proteccion. Solo tengo que decir una palabra para que se conviertan en fieras salvajes. ?Quieres verlo?
– ?No!
Marcus se estaba acostumbrando a la luz de la luna y pudo ver que ella sonreia. Pero aquello era una locura. Se habia casado con ella, habia volado a Australia y alli estaba, con una invitacion para compartir el porche con Rose y una manada de perros asesinos.
Pero era… perfecto. Podia dormir alli, con Rose, en la cama rosa de Hattie o en la habitacion llena de posters del adolescente que habia sido Charles antes de irse. Esas eran las tres opciones.
– Es una oferta muy generosa -dijo Rose alegremente, como si le leyera los pensamientos-. No se la hago a cualquiera. Pero ahora, si no te importa, me voy a dormir.
Se dio la vuelta en la cama y se tapo completamente. Ya habia hecho su ofrecimiento; el resto dependia de el.
Marcus penso que deberia irse a casa de Hattie. ?Pero aquello era tan diferente de su apartamento de Manhattan…! Observo a Rose por usos instantes y despues, lentamente, comenzo a caminar hacia el otro lado del porche.
La cama, tres veces mas grande que la de Rose, estaba preparada. Penso en los cuatro muchachos durmiendo entre las almohadas, con ella acostada muy cerca. Tal vez no hubiera sido una infancia tan mala,