– Oh, carino mio… tu reina. Quien me lo iba a decir…
– Mis compatriotas te querran tanto como yo. Aunque en mi caso, tengo la ventaja de poder disfrutar de tu cuerpo…
Lina rio y luego se hizo el silencio. Kayleen aprovecho la circunstancia para desaparecer.
Se alegro mucho por su amiga. Lamentaba que se marchara a Bahania, pero le parecio excitante al mismo tiempo. Nunca habia conocido a una reina.
Entro en el palacio para dirigirse a la suite y se detuvo en la escalera. La declaracion del rey habia sido verdaderamente romantica. Y era evidente que estaban enamorados.
– Yo tambien quiero estar enamorada -murmuro-. De Asad.
Queria amar al hombre con quien se iba a casar y queria que el sentimiento fuera reciproco. Pero, ?seria posible? ?O solo era la vana esperanza de una nina que intentaba alcanzar la luna?
– ?Estais preparada? -pregunto Asad cuando entro en la suite el sabado por la manana.
Las ninas respondieron afirmativamente, pero Kayleen se escondio tras ellas. Por alguna razon, se sentia incomoda en presencia de Asad. Era la primera vez que le ocurria, y penso que quizas era consecuencia del compromiso matrimonial; aunque todo siguiera igual que antes, todo habia cambiado.
– No has dicho lo que vamos a hacer -observo Dana.
– Lo se, es una sorpresa -dijo mientras caminaba hacia su prometida-. Estas muy callada, Kayleen…
– Es que estoy entusiasmada con tu sorpresa…
– Pero si no sabes cual es…
– Pero estoy segura de que sera maravillosa.
– Cuanta fe tienes en mi -dijo con escepticismo-. No llevas el anillo de compromiso…
– Bueno, pense que seria lo mejor. Hable con Fayza y…
– ?Quien es Fayza?
– Es del departamento de protocolo. Me hablo de los preparativos de la boda y de como debia comportarme ahora que voy a ser una princesa.
– Comprendo. ?Y que instrucciones te dio?
– Que no puedo salir sola, que no puedo ir con ningun hombre que no sea de Palacio, que no debo llevar el anillo hasta que se anuncie oficialmente la boda, que no debo hablar con la prensa ni vestir de forma inadecuada… no se, ahora mismo no me acuerdo de todo. Lo apunte en un papel.
Asad le acaricio la mejilla y la beso suavemente.
– A mi me parece que son demasiadas prohibiciones. Habria terminado antes si te hubiera dado una lista de lo que puedes hacer.
– Es lo mismo que pense yo.
– Kayleen, tu puedes hacer lo que quieras y cuando quieras. Lo unico que yo te pediria es que no salgas de palacio sin guardaespaldas, pero incluso eso es decision tuya. Eres mi prometida, no mi esclava.
– Pero Fayza ha insistido mucho…
– Te aseguro que no volvera a insistir. ?Podrias ponerte otra vez el anillo?
Ella asintio, entro en el dormitorio, lo saco del cajon y se lo puso. Cuando volvio a salir, Asad la abrazo y la beso apasionadamente.
– ?Que estan haciendo? -pregunto Nadine en lo que se suponia que debia ser un susurro.
– Se estan besando -respondio Pepper.
– Eh, hay cosas que los ninos no deberian ver -protesto Asad-. Dejadnos solos un momento…
– No te enfades con ellas -dijo Kayleen-. Es que estan muy entusiasmadas con tu sorpresa… Aun no les has dicho que es.
– Cierto. Nos vamos de compras. Como sois princesas, necesitareis un vestuario nuevo…
Nadine giro sobre si misma.
– ?Tendremos vestidos bonitos y zapatos de fiesta?
– Por supuesto. Y ropa de montar y todo lo que Kayleen considere necesario.
– Yo quiero una corona -dijo Pepper.
Asad rio.
– No estoy seguro de que vendan coronas en las tiendas, pero podemos preguntar.
Kayleen tambien rio.
– Podriamos hacerte una -dijo, girandose hacia su prometido-. Gracias. Las ninas estan encantadas de ir de compras. Ademas, crecen tan deprisa…
– Tu tambien vienes, no lo olvides.
– ?Yo? Yo no necesito nada.
– Necesitas ropa acorde a tu nueva posicion. Lo que tienes, no sirve.
Ella se ruborizo.
– Bueno, es verdad que nunca me he preocupado por esas cosas…
– Tendras que aprender. Eres una mujer preciosa y mereces llevar cosas preciosas. Sedas, encajes y cosas que brillen, porque tu brillas como las estrellas del cielo.
Asad nunca le habia dicho nada tan romantico, y a Kayleen le encanto.
Cuando entraron en la tienda, se quedo asombrada. No se parecia a ninguna de las que habia visto hasta entonces. Estaba en una calle tranquila, sin carteles de ninguna clase, y ni siquiera tenia un letrero que la anunciara. Solo un nombre, grabado en letras doradas en la puerta.
– Los he llamado por telefono y nos estan esperando -dijo Asad cuando salieron de la limusina-. Han preparado ropa para todas las ninas.
– ?Y como sabias sus tallas?
– Neil telefoneo a la lavanderia y les pidio que las miraran. Hemos hecho una primera seleccion de lo que necesitan, pero la decision final es tuya. Si se nos ha olvidado algo, lo encargaremos.
Kayleen supo que aquella iba a ser una experiencia muy distinta a las compras de tiendas baratas a las que estaba acostumbrada.
Una mujer alta y esbelta los saludo cuando entraron. Llevaba un vestido precioso y se inclino al ver a Asad.
– Senor, tenerlo con nosotros es siempre un gran placer.
– Glenda, te presento a Kayleen James, mi prometida… Y estas tres jovencitas son mis hijas. Dana, Nadine y Pepper.
Las ninas sonrieron con timidez.
– Una familia perfecta -dijo Glenda-. Aunque un nino seria un contrapunto magnifico…
– Hablas como mi padre -bromeo Asad-, ?Lo has preparado todo?
– Tenemos docenas de cosas. Estoy segura de que quedaran encantadas… Pasad, chicas, os lo ensenaremos.
Glenda tomo de la mano a Dana y la presento a uno de los dependientes. Despues hizo lo mismo con Nadine y con Pepper, de tal manera que cada una tenia una persona a su servicio.
Por fin, la encargada se volvio hacia Kayleen.
– Tiene usted un cabello precioso, y es natural -dijo mientras daba una vuelta a su alrededor-. Buena estructura, postura excelente y piel clara. Principe Asad, permitame que le diga que es un hombre muy afortunado.
– Lo se.
– Bueno, divirtamonos un rato -dijo a Kayleen-. Principe, usted puede descansar en la habitacion que le hemos preparado. Tiene revistas, bebidas y un televisor.
– Gracias -dijo antes de mirar a Kayleen-. Que te diviertas…
Kayleen asintio porque no fue capaz de hablar. En su mundo, las encargadas de las boutiques no se comportaban de ese modo; no eran tan agradables ni desde luego ofrecian un servicio tan personalizado. Era como estar en un sueno.
Siguio a Glenda al interior y vio que las ninas ya se estaban probando la ropa nueva.
Despues pasaron a un vestidor grande con docenas de vestidos, pantalones vaqueros, blusas, faldas y trajes. En una esquina habia una torre de cajas de zapatos que casi tenia dos metros de altura.