despues de todo.

Dudo por unos segundos, pero enseguida se desnudo hasta quedarse en ropa interior y se metio en la cama, sintiendose como un nino en un campamento. Y entonces recibio otra sorpresa: no habia muelles que se le clavaran en el cuerpo ni mantas deshilachadas. La cama lo envolvia suavemente, igual que los aromas y los sonidos del exterior. Un perro se acerco a el y puso el hocico en un lado de la cama, con un gesto esperanzado.

– Tu debes de ser Tip. ?Eres uno de los asesinos? -el perro movio la cola y emitio un suave bufido, mas esperanzado todavia-. Si tienes pulgas no te vas a quedar.

– ?No tiene esas cosas! -exclamo una voz indignada desde el otro lado del porche.

– Pense que estabas dormida -dijo Marcus, mientras el perro tomaba sus palabras como una invitacion y se tumbaba en la cama. Justo encima de su pecho.

– A Tip le gusta estar ahi -dijo Rose con satisfaccion-. Y yo nunca he dormido con un marido. ?No te hace sentir raro?

?Raro? Eso era quedarse corto, penso Marcus. Tumbado, se quedo mirando las estrellas mientras Rose se tapaba hasta los ojos y el perro empezaba a roncar suavemente a su lado.

Nunca se dormiria. ?Como podria dormir en aquella situacion? Pero lo hizo.

Capitulo 9

Marcus Benson no habia domado mas de cuatro horas seguidas desde que tenia catorce anos. No habia necesitado hacerlo y tampoco habia querido. Si dormia, sonaba, y era mas facil sumergirse en los mercados financieros y hacer dinero que enfrentarse a los demonios del pasado. Hasta aquella noche.

Rose se levanto al amanecer y se dirigio al establo, seguida de cerca por los perros, encantados de tenerla de vuelta en casa. Marcus seguia durmiendo, y solo se desperto cuando Harry, con una mochila al hombro y media tostada en la boca, salio de la casa.

– ?Tu! -exclamo el muchacho el verlo en la cama. Se miraron. Despues Marcus le echo una ojeada a su reloj y volvio a mirar al chico-. Has dormido con Rose -no era una acusacion, sino una expresion de sorpresa.

– He dormido en el otro extremo del porche.

– Si, nunca compartia su cama con nosotros -dijo Harry, dandote otro mordisco a la tostada-. Le deciamos que se estaba mas calentito aqui, con nosotros, pero ella preferia los perros. Parece que tambien ha preferido los perros a ti, ?no?

– Eso parece. Umm… ?te vas al colegio?

– Si -Harry le echo un vistazo a una nube de polvo que anunciaba la llegada del autobus escolar-. Tengo que irme. ?Que hay de cena esta noche? ?Algo bueno? Hasta luego -y se fue con la tostada en la boca, la mochila a la espalda y los cordones de los zapatos desabrochados.

Marcus lo vio correr para subir al autobus por los pelos, sonrio y volvio a mirar su reloj. ?Como demonios habia dormido tanto? Desde el establo le llegaba el zumbido de la maquina de ordenar y algun que otro mugido. ?Rose ya estaba levantada y trabajando? Se suponia que el tenia que rescatarla, ?no? Vaya principe que estaba hecho.

Pero ayudarla no era tan facil como parecia. Cuando dos minutos despues entro en el establo, la vaca mas cercana retrocedio alarmada y Rose dijo:

– No te muevas.

Se detuvo y observo a Rose. Llevaba unos vaqueros destenidos y una camisa que habia remangado. Se habia sujetado el cabello con un par de pinzas y llevaba botas de goma. Estaba en su ambiente, al contrario que el.

– He venido a ayudar -le dijo.

– Gracias, pero asustaras a las vacas. No estan acostumbradas a ver en su establo a multimillonarios de Nueva York.

– No tenias por que decirles que soy multimillonario -contesto con cautela, y ella sonrio.

– Lo habrian adivinado por los zapatos. Los zapatos de ante suave no pegan aqui.

– Supongo que no. Umm… ?no tendran tus hermanos un par de botas de goma por ahi?

Rose ajusto la maquina a las ubres de una vaca y se dirigio al siguiente animal.

– Si que tienen, pero eso no ayudaria. Me lo estas poniendo mas dificil.

– ?Por estar aqui?

– A las vacas no les gustan los extranos.

– Pero tengo que hacer algo. No puedo quedarme de brazos cruzados dos semanas.

– Bueno… podrias pintar la casa de Hattie -dijo ella.

– ?Para que puedas vivir en ella?

– No, yo me quedo en mi porche. Pero los chicos traen amigos de la universidad y una casa de invitados que no fuera rosa estaria bien. Solo si realmente quieres ser util, claro -le dedico su mejor sonrisa-. Aunque si no quieres hacer nada, me pareceria bien.

– ?No hay ninguna cosa aparte de no hacer nada y pintar casas? -pregunto el.

– Podrias hacerme el desayuno -contesto Rose inmediatamente.

– ?Has decidido que sea yo quien cocine?

– Creo que eso lo has decidido tu solo. Yo simplemente preparo un cuenco de cereales -le echo una mirada a las diez vacas que esperaban su turno pacientemente-. En media hora puedo estar en casa.

– ?Para comer cereales?

– Cereales o cualquier otra cosa que haya decidido tu imaginacion.

Marcus hizo tortitas en la casa de Rose. Se sentia raro. Podia verla a traves de la ventana mientras cocinaba, y la siguio con la mirada mientras terminaba de ordenar y se metia en una caseta que hacia de lavabo para asearse un poco.

La cocina de Rose, a diferencia de la de Hattie, era acogedora. Estaba claro que era alli donde Rose y los chicos pasaban mas tiempo. Era una gran sala, con una antigua estufa de lena, una mesa enorme y ventanales desde los que se veia la playa.

– Tortitas y cafe -dijo Rose desde la puerta-. Sabia que habia una razon por la que me case contigo.

– Me gustaria que dejaras de referirte a nuestro matrimonio como una especie de juego -contesto el-. No es asi.

– Pero tampoco es real.

– Durante dos semanas tiene que ser real.

– Cuando pienso en ello superficialmente, todo esta bien. Pero si lo analizo con detalle… ?como demonios pudo ocurrir?

– Fantasia -dijo Marcus-. A todo el mundo le gustan los cuentos. El desayuno ya esta listo. Sientate.

Rose se sento a la mesa y comio con avidez. Pero de repente aparto el plato y miro a Marcus, preocupada.

– Siento no haberte dejado ayudar con las vacas.

– No pasa nada.

– Si que pasa. Te debo mucho. Debi haberte dejado hacer lo que querias.

– Pero no me dejaste dormir en tu lado del porche -dijo Marcus, sin darse cuenta de que aquellas palabras estaban saliendo de su boca.

– ?Quieres hacerlo?

?Queria hacerlo? Pero mientras la miraba, supo que solo habia una respuesta.

– No, Rose. No quiero aprovecharme de ti. Ha sido una tonteria decirlo. Lo siento.

– Estarias en tu derecho.

– Si piensas que casarme contigo me da automaticamente ese derecho, es que no has conocido a hombres muy agradables -se miraron en silencio durante unos segundos y Marcus dijo finalmente-: Cuentame que quieres hacer ahora.

– ?Quieres decir… con mi vida?

– Me referia mas bien a que vas a hacer esta manana.

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