vueltas al asunto.

Lina suspiro.

– Se que todavia te estas castigando, Kayleen. Tienes que olvidarlo y seguir adelante… Los hombres como mi sobrino estan acostumbrados a seducir a las mujeres.

– No es eso, Lina. Es que…

– Es que eso no hace que te sientas mejor -la interrumpio-. Lo comprendo.

– Me siento tan estupida, tan falta de experiencia…

– Bueno, ahora tienes mas experiencia que antes.

Kayleen sonrio a su pesar.

– Eso es verdad. La proxima vez, me resistire.

– Kayleen, se que mi sobrino ha sido sincero al pedirte que te cases con el. Entiendo que estes confusa, pero no lo rechaces.

– No me ha pedido que me case con el; practicaje me lo ha ordenado. Se que es de tu familia y que lo quieres mucho, pero eso es inadmisible. Asad estan…

– ?Mandon?

– Si, entre otras cosas.

Lina sonrio.

– Los principes suelen comportarse de esa forma -explico-. Asad ha manejado mal la situacion y ha destruido tus fantasias romanticas al mismo tiempo.

– Yo no tengo fantasias romanticas.

– Venga ya…

Kayleen nunca se habia planteado la posibilidad de casarse y formar una familia. Pero tuvo que admitir que si Asad le hubiera propuesto el matrimonio con un ramo de flores y a la luz de unas velas, su respuesta habria sido diferente.

– Bueno, tal vez tengas razon. Pero de todas formas, creo que tengo derecho a algo mas que unas cuantas instrucciones y la orden de que le este agradecida.

– ?Tan mal lo ha hecho? -pregunto, asombrada.

– Peor. Lo unico bueno es que le he cerrado la puerta del cuarto de bano en las narices. Seguro que eso no se lo hacen muy a menudo…

– No, desde luego que no.

– ?Esta muy enfadado?

– Mas confuso que enfadado. Desde su punto de vista, hizo una cosa buena… no entiende que reaccionaras de ese modo.

– Le enviare una nota de agradecimiento mas tarde -ironizo.

– Kayleen, el mundo de Asad no se parece al del resto de la gente. Le han ensenado a dedicar su vida al pais y a dar por sentado que ser principe le da ciertos privilegios. Cuando era nino, ni siquiera podia estar seguro de que companeros lo apreciaban sinceramente y cuales buscaban su amistad por interes. Cometio muchos errores, pero al final aprendio en quien podia confiar.

– Bueno, por lo menos tenia a sus hermanos…

– Si, y eso lo ayudo. Pero despues empezo sus relaciones con las mujeres y se encontro con un problema parecido, porque la mayoria solo lo querian por su poder y por su dinero. Harian cualquier cosa por acostarse con el.

Kayleen se ruborizo.

– Como yo.

– No, no como tu. Tu no buscas eso ni le has enganado… Solo estoy diciendo que la vida de Asad es diferente. Tienes que valorar sus circunstancias. Se que su oferta de matrimonio es sincera; lo ha presentado de la peor manera posible porque su padre le enseno que las emociones vuelven debil al hombre, e intenta evitarlas -declaro la princesa-. Pero dime la verdad: ?no te tienta la posibilidad de casarte con el?

Kayleen lo penso antes de contestar.

– Si, me tienta -confeso-. Casarme con Asad solucionaria muchos problemas, empezando por las ninas. Pero no estoy enamorada.

– Los matrimonios por conveniencia son una tradicion muy antigua en las familias reales…

– Pero yo no encajo en su mundo. El es un principe.

– Oh, vamos, las cosas han cambiado. En la actualidad, un principe puede casarse con quien desee. Y aunque tu no pertenezcas a la aristocracia, tienes virtudes como el honor, la inteligencia y la amabilidad que te hacen perfectamente capaz para el cargo.

– Gracias por el cumplido -susurro.

– Deberias considerar otras cuestiones. Como esposa de un principe, podrias hacer el bien a gran escala… aqui y en el resto del mundo. Podrias dedicarte a causas nobles, suponiendo que te quede tiempo libre cuando tengas hijos con Asad.

Kayleen miro a su amiga.

– Permiteme que use un poquito de esa inteligencia que me presupones y te diga que tengo la sensacion de que me estas manipulando.

Lina sonrio.

– Si, tal vez un poquito, pero no tanto como podria. Si quisiera convencerte contra tu voluntad, te diria que Asad te necesita. Necesita estar con alguien que lo ame incondicionalmente y que le ensene la importancia de amar.

– Pero yo no lo amo.

– Es posible, aunque no estoy muy convencida. Te conozco, Kayleen. No te habrias entregado tan facilmente a el si no sintieras algo -afirmo-. Se que todo el mundo merece que lo amen. Pero si le concedes el tiempo suficiente, Asad se enamorara de ti.

A Kayleen, la idea de ser amada le parecio mas extrana que la de ser princesa. Sin embargo, se pregunto si Lina estaba en lo cierto al insinuar que albergaba sentimientos profundos hacia Asad y que el la necesitaba.

– ?En que estas pensando? -pregunto Lina.

– En que no se que hacer.

– Entonces, conozco un lugar donde podras empezar a averiguarlo.

Kayleen se obligo a entrar en las oficinas de Asad. Era lo correcto. Sabia que el principe solo habia intentado ayudarla cuando se presento en la suite y le pidio, el matrimonio, y ella se habia comportado tan mal el que ahora se avergonzaba. Le habia cerrado una puerta en las narices, metaforica y literalmente. Dudaba que ardiera en deseos de verla.

Neil, el secretario del principe, no intento detenerla. Eso parecia una buena senal.

– ?Esta disponible? -pregunto.

– Tal vez. Espera un momento.

Neil pulso un boton del intercomunicador e informo a Asad. Pasaron unos segundos antes de que el secretario dijera:

– Adelante.

Kayleen asintio y abrio la puerta del despacho.

El principe se levanto al verla. Como de costumbre, llevaba un traje; pero todo lo demas le parecio distinto.

Quizas fuera porque ahora se conocian en sentido intimo. Porque lo habia visto desnudo, porque lo habia besado, porque lo habia acariciado, porque habia escuchado sus gemidos de placer, porque ahora era consciente del placer que podian darse el uno al otro.

Definitivamente, las cosas habian cambiado.

– Kayleen…

– Lo siento, Asad. Viniste a mi de buena fe y me hiciste una oferta generosa. Se que tus intenciones eran buenas y que no me porte bien contigo. Solo querias hacer lo correcto.

– Es verdad, pero tambien es culpa mia. Podria haberlo planteado de otra forma, con otras palabras, y fui demasiado…

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