– ?Y los caballos corren mucho? -pregunto Dana.

– Mas de lo adecuado para una principiante.

Dana se froto la nariz.

– Pero si nos dieran mas clases de equitacion, podriamos llegar a ser expertas…

– Exactamente -dijo Asad.

– Estoy de acuerdo. Todas las princesas deberian aprender a montar. Hablare con el encargado de las cuadras para que les de lecciones -dijo el rey, mirando a Kayleen-. A todas.

– Gracias -murmuro ella.

– No parece muy entusiasmada -le susurro Asad.

– Es que Pepper no bromeaba al decir que me caigo. Me pasa constantemente…

– Entonces, deberia recibir clases personales.

Kayleen lo miro a los ojos y se sintio perdida en la mirada. Era como si tuviera un campo de energia que la atrajera. Tuvo la extrana sensacion de que el principe la iba a tocar y de que a ella le iba a gustar.

– Montar es una forma divertida de hacer ejercicio -observo el rey.

– ?Eso se lo han preguntado a los caballos?

Kayleen lo dijo sin pensar, una fea costumbre que ya le habia causado muchos problemas en el convento. Pero tras un instante de silencio, el rey rompio a reir.

– Muy bien… excelente. Esta mujer me gusta, Asad. Debe quedarse aqui.

– Estoy de acuerdo -afirmo Asad, sin dejar de mirarla-. Debe quedarse y se quedara.

Kayleen no estaba tan segura; tenia sus propios proyectos y todavia queria marcharse de El Deharia en unos meses. Pero Asad, asi como la promesa que le habia hecho a las ninas, complicaban las cosas.

Capitulo 4

Cuando terminaron de cenar y el rey se marcho, Kayleen envio a las ninas a su habitacion y ella se quedo charlando con Asad.

– Hay un par de cosas que necesito que hablemos -comento cuando ya estaban solos.

– Con usted siempre hay algo de lo que hablar.

Ella no supo lo que queria decir, asi que hizo caso omiso del comentario.

– Solo quedan seis semanas para las navidades y deberiamos empezar a planearlas. No se si en Palacio se tiene la costumbre de festejar esas fiestas, pero van a ser las primeras navidades de las ninas sin sus padres y tenemos que hacer algo.

Asad la miro durante unos segundos.

– El Deharia es un pais de mentalidad abierta, que acepta todo tipo de confesiones religiosas. Si desea hacer una fiesta en la suite, estoy seguro de que nadie pondra la menor objecion -afirmo.

– No, me gustaria algo mas que eso… Es importante que usted tambien participe.

– ?Yo? No, no es posible.

– Usted siempre ha tenido familia, Asad. Tiene a sus hermanos, a su tia, a su padre… pero esas ninas no tienen a nadie. Seran unas fiestas tristes para ellas. Se sentiran mas solas que nunca.

Kayleen hablaba por experiencia. Aun recordaba el horror de despertarse en Navidad y sentir la angustia en su pecho. Por muchos regalos que le hicieran en el orfanato y por muy buenas que fueran las monjas con ella, no tenia una familia.

Ni siquiera habia podido consolarse con la posibilidad de que alguna pareja maravillosa decidiera adoptarla. Eso era imposible porque tenia muchos familiares vivos; lo malo del asunto era que ninguno la queria a su lado.

– Necesitan sentirse seguras, queridas -insistio.

– Lo comprendo. Pero es su obligacion; encarguese de ello…

– Tambien es obligacion suya. Es su padre adoptivo.

– Yo solo soy un hombre que ha permitido que vivan aqui. Kayleen, esas ninas son responsabilidad suya, no mia. Recuerdelo en lo sucesivo.

– No lo entiendo, Asad. Se ha portado tan bien con ellas durante la cena… ?quiere decir que fingia, que en realidad no le importan?

– Es simplemente compasion y sentido del honor. Suficiente para el caso.

– No es suficiente y no lo sera nunca. Hablamos de ninas pequenas, Asad, de ninas que estan solas y tristes. Merecen mucho mas. Merecen que las quieran.

Kayleen ya no estaba hablando solamente de las ninas; tambien se referia a si misma. Pero con la diferencia de que ella habia renunciado a ese sueno.

– Entonces tendran que encontrar ese amor en usted.

Kayleen sintio un nudo en la garganta.

– ?Esta diciendo que no tiene intencion de quererlas?

– Honrare mis responsabilidades. Y para conseguirlo, necesito ser fuerte -respondio el principe-. Las emociones son una debilidad. Usted es mujer y no espero que lo comprenda… yo cuidare de las necesidades materiales de las ninas; y usted, de sus corazones.

– Es lo mas absurdo que he oido en mi vida. El amor no es una debilidad -declaro con vehemencia-; es fuerza, es poder. La capacidad de dar permite ser mas, no menos.

Asad sonrio.

– La pasion con la que habla demuestra que esas ninas le importan de verdad. Excelente.

– ?Le parece excelente que yo tenga emociones y no se lo parece en su caso? ?Por que? ?Por que usted es un hombre?

– No, porque soy mas que un hombre. Soy un principe, y como tal, responsable de un sinfin de personas. Tengo la obligacion de ser fuerte y de no desfallecer por culpa de algo tan cambiante como los sentimientos.

– Pero sin compasion no se puede tener buen juicio -espeto-. Sin sentimientos, un ser humano solo seria una maquina. Un buen gobernante debe conocer las emociones de su gente.

– No lo entiende…

– Y usted no habla en serio.

Asad la tomo del brazo y camino con ella hacia la salida.

– Le aseguro que hablo muy en serio. Celebre las navidades como desee. Tiene mi permiso.

Cuando el principe desaparecio en el pasillo exterior, Kayleen murmuro:

– ?Tambien tengo su permiso para clavar su cabeza en una pica?

La actitud de Asad le habia parecido increible. Creia que los sentimientos eran inadmisibles en los hombres y en los principes, pero normales en una mujer.

– Nada de eso -se dijo mientras caminaba hacia su dormitorio-. Aqui hay alguien que tiene que cambiar. Y no soy yo.

A la manana siguiente, Kayleen estaba tan inquieta que iba de un lado para otro del salon.

– Tiene ideas de hace doscientos anos -protesto-. Piensa que tiene que estar a cargo de todo porque es un hombre. ?Y que somos nosotras, Lina? ?Simples muebles? Estoy tan enfadada que me gustaria encerrarlo en una de sus mazmorras… soy una mujer inteligente, capaz, con corazon. ?Por que desprecia las emociones si son lo que nos hace humanos? Cuanto mas conozco el mundo, mas extrano el convento.

– Es curioso que digas eso, porque sospecho que la intensidad y la pasion que dedicas a este asunto es precisamente el motivo por el que nunca podrias ser monja.

– Si, eso me decian, que soy demasiado apasionada e independiente. Pero cuando veo algo injusto, no soy capaz de pararme a pensar; tengo que actuar.

– Claro. Como hiciste con Tahir.

– Exacto -se defendio.

– La vida no se atiene siempre a nuestros deseos -le recordo Lina-. Debes aprender a tener paciencia.

– Ya lo se. No debo actuar de forma impulsiva…

Kayleen lo sabia de sobra. Se lo habian repetido miles y miles de veces.

Вы читаете El amor del jeque
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×