Llevaban botas y ropa de montar.

– ?Tienes que ayudarnos! -exclamo Dana.

– ?Es terrible! ?Por favor! -rogo Nadine.

Pepper se limito a gritar.

– ?Que ha ocurrido? -pregunto el.

– Salimos a montar -respondio Dana, mirandolo con sus grandes ojos azules-. Fuimos mas lejos de lo que debiamos, pero nos encontrabamos bien y solo ibamos a volver un poco mas tarde. Sin embargo, Kayleen se preocupo y salio a buscarnos a pesar de que nos acompanaba un mozo de cuadra. Y todavia no ha vuelto…

Pepper le pego un tiron de la chaqueta.

– No es buena amazona -dijo la pequena-. Se cae mucho y tenemos miedo de que le haya pasado algo.

Asad penso que era una pena que su pais hubiera renunciado a ciertas costumbres, porque el empleado que habia permitido que Kayleen se marchara sola merecia unos cuantos azotes. Pero tambien penso que desierto no era un lugar ni amable ni apropiado para una mujer sola.

Las ninas se apretaron contra el como buscando un poco de animo. Asad no tenia tiempo para eso, pero les dio unas palmaditas en lugar de quitarselas de encima.

– No os preocupeis -les dijo-. Encontrare a Kayleen y os la traere sana y salva.

– ?Lo prometes? -pregunto Pepper.

El principe se puso de cuclillas para poder mirarla a los ojos.

– Soy el principe Asad de El Deharia. Mi palabra es la ley.

– ?Lo prometes? -repitio.

– Lo prometo…

Diez minutos despues, las ninas estaban al cuidado de Lina y el se subia a uno de los todoterrenos que habia en el garaje. El desierto era un lugar inmenso y Kayleen podia estar teoricamente en cualquier sitio, pero sabia que no se habria salido del camino y que no habria llegado muy lejos.

Lo unico que le preocupaba de verdad era que hubiera sufrido un accidente.

Encontro el camino enseguida, porque lo conocia desde pequeno. Giro a la izquierda, calculo hasta donde habria llegado Kayleen y acelero. Quince kilometros mas adelante habia un puesto de avanzada permanente de una de las tribus locales, de modo que era imposible que pasara de largo si seguia adelante.

Bajo un poco la velocidad y se dedico a mirar a su alrededor con detenimiento, pero no vio nada raro hasta que llego al puesto. Varios hombres se arremolinaban alrededor de una mujer de pelo rojo que estaba de pie junto a un caballo y hacia gestos de desesperacion.

Detuvo el todoterreno, saco el telefono movil y llamo a su tia para informarle de que habia encontrado a la profesora y de que estaba bien.

– ?Volvereis de inmediato? -pregunto Lina.

– Hum, creo que sera mejor que nos quedemos a cenar.

– Muy bien, entonces me encargare de que las ninas se vayan a la cama. Gracias por llamarme.

El principe corto la comunicacion, salio del vehiculo y camino hacia la gente.

Cuando Kayleen lo reconocio, salio corriendo hacia el y se arrojo a sus brazos, temblando.

– Menos mal que has venido… -dijo, tuteandolo por primera vez-. No se donde estan las ninas, no puedo encontrarlas. Tardaban mucho en volver y me preocupe, asi que ensille un caballo y sali a buscarlas. Llegue aqui hace un rato, pero nadie habla mi idioma y no entiendo lo que me dicen. ?Que les habra pasado? Si han sufrido un accidente, no me lo podre perdonar…

Asad penso que estaba desesperada, asustada y sorprendentemente bella. Sus ojos avellanados se habian oscurecido por la emocion y sus mejillas mostraban un rubor intenso. Impulsivamente, se inclino sobre ella y la beso con suavidad.

– Estan bien -dijo-. Han vuelto al palacio y se encuentran perfectamente. La unica persona que se ha perdido eres tu…

– ?Como? ?Estan en Palacio?

– Si, pero se sienten muy culpables por haber causado este lio. Son buenas amazonas, Kayleen; ademas, iban acompanadas de alguien que conoce el territorio… ?por que te has sentido en la obligacion de salir a buscarlas?

– No lo se. Me preocupe y decidi actuar.

– por un impulso, claro.

Ella bajo la mirada.

– Si, bueno, supongo que es mi problema de siempre…

– Eso parece.

Al ver que la gente se acercaba, ella retrocedio un poco y el la dejo ir, pero a reganadientes. Deseaba besarla otra vez. Deseaba quitarle su espantosa ropa y acariciar su piel. Pero en lugar de eso, se aparto y saludo a Sharif, el jefe del poblado.

– ?Es su mujer? -pregunto Sharif.

Kayleen miro al recien llegado.

– Pero si habla mi idioma… ?Ha fingido que no me entendia?

– No te conocen de nada -explico Asad-. Se han limitado a actuar con cautela.

– ?Y que hay de la famosa hospitalidad del desierto? ?No se supone que la tradicion obliga a dar alojamiento a las personas que se pierden?

– ?Les has pedido alojamiento? -ironizo el.

– No, claro que no, solo queria saber donde estaban las ninas. Les he preguntado, pero hacian como si no me entendieran…

Asad miro a Sharif y dijo:

– Si, es mia.

– Entonces, les doy la bienvenida. ?Se quedaran a cenar con nosotros?

– Sera un honor…

– Hare los preparativos necesarios.

– ?Los preparativos? -pregunto Kayleen-. ?Que preparativos? ?Y que es eso de que yo soy tu mujer? Soy tu ninera… eso es muy distinto.

Asad la tomo del codo y la llevo hacia el todoterreno.

– Si piensan que me perteneces, las cosas seran mas sencillas. De lo contrario, serias una mujer libre y cualquiera de los hombres presentes podria reclamar su derecho sobre ti. En este pais eres muy exotica. Seria una tentacion excesiva para ellos.

Kayleen no supo que decir. Nunca habria imaginado que podia interesar a varios hombres a la vez, y mucho menos, que la consideraran exotica. Pero supuso que seria por su cabello. Su pelo era tan rojo que le llamaba la atencion a todo el mundo.

– No te preocupes, ahora piensan que eres mia y estas a salvo -continuo el.

Ella se estremecio un poco, pero no de frio. Todavia podia sentir la huella del calido e inesperado beso de Asad. El principe le habia dado una buena sorpresa. Una sorpresa realmente agradable.

– Nos quedaremos a cenar -dijo Asad.

– Eso ya lo he entendido.

– No teniamos mas remedio. Es lo mas educado en estas circunstancias.

– No me importa. He descubierto que el desierto me gusta, aunque habria preferido que no fingieran desconocer mi idioma.

– Son gente muy suya. Has aparecido de repente y te has puesto a balbucear algo sobre unas ninas perdidas. Es logico que desconfiaran.

– No he balbuceado.

Asad arqueo una ceja.

– Bueno, no demasiado -puntualizo ella-. Estaba asustada. Pensaba que las ninas se habian perdido…

– Y decidiste salir a buscarlas sin llevar equipo adecuado para el desierto.

– Alguien tenia que hacerlo.

– Deberias haberselo pedido a uno de los empleados o haberme llamado a mi.

– Tienes razon, pero no lo pense -admitio.

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