– ?Imperioso?
– Bueno, no es la palabra que yo hubiera elegido.
– Pero encaja perfectamente.
Asad entrecerro un poco los ojos.
– Creo que tu disculpa carece de humildad…
– La humildad nunca ha sido mi fuerte -confeso-. Es otro de mis defectos.
– Sin embargo, tus virtudes son muchas. Debi decirtelo el otro dia.
Kayleen se pregunto si siempre habia sido tan guapo. Sus rasgos tenian un equilibrio perfecto, y la vision de su boca bastaba para que deseara besarlo una y otra vez.
Sintio tal debilidad en las piernas que creyo que se iba a caer. Por fortuna, Asad la tomo del brazo y la llevo al sofa, donde se sentaron.
– No quiero que te encierres tras los muros de un convento, Kayleen. En mi arrogancia, tome una decision que te correspondia a ti. Elegi seducirte para que no pudieras volver. Me equivoque y te pido disculpas por ello.
– ?Te acostaste conmigo a proposito? -pregunto, asombrada-. ?No te dejaste llevar por el momento, como yo?
– Yo no diria exactamente que me dejara llevar, sino que tu me hechizaste.
– Lo dudo mucho.
El principe le puso una mano bajo la barbilla y la obligo a mirarlo.
– Te aseguro que mi deseo sigue tan vivo como siempre.
Kayleen contemplo sus ojos oscuros y supo que decia la verdad.
– Te robe la eleccion. Decidi por ti y eso esta mal -continuo.
– Bueno, una disculpa es suficiente -murmuro.
– No, no lo es.
– Incluso asi, el matrimonio es un castigo demasiado grave para una falta tan pequena.
El sonrio levemente.
– Me has malinterpretado. He dicho que cometi un error al elegir por ti, no que me equivocara cuando te elegi a ti.
– No te entiendo…
– Kayleen, necesito una esposa. Necesito una persona que sepa amar y que adora a las ninas, a mi pueblo y a El Deharia. Necesito una mujer que sea capaz de luchar por causas mas justas que la ultima moda o cuantas joyas posee. Una mujer a quien yo respete que este a mi lado y que me apoye. Te necesito.
– Pero yo…
– ?Es que dudas de mi sinceridad? No puedo prometer que sea el mejor de los maridos, pero intentare ser todo lo que tu desees. Te necesito, Kayleen. Te necesito a ti, solo a ti -insistio.
– No puedo ser princesa -balbuceo ella, sin pensar-. Ni siquiera se quien es mi padre. ?Que pasaria si resulta estar vivo y en la carcel, o algo peor? Y de mi madre ya te he hablado… me abandono, al igual que mi abuela. No sabemos si hay algo oscuro en mi pasado.
– No lo hay, no puede haberlo. Te conozco y eso basta para mi -dijo, besandole la mano-. Conozco tu caracter y se que eres mas de lo que podria desear… si fueras mi esposa, me sentiria muy orgulloso. Casate conmigo, Kayleen. Casate conmigo y se la madre de mis hijas. Seremos una familia… Ellas y yo te necesitamos.
Los ojos de Kayleen se llenaron de lagrimas. Solo habia una repuesta posible para su peticion.
– Si -susurro-. Si, me casare contigo.
– Gracias…
Asad se inclino sobre ella y la beso. Kayleen quiso besarlo a su vez, pero el principe rompio el contacto al sacar algo del bolsillo y ponerselo en un dedo. Era un enorme anillo de diamantes.
– ?Te gusta?
– No se si estare a la altura de tanta belleza -admitio-. Creo que este anillo es demasiado… petulante para mi. Tengo miedo de que se dedique a insultarme a mis espaldas…
Asad rio.
– ?Lo ves? Por eso me gustas tanto…
– Ya en serio, Asad… tengo dos pares de pendientes, un collar y un reloj. No creo que pueda llevar algo asi.
– ?Y si te digo que lo he elegido especificamente para ti? El diamante central pertenecio a un antepasado mio, a una reina famosa por su caracter fuerte y porque goberno y amo a su marido con amor y sabiduria. Todo el mundo la admiraba. Vivio muchos anos y tuvo muchos nietos. Creo que tu le habrias gustado mucho.
Mientras hablaba, el anillo parecio brillar con mas fuerza. Y los miedos de Kayleen desaparecieron. Ahora ya sabia que estaba donde debia estar.
Aquella noche, cuando termino de trabajar, Asad entro en la suite de Kayleen. Las ninas y ella ya lo estaban esperando, aunque las pequenas todavia no conocian el motivo de su visita.
Dana y Nadine estaban haciendo los deberes y Pepper se habia sentado en el regazo de su prometida. Asad las miro durante unos segundos y penso que ahora eran su familia, su responsabilidad.
Nunca habia pensado en el matrimonio, y tampoco que se llegaria a casar con una mujer como Kayleen. Pero estaba seguro de haber tomado la decision correcta. Seria perfecta para el.
– Ah, ya estas aqui… -dijo ella.
– En efecto.
Kayleen dejo a Pepper en el sofa y se levanto, aunque no supo como saludarlo. Asad noto su incertidumbre acerco a ella y la beso. Las ninas se pusieron a murmurar; no estaban acostumbradas a esa clase de demostraciones de afecto y naturalmente desperto su interes.
– Tenemos algo que deciros -anuncio el principe.
Las ninas los miraron con temor.
– Es algo bueno… -dijo Kayleen.
– Nos vamos a casar -anuncio Asad-. Todavia no se ha anunciado oficialmente y debo pediros que guardeis el secreto, pero queriamos que lo supierais antes que nadie.
– ?Y que pasara con nosotras? -pregunto Dana, preocupada.
Kayleen se arrodillo a su lado.
– Os quedareis aqui, a nuestro lado. Yo sere vuestra madre y este sera vuestro hogar para siempre - afirmo.
Nadine y Pepper corrieron a abrazarla. Dana miro a Asad, le sonrio de oreja a oreja y dijo:
– Lo estaba esperando. Supuse que te darias cuenta de que estabas enamorado de Kayleen porque la miras como papa miraba a mama…
Asad se pregunto si verdaderamente estaria enamorado de Kayleen, pero rechazo la idea de inmediato. Era una idea absurda, sin sentido.
– ?Tienes un anillo de compromiso? -pregunto la nina.
Ella se lo enseno.
– Vaya, si que es grande… -dijo Pepper-. ?Pesa mucho?
– Me estoy acostumbrando a el…
Kayleen se incorporo y las ninas corrieron hacia su padre adoptivo.
– Ahora que voy a ser una princesa, necesitare una corona… -comento Pepper.
– No, las princesas llevan diademas, no coronas…
– Pues una de esas… ?Y eso quiere decir que la proxima vez que pegue a un nino malo no me castigaran?
– Pegar a la gente no es buena idea -le recordo Kayleen.
Pepper suspiro y miro a Asad.
– Pero tu eres un principe. ?No podrias cambiar esa norma?
– Bueno, vere lo que puedo hacer -respondio con una sonrisa.
– Eh, no la animes… -protesto Kayleen.
Asad miro a las ninas y penso que era capaz de hacer cualquier cosa para que fueran felices y estuvieran a